Desequilibrio tenaz
EN LOS ocho primeros meses del a?o, el d¨¦ficit comercial, es decir, la diferencia entre importaciones y exportaciones, es casi un 60% superior al registrado en el mismo periodo de 1998. Las exportaciones apenas crecieron un 1%, mientras que las compras al exterior lo hicieron a un ritmo de casi el 10%. Mal asunto, porque ese desequibrio empieza a convertirse en una tendencia profunda que refleja la p¨¦rdida de competitividad de la econom¨ªa y porque no puede explicarse s¨®lo con la complaciente coartada del diferencial de crecimiento espa?ol frente al promedio de los pa¨ªses europeos.No hace falta recurrir a otros casos para entender que es posible crecer sin que el desequilibrio exterior alcance magnitudes inquietantes. Lo ha hecho Espa?a en el pasado reciente y lo puede seguir haciendo si la capacidad competitiva de nuestras empresas no disminuye. La amenaza principal para esa competitividad radica hoy en el comportamiento de la inflaci¨®n. Todav¨ªa es pronto para explicar que una parte del deterioro exterior puede atribuirse a nuestro ritmo de crecimiento de los precios, pero no cabe duda de que su persistencia puede estar restando ox¨ªgeno a las exportaciones y dando un impulso mayor a las importaciones. Por eso es tan urgente que, m¨¢s all¨¢ de determinadas actuaciones excepcionales, se act¨²e de lleno sobre la competencia en determinados sectores.
Con los datos disponibles hoy, el sector exterior de la econom¨ªa espa?ola ser¨¢ en el conjunto de 1999 un freno importante para el crecimiento. Ya no ser¨¢n suficientes los excepcionales ingresos por turismo para compensar el d¨¦ficit comercial. Lo m¨¢s probable es que el d¨¦ficit por cuenta corriente supere el 1% del PIB. Para el a?o 2000 no conviene, como empieza a ser frecuente en el Gobierno ante algunos problemas econ¨®micos urgentes, adoptar una actitud de confianza en el entorno: en la recuperaci¨®n de las econom¨ªas centrales de la UE, en que el precio del barril de petr¨®leo descienda, en que el euro siga con un tipo de cambio favorable. Frente a esta pol¨ªtica de la suposici¨®n optimista, la obligaci¨®n del Gobierno es subsanar aquellas limitaciones que ya son expl¨ªcitas en nuestro sistema econ¨®mico. Aunque para eso tenga que despertar de esa especie de siesta preelectoral en la que los responsables econ¨®micos parecen estar sumidos desde hace meses.
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