Va por t¨ª, Vicente
MANUEL TALENS
Sin duda aquella tarde de hace un a?o que fui con mis dos hijos a la cervecer¨ªa Madrid, invitado por mi amigo Vicente Mu?oz Puelles a la presentaci¨®n de su libro ?scar y el le¨®n de Correos, pens¨¦ que estaba asistiendo uno de tantos actos culturales donde algunos -siempre los mismos- solemos encontrarnos con gente de la misma cuerda y aprovechamos para tomar un cava.
La aldea global en que ya hemos irrumpido sin darnos cuenta, en su af¨¢n por comercializarlo todo, ha logrado frivolizar cosas que hasta hace poco eran sagradas, desde la reproducci¨®n -ahora un asunto de probetas y tecnolog¨ªa- hasta la guerra, que de ser una actividad ¨¦pica en la que, seg¨²n dec¨ªan, se forjaba el temple de los h¨¦roes, ha llegado a convertirse en un trabajo de ocho a cuatro, con sofisticados pilotos de la OTAN que se montan en el avi¨®n por la ma?ana, pegan tres bombazos, matan a unos cuantos centenares de malos, vuelven a la base, se duchan y duermen al beb¨¦. Decididamente el mundo ya no es lo que era.
El universo de la edici¨®n y de la prensa -donde me muevo- no es ajeno a la frivolidad que acabo de mencionar. Es m¨¢s, a causa de su capacidad de cautivar a las masas y del car¨¢cter teatral de su propia esencia, atrae cada vez m¨¢s a toda una horda de arribistas, sin nada que ofrecer pero a la b¨²squeda de esos minutos de gloria que mencionara Andy Warhol. Y as¨ª, proliferan como hongos prensa amarilla, revistas del coraz¨®n, Antonios Galas, escribidores disl¨¦xicos y editoriales dedicadas al pelotazo ef¨ªmero -pero rentable-, a premios planetas, premios de aqu¨ª y premios de all¨¢, de tal manera que en la actualidad lo dif¨ªcil es encontrar un escritor virgen de alg¨²n laurel.
Ciertamente aquella tarde en la cafeter¨ªa Madrid comet¨ª un error de apreciaci¨®n, pues mientras escuchaba a Vicente disertar sobre su libro, estaba presenciando sin sospecharlo un fragmento de la peque?a historia literaria de este pa¨ªs, nada menos que la entrada en sociedad de un futuro Premio Nacional. Y es que en toda esa selva inextricable de vanidades, s¨®lo queda un galard¨®n que haya mantenido el prestigio y el peso espec¨ªfico de otra ¨¦poca: el Nacional, y obtenerlo es hoy en d¨ªa tan consagrante como cuando en su juventud lo hizo Rafael Alberti por Marinero en tierra.
Pues bien, desocupado lector, esa corona es la que acaba de obtener Mu?oz Puelles con su ?scar y el le¨®n de Correos, en la categor¨ªa de Narrativa Infantil y Juvenil. Con el Nacional est¨¢ ya canonizado en la literatura espa?ola de este siglo que llega a su fin: hermosa manera de culminar una trayectoria larga y fruct¨ªfera que no voy a enumerar por ser de todos conocida. En cambio, s¨ª quisiera evocar aqu¨ª una sutileza humor¨ªstica que le o¨ª hace poco a Marc Granell: que los verdaderos homenajes a un artista son esos que llegan en vida, no los que reciben la viuda o los hijos como un p¨¦same de circunstancias. A Mu?oz Puelles el suyo le llovi¨® el viernes pasado, en el poder¨ªo de la edad y de la fuerza creativa, cuando a¨²n le quedan miles de p¨¢ginas que escribir y muchos a?os de alegr¨ªa que compartir con nosotros, sus compa?eros, sus adeptos, quienes lo queremos y hacemos nuestra su satisfacci¨®n.
Por eso, desde estas l¨ªneas alzo mi copa y bebo en su honor. Va por t¨ª, Vicente.
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