La fiesta de las almas
Nuestro pueblo cre¨ªa que, cada a?o, las animetes, a partir del mediod¨ªa de Todos los Santos, abandonaban el Purgatorio para reencontrarse con sus familiares. De hecho, desde la tarde de ayer, se generalizan los mitigados resplandores de purificador aceite y espiritual cera. En muchas casas, hoy, todav¨ªa, est¨¢n abiertas las ventanas, se tienen las camas hechas y se pone la mesa por si acuden los parientes en esp¨ªritu. Dedicar un d¨ªa a orar por los muertos es un h¨¢bito mon¨¢stico: el a?o 998 el abad de Cluny Odil¨®n escogi¨® la fecha del 2 de noviembre, tras enterarse de que en las proximidades del siciliano Etna se o¨ªan desesperados alaridos de los demonios porque con las oraciones y, especialmente, con las limosnas de los vivos les arrebataban los finados; as¨ª, empez¨® un extenso comercio, un intenso tr¨¢fico o de sufragios y funerales por esos seres flotantes e ingr¨¢vidos: Por las pobrecitas almas / todos debemos rogar / que Dios las saque de penas / y las lleve a descansar. En los siglos XIII y XIV esta memoria se difunde desde Roma y fue completada en el siglo XV en Valencia con el uso de celebrar cada sacerdote tres misas para satisfacer todas las demandas. Esta aportaci¨®n valenciana fue extendida en 1915 a la iglesia universal por Benedicto XV. En el subconsciente colectivo quedan restos de la creencia de que los difuntos, durante meses, no se resignan a partir y rondan las casas donde vivieron. Por ello, es necesario serenarlos con toda clase de ceremonias -rosarios, 40 misas gregorianas, responsos (Liberame, Domine, de morte aeterna in die illa tremenda) y absoluciones (Non intres in jud¨ªcium cum servo tuo) y, para que vayan al otro mundo, ofrendarles comida para el camino -panellets, casta?as-, y alumbrarles la senda; de ah¨ª las l¨¢mparas de aceite, que nuestro pueblo llama animetes.
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