Con TVE a cuestas
LA PROPUESTA lanzada por el secretario general del PSOE, Joaqu¨ªn Almunia, sobre un nuevo modelo de funcionamiento de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos introduce elementos distintos en un debate de car¨¢cter c¨ªclico sobre un problema que la democracia espa?ola no ha sabido o no ha podido resolver hasta ahora. De entrada, existe el compromiso p¨²blico del l¨ªder de la oposici¨®n, anunciado en un debate con el presidente del Gobierno en el Congreso, a hacer, caso de ser elegido, las reformas necesarias para que el director general de Radiotelevisi¨®n Espa?ola sea designado por el Parlamento y para crear un Consejo Audiovisual formado por personalidades independientes como ¨®rgano tutelar de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos. Algo parecido plante¨® Pasqual Maragall, en una reuni¨®n con de doscientos periodistas, durante la campa?a electoral catalana. Ni Aznar ni Pujol se han molestado en acusar recibo de la propuesta.Hay un modo facil¨®n de descalificar la propuesta de Almunia: recordar lo que los socialistas hicieron con Radiotelevisi¨®n Espa?ola cuando gobernaron. Pero los populares no pueden vanagloriarse de actuar mejor que los socialistas en el uso y el abuso a su servicio de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos. Har¨ªan bien, por tanto, en escuchar la propuesta y en pronunciarse sobre ella con argumentos concretos. No es serio desde?arla con el eterno recurso al pasado. Porque algo hay que hacer con los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos, tanto los del Estado como los de las comunidades aut¨®nomas. Y para que se llegue a hacer algo es importante poner el debate en la calle. Es la presi¨®n de la opini¨®n p¨²blica la ¨²nica que puede hacer mover las cosas.
Los modelos experimentados en otras democracias m¨¢s consolidadas que la nuestra buscan la despolitizaci¨®n de la autoridad audiovisual. Cuando vemos la facilidad con que los profesionales que aceptan cargos directivos en los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos se someten a las consignas de quien gobierna es leg¨ªtimo preguntarse si s¨®lo es culpa de los pol¨ªticos que no se den las condiciones para un modelo de independencia parecido al brit¨¢nico. Si la propuesta de Almunia diera como resultado una sustituci¨®n del monopolio del partido gobernante por un sistema de cuotas, el avance conseguido no ser¨ªa para enorgullecerse. Y, sin embargo, hay que intentarlo.
El Gobierno no tiene excusa para negarse a un nuevo consenso entre las fuerzas pol¨ªticas para acabar -o por lo menos dificultar- los abusos del poder en las televisiones y radios p¨²blicas. No cabe seguir echando balones fuera para, el d¨ªa en que le toque pasar a la oposici¨®n, convertirse en adalid del pluralismo que ha negado. Porque una cosa es cierta: el grado de utilizaci¨®n propagand¨ªstica de la televisi¨®n y la radio del PP es d¨ªficil de igualar. Convertir a Espa?a en un pa¨ªs en el que nunca pasa nada, en que todo lo que ocurre es para bien, obra y gracia de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, ya no es una cuesti¨®n de manipulaci¨®n, es la expresi¨®n de una mentalidad que conjuga con la paranoia del Partido Popular, que ve siempre enemigos por todas partes. Por estos caminos, por la din¨¢mica de la calumnia que algo queda por la que lleva el debate el portavoz del PP, Rafael Hernando, no se va a ninguna parte. Se propicia que se siga representandodo en el futuro una comedia ya demasiado vista, en la que los actores cambian de papel, pero el gui¨®n es el mismo.
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