Acabar antes, ?para qu¨¦?
Es algo aceptado entre la comunidad educativa y la sociedad en general que las necesidades de educaci¨®n son cada vez mayores. Los alumnos deben adquirir nuevos saberes y el aprendizaje se prolongar¨¢ necesariamente a lo largo de toda la vida. En este marco de una sociedad que muy acertadamente se ha denominado "sociedad del conocimiento", se sit¨²a una pol¨¦mica acerca de cu¨¢l es la jornada m¨¢s adecuada para nuestras escuelas. Responder a esta pregunta supone centrar la reflexi¨®n en los intereses de los ni?os y ni?as y tomar sus necesidades como el criterio que debe orientar las decisiones que a este respecto se adopten. En la medida en la que favorezcamos la calidad de las experiencias de educaci¨®n de los alumnos, en la que les ofrezcamos m¨¢s y mejor educaci¨®n, estaremos contribuyendo a su desarrollo, a su capacidad de incorporarse a la sociedad como personas felices, activas y responsables.Para analizar este problema convendr¨ªa distinguir entre el tiempo propiamente lectivo, en el que se llevan a cabo en los centros actividades de instrucci¨®n, y un tiempo no menos importante en el que las escuelas ofrecen otras experiencias que son tambi¨¦n educaci¨®n. Revisemos las caracter¨ªsticas de ambos espacios. ?Debe el horario lectivo desarrollarse de forma intensiva o continua? ?Es aconsejable que los alumnos tengan todas las clases de la jornada seguidas, sin un corte de comida y descanso? Hay argumentos claros para contestar que no a estas preguntas. La organizaci¨®n de los tiempos y los ritmos influye siempre en el aprendizaje, pero cuando hablamos de determinadas edades, esto es todav¨ªa m¨¢s importante. Los ni?os y las ni?as de 3 a 11 a?os necesitan momentos de cambio y ruptura que les permitan descansar y recuperar la atenci¨®n. Y estos cortes en las actividades lectivas no pueden ser excesivamente breves. La comida es tambi¨¦n un elemento necesario. Teniendo en cuenta las horas que pasan entre el desayuno y el momento de la comida, que por desgracia van aumentando sobre todo en zonas donde el desplazamiento al colegio lleva tiempo y en los casos en que los progenitores tienen que irse antes dejando a los ni?os ya preparados, no es razonable dilatar a¨²n m¨¢s el horario del comedor. En la mayor¨ªa de los sistemas educativos europeos este corte de comida existe, si bien es cierto que no tiene por qu¨¦ ser tan largo como el que ahora hay en la mayor parte de nuestros centros. Para evitar los cuatro viajes al colegio que en algunos casos esto puede suponer a las familias, habr¨ªa que asegurar que el comedor fuera un servicio generalizado con el suficiente n¨²mero de becas para que ning¨²n ni?o dejara de utilizarlo por razones econ¨®micas.
Adem¨¢s de estas razones estrechamente ligadas a caracter¨ªsticas b¨¢sicas del desarrollo, no debemos olvidar otro argumento. En los recreos los alumnos aprenden cosas tan valiosas como en las aulas, como bien saben los profesores. Los espacios de ocio son ¨¢mbitos privilegiados para educar en la afectividad, en la interacci¨®n social, en las aficiones, en la amistad. Estos recreos deben tener, pues, una duraci¨®n que permita llevar a cabo juegos y actividades que exigen un m¨ªnimo de tiempo. La jornada que puede dar respuesta a estas necesidades no es desde luego la denominada jornada continua. Respetando este equilibrio, se pueden organizar muchos horarios. El problema no es acabar a las cinco o acabar a las tres. El problema es c¨®mo distribuir internamente las actividades para asegurar que estas condiciones se cumplan.
Pero, en mi opini¨®n, el debate sobre el que nos ocupamos tiene otra dimensi¨®n importante que se refiere a ese otro tiempo educativo que los centros deben ofrecer. La educaci¨®n escolar comparte sus funciones con otros contextos educativos entre los que destaca por su importancia la familia. Los cambios que en ella se est¨¢n produciendo obligan a su vez a reconsiderar las necesidades infantiles a las que la escuela debe contribuir a dar respuesta.
Muchas familias tienen un horario que no les permitir¨ªa atender a sus hijos si ¨¦stos abandonaran la escuela antes de lo que ahora lo hacen. Una mayor oferta de actividades educativas en los centros, si bien ya no de car¨¢cter lectivo, es hoy en d¨ªa una necesidad que la sociedad est¨¢ poniendo claramente de manifiesto. Y estas actividades no pueden depender de la voluntad y la capacidad de las familias de cada centro para organizarlas y financiarlas. Ello supondr¨ªa el riesgo de que precisamente aquellos que m¨¢s lo necesitan, pudieran no tener esta oferta. La escuela tiene una funci¨®n irrenunciable de compensaci¨®n de las desigualdades que se ver¨ªa amenazada. Deber¨ªan ser las administraciones, en especial los ayuntamientos por su proximidad a los centros, los que garantizaran este tiempo educativo para todos sin discriminaci¨®n posible por motivos econ¨®micos. Y actualmente esto no est¨¢ asegurado.
Por otra parte, en la discusi¨®n sobre la jornada continua se ha mezclado indebidamente la leg¨ªtima aspiraci¨®n de los docentes a mejorar sus condiciones laborales. El horario de los docentes no tiene por qu¨¦ coincidir con el de los alumnos. Una jornada partida no implica necesariamente un ¨²nico horario posible para el profesorado. Y no es conveniente entrecruzar ambas reflexiones.
Sin duda la pol¨¦mica tiene m¨¢s matices de los que en estas l¨ªneas se han apuntado y que no es posible recoger en este corto espacio. Pero hay dos que no me resisto a dejar planteados aunque sea como meras preguntas. ?Podr¨ªa tener algo que ver en los resultados m¨¢s favorables que habitualmente obtiene el alumnado de determinadas comunidades aut¨®nomas en los estudios de evaluaci¨®n el hecho de que mantengan una jornada partida, incluso en educaci¨®n secundaria? Sin pensar por supuesto que ¨¦ste sea el ¨²nico factor que explica esta realidad, no deber¨ªamos dejar de valorarlo. Por otra parte, ?por qu¨¦ si la jornada continua es tan positiva, la ense?anza privada a la que en muchas ocasiones se asocia, con raz¨®n o sin ella, a una educaci¨®n de calidad no se ha planteado la necesidad de este cambio, y, por el contrario, considera la amplitud y riqueza de su oferta educativa uno de los pilares de sus centros?
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