Animales
MANUEL V?ZQUEZ MONTALB?N
Los cazadores se han echado al campo y al monte y cobrar¨¢n unas 600.000 piezas durante la temporada cineg¨¦tica, justa finalidad para la concordancia de industrias y comercios que procuran la operaci¨®n de matar seg¨²n un ritual social: armas, vestuario, redes de mayoristas de carnes de caza, propietarios de cotos. No quiero nuevos frentes, ya tengo suficientes, y no me queda tiempo para diversificarme, por lo que s¨®lo cito de pasada los miles de toros, vaquillas, bueyes que son sacrificados al a?o en Espa?a al servicio de la industria y el comercio de la tauromaquia, o al ritual de la fiesta que se basa en la lucha del pueblo contra el animal, a manera de consagraci¨®n de una hegemon¨ªa que la bestia no puede poner en duda, pero nosotros s¨ª. Ritual sadomasoquista, a juzgar por lo malas que suelen ser las corridas, seg¨²n se deduce de las cr¨®nicas de los cr¨ªticos taurinos. En cambio, la persecuci¨®n, tortura y muerte de animales a cargo del pueblo soberano debe de ser imprescindible para la supervivencia de identidades sumergidas, porque ?ay de la autoridad que trate de discutirles la carnicer¨ªa!Algo debi¨® romperse en la psique del primer ser humano consciente de que para comer deb¨ªa matar a otros seres dotados de movimiento y dentro de su mismo espacio. Nunca hemos tenido la conciencia tranquila desde que fil¨®sofos y sacerdotes nos inculcaron el sentido de la conciencia y de la culpa, con fines emancipadores o coactivos. Cazar o domesticar para matar, dotarse de utillaje cada vez m¨¢s avanzado para hacerlo, ha legitimado, por la costumbre, el derecho a la hegemon¨ªa que las religiones relacionaron con la existencia de dioses que nos hac¨ªan a su imagen y semejanza, a Sharon Stone y al general Pinochet, a Rosa Luxemburgo y al secretario general de la OTAN, sea el que sea. Controlar las relaciones de dependencia de todo lo vivo, aunque no del Todo, como demuestran las cat¨¢strofes geof¨ªsicas y la enfermedad como cat¨¢strofe ¨ªntima, implica que cualquier metodolog¨ªa de dominio es leg¨ªtima, sobre todo cuando el dominio es peligrosamente cuestionado. Por eso no s¨®lo se puede matar animales, sino tambi¨¦n seres humanos y torturarlos seg¨²n una maldad irrazonada o seg¨²n la maldad razonada, incluso a veces seg¨²n la raz¨®n de Estado. Los siniestros documentales de vida animal que se han apoderado de las programaciones televisivas, incluidos los del National Geographic, se complacen ofreci¨¦ndonos escenas de violencia animal para sobrevivir, supongo que para ocultar la imposibilidad de transmitir las matanzas b¨¦licas de seres humanos, matanzas que, mediatizadas, desarrollaron a ra¨ªz de la guerra de Vietnam una repugnancia cada vez m¨¢s extensa hacia las guerras y sus legitimidades. Tambi¨¦n la violencia de la competitividad, el canibalismo financiero, estrat¨¦gico y social que marca las pautas del nuevo orden moral se exculpan mediante la met¨¢fora de que las leonas se comen a Bambi para alimentar a sus cachorrillos, en equivalencia a la necesidad de que Bush se coma a los paname?os para que su hijo alg¨²n d¨ªa pueda ser presidente de Estados Unidos. ?Qu¨¦ gran contribuci¨®n har¨ªa National Geographic desviando la c¨¢mara hacia las carnicer¨ªas y canibalismo de cuello blanco! El poder bancario espa?ol acosando al banquero Coca hasta el suicidio, o Mario Conde y De la Rosa escalando bancales de cad¨¢veres de perdedores y, a su vez, engullidos por las fauces del establishment del poder pol¨ªtico financiero. ?Por qu¨¦ no se dan documentales etol¨®gicos sobre carnicer¨ªas alto standing o sobre la racionalizaci¨®n del mercado de trabajo? ?Por qu¨¦ poner en evidencia a una fam¨¦lica leona africana y no a Margaret Thatcher machacando a los obreros brit¨¢nicos para que su hijo pudiera hacer rallies por el desierto africano?
He seguido con atenci¨®n los trabajos y los d¨ªas que Jorge Riechman y Jes¨²s Moster¨ªn han dedicado a defender los derechos de los animales, temeroso de que a medida que seamos l¨²cidos de lo inmotivado de nuestra hegemon¨ªa nos pondremos en camino de una autodestrucci¨®n higi¨¦nica controlada, no de la incontrolada, hoy d¨ªa incontenible. A autodestrucci¨®n higi¨¦nica me sent¨® aquella emocionante propuesta de Bobbio en Destra e sinistra cuando plantea que el hombre revise su estatuto de dominaci¨®n con los animales. Insensato. Reconocer el derecho de autodeterminaci¨®n de la gallina ser¨ªa el principio del fin del orden espiritual y material del universo, la OTAN incluida, y por eso las religiones programan el sacrificio de las bestias como la gran dramaturgia del origen de nuestro imperialismo biol¨®gico, y en Espa?a matamos toros, aunque las corridas sean aburrid¨ªsimas y manipuladas, porque a¨²n no hemos comprobado que la Viagra nos preste los tacones postizos que todos necesitamos, menos el conde Lequio y sus parejas.
Se me dir¨¢ que ?con qu¨¦ derecho tiro esta piedra si hasta en los diccionarios enciclop¨¦dicos se me califica de gourmet? Casi todo proceso culinario implica la muerte de un ser vivo, sea animal o vegetal, y s¨®lo me cabe demostrar mi desacuerdo contra la cocina del infanticidio y de la crueldad. Se entiende por cocina de la crueldad aquella que no s¨®lo implica la muerte, sino tambi¨¦n tortura o violencia extrema contra el animal, sin que se sepa todav¨ªa la clase de dolor que experimentan los vegetales al ser mutilados, cortados o arrancados. El prototipo de cocina de la crueldad es el cebado de los animales para engordarlos a costa de su salud, pr¨¢ctica cada vez m¨¢s generalizada e hist¨®ricamente asumida en la cr¨ªa de las ocas, garant¨ªa de un excelente foie-gras, y de los pollos y cerdos condenados a la inmovilidad. Otro tipo de crueldad es el cocimiento de los animales vivos, pr¨¢ctica habitual con langostas, caracoles y con la trucha azul para que conserve su color, y es crueldad comer vivos algunos mariscos, estimuladas sus carnes por el ¨¢cido del zumo de lim¨®n. Hay pajarillos ahogados en aguardientes para que sus musculitos posteriormente proporcionen el aroma de su ¨²ltima involuntaria borrachera. Para obtener el caviar se destripan las hembras del esturi¨®n, se les quitan las huevas y a medio morir se las arroja a las aguas. Las piezas cazadas no siempre mueren del disparo del cazador, sino de las dentelladas de la jaur¨ªa que las persiguen. Se conocen recetas de lenguas de vol¨¢tiles cortadas en vivo y se ceba a los animales en las granjas impidi¨¦ndoles la libertad de movimientos y suministr¨¢ndoles piensos de engorde que incluso pueden ser perjudiciales para el consumidor humano de esas carnes, as¨ª como alimentaciones que provocan enfermedades en las bestias que luego han de ser exterminadas por procedimientos expeditivos, como en el caso de las vacas locas o los pollos belgas o los cerdos espa?oles, exterminados a tiros y a golpes, y a veces enterrados en vida en fosas comunes, cerca, muy cerca, de todas las fosas comunes que ha creado la cultura de la muerte a la espa?ola.
Concluyo tras un largo merodeo. Asumo mis contradicciones. Soy un reformista y me apuntar¨ªa a una ONG contra la crueldad en el exterminio de los seres comestibles, incluido el hombre y la mujer, a la espera de la lucha final entre Aquiles y la tortuga, en la confianza de que se confirme la liberadora victoria de la tortuga.
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