LO QUE HAY QUE VER
El Museo de la Alfarer¨ªa Vasca cuenta con tres espacios cuya visita resulta imprescindible, adem¨¢s del que se dedica a la exposici¨®n de piezas. En la planta baja se encuentra el taller en el que Blanka G¨®mez de Segura y sus colaboradoras trabajan en la elaboraci¨®n de r¨¦plicas de las piezas cl¨¢sicas que luego se venden en la tienda adjunta. Un poco m¨¢s all¨¢, en un adosado a la casa que cobija las instalaciones, se halla la sala de exposiciones en la que ahora se muestra una cuidada colecci¨®n de las vajillas de cinco cofrad¨ªas (cuatro alavesas y una vizca¨ªna), con piezas que van del siglo XVI hasta los a?os setenta.Y ya, adosado al edificio de la casa, se encuentra el horno, el ¨²ltimo de los que se conservan en el Pa¨ªs Vasco, un inmenso paralelep¨ªpedo de piedra en el que se pod¨ªan cocer 8.000 piezas cada vez que se encend¨ªa. La ¨²ltima ocasi¨®n en que se vio en funcionamiento esta inmensa industria fue en el a?o 1958.
El proceso era m¨¢s que arduo, propio de herederos del santo Job. Durante cinco d¨ªas se iban colocando las piezas de forma ordenada, sobre tablones, que eran soportados tambi¨¦n por postes de madera. El horno ten¨ªa tres entradas y se llenaba hasta sus cerca de seis metros. Una vez que estaba repleto de piezas barro trabajado en el torno, se tapiaban las entradas y se encend¨ªa el fuego. Cuando la temperatura llegaba a 1.000 grados (lo que se comprobaba a ojo, por el resplandor que se ve¨ªa desde arriba), el horno era cerrado para que las piezas estuvieran cociendo durante 24 horas. Y luego, hab¨ªa que dedicar otras cinco jornadas para sacar las piezas reci¨¦n cocidas.
Y todav¨ªa hay m¨¢s por ver: la muestra de tejas escritas por los tejeros asturianos, que resulta una verdadera fuente de informaci¨®n para los historiadores, el torno de Gregorio Larringan, el molino para elaborar los esmaltes, la inmensa tinaja de la entrada, de origen castellano,...
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