Indignidad
Partimos de considerar indigno todo comportamiento impropio, por abyecto, de la calidad del sujeto individual o colectivo que lo pone en pr¨¢ctica. Tal es el caso del presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, exhibiendo el m¨¦rito de haber vendido unos cuantos aerobuses a China a cambio de haber ofrecido una recepci¨®n principesca al presidente de uno de los reg¨ªmenes que encabezan a escala mundial la violaci¨®n sistem¨¢tica de los derechos humanos. Lo es tambi¨¦n, en un sentido muy pr¨®ximo, el de nuestro ministro de Asuntos Exteriores, que en el tema de la extradici¨®n solicitada a Pinochet confunde una y otra vez la estimable voluntad de mantener buenas relaciones con la inclinaci¨®n servil, visiblemente por la prioridad dada a las inversiones, ante las bravatas y los desplantes de un Gobierno chileno que un d¨ªa y otro prueba el grado de dependencia respecto de la instituci¨®n que protagonizara el 11 de septiembre de 1973. Los asesinados espa?oles en el tiempo que sigui¨® al golpe militar, despreciados por las autoridades chilenas cuando alguien intent¨® buscar responsabilidades, no cuentan a la hora de emitir un comunicado de respuesta o de adoptar una posici¨®n. Ante Chile, con el impagable respaldo de un Felipe Gonz¨¢lez convertido para este punto en te¨®rico de la neocolonizaci¨®n, la dignidad no ha existido. Y lo peor est¨¢ a¨²n por venir.Pero hay casos m¨¢s graves. Unos simb¨®licos, como el del siniestro general en jefe indonesio, convertido voluntariamente en cantor del asesinato en curso de miles de timorenses cuando le preguntaron por sus sentimientos ante lo que estaban haciendo los paramilitares protegidos por Yakarta. El Feelings entonado por Wiranto tiene asegurado un lugar en las p¨¢ginas negras de la simbolog¨ªa del siglo. Otros reales, demasiado reales, como todo lo que gira en torno a la nueva guerra de Chechenia. Con raz¨®n, los cr¨ªmenes contra la humanidad en Kosovo suscitaron una intervenci¨®n internacional, sumamente discutible en la forma jur¨ªdica y pol¨ªtica, pero con un fondo di¨¢fano. En cambio, la barbarie rusa en Chechenia no conmueve a nadie, ni a Clinton, ni a los Gobiernos de la Uni¨®n Europea, ni a Kofi Annan, ni a los intelectuales, tan propicios a adoptar gestos de autolegitimaci¨®n.
Por supuesto, Julio Anguita y sus seguidores no dan se?ales de existir al respecto: Chechenia no es la hermana Serbia de Milosevic. La solidaridad se reserva ahora en el caso de Anguita para hacer cuestaciones en favor de magistrados a quienes la justicia ha condenado por prevaricaci¨®n. Una vez cometida la indignidad pol¨ªtica de impedir con su escisi¨®n y su candidatura el triunfo de la izquierda en Catalu?a, llega la indignidad moral e intelectual al encarar la condena del juez G¨®mez de Lia?o sin el menor an¨¢lisis ni respeto hacia una instituci¨®n como el Tribunal Supremo, pero, eso s¨ª, con una descalificaci¨®n simple y un alineamiento visceral. Actitud explicable ¨²nicamente por el esp¨ªritu de venganza frente a quienes descubren su condici¨®n de organizador de desastres pol¨ªticos.
El ¨²ltimo, y no el menos importante, es su participaci¨®n subalterna, pero como aval no nacionalista, en la coalici¨®n de Lizarra. IU aqu¨ª nada pinta, salvo como florero, pero no deja pasar cada ocasi¨®n de servir de eco a los planteamientos abertzales. Que la polic¨ªa francesa detiene a una etarra en un control rutinario de carretera, ah¨ª tenemos al PNV, a EA y al propio Ibarretxe lamentando ese nuevo obst¨¢culo puesto por "Madrid" al proceso de paz. Y, de inmediato, Anguita filosofa y Alcaraz dictamina en el mismo sentido. Claro que en este terreno la palma de la indignidad corresponde a aquel partido pol¨ªtico que, d¨ªa a d¨ªa, se sirve de la coacci¨®n sostenida desde la amenaza del terror para erosionar el mismo sistema que gobierna y practica constantemente el chantaje de que no abrir las puertas a la destrucci¨®n del orden constitucional y estatutario equivale a propiciar la vuelta del terror que ejercer¨ªan sus mismos socios. Es la vieja historia del polic¨ªa "bueno" que apoya su interrogatorio en la amenaza de dejar el sitio libre a su colega dispuesto a emplear la tortura. PNV de un lado, EH-ETA de otro, est¨¢n jugando a la perfecci¨®n los respectivos papeles al ver fracasadas sus iniciativas pol¨ªticas durante el ¨²ltimo a?o.
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