Cronista en el universo
?Qu¨¦ es el universo? O, mejor dicho, ?qui¨¦n es el universo? Mi amigo Carlos Chimal -escritor mexicano y gran defensa central de f¨²tbol- entrevist¨® hace poco en Veracruz al profesor Martin J. Rees, astr¨®nomo real de Gran Breta?a, del que no hab¨ªa yo o¨ªdo hablar nunca pues mi ignorancia en cuestiones del mundo cient¨ªfico era hasta ese momento total.Chimal le preguntaba a Rees c¨®mo ve¨ªa el futuro del universo y ¨¦ste le dec¨ªa que todo lleva a pensar que el universo seguir¨¢ expandi¨¦ndose, e incluso que est¨¢ aceler¨¢ndose, lo que significar¨ªa que existe una fuerza extra que acent¨²a dicha expansi¨®n. Chimal acaba su entrevista dici¨¦ndose: "As¨ª que ?qui¨¦n es el universo?, ?un expansionista acelerado?".
Al leer esto, yo vi a Dios como un expansionista acelerado. Despu¨¦s, le imagin¨¦ encerrado en una habitaci¨®n en las alturas, convertido en el Gran Sintonizador. Lo imagin¨¦ as¨ª porque la entrevista de Chimal me llev¨® a leer libros de filosof¨ªa de la ciencia. Una cosa me llev¨® a la otra, del mismo modo que yo me hab¨ªa puesto a leer la entrevista de Chimal porque me hallaba totalmente angustiado ante el supuesto mundo real, porque llevaba horas deprimido ante lo que o¨ªa y ve¨ªa, acribillado por Crivill¨¦, por la mediocridad de los pol¨ªticos catalanes, por la instructiva pol¨¦mica sobre la val¨ªa real de Bogarde, por Anguita pasando el cepillo... En otras palabras, me hab¨ªa puesto a leer la entrevista con el astr¨®nomo real de Gran Breta?a porque me pareci¨® la ¨²nica posibilidad que me quedaba de pensar en las cosas que realmente merecen atenci¨®n. Leer las declaraciones de Rees me llev¨® a olvidar la grisura de mi vida en Catalu?a y pas¨¦ a consultar otros libros que se ocupaban del universo. Hall¨¦ la imagen del Gran Sintonizador en Universo sin fin de, Cayetano L¨®pez (Taurus, 1999). Ah¨ª m¨¢s o menos se dice (digo m¨¢s o menos porque yo a?ado siempre imaginaci¨®n a lo que leo) que quienes no pueden entender la perfecci¨®n de los seres vivos sin el concurso de una voluntad deliberada y de una destreza suprema, pueden pensar en un Gran Sintonizador, que para m¨ª ser¨ªa Dios encerrado en una habitaci¨®n en las alturas, a solas con su angustia. Este Dios dispondr¨ªa de un panel con decenas de diales, como los que sirven para sintonizar una radio, cada uno pudiendo marcar el valor de la masa de una part¨ªcula elemental o de una de las constantes fundamentales, de modo tal que, fuera de una combinaci¨®n precisa de posiciones de esos diales, los universos ser¨ªan mudos y est¨¦riles: la radio permanecer¨ªa en silencio o emitir¨ªa ruidos sin sentido. Este Dios estar¨ªa encerrado a solas con su angustia, desesperado porque siempre da con un solo dial, el de la Tierra, un dial que emite s¨®lo conversaciones sobre la crisis de Roci¨ªto y otros ruidos sin sentido.
A eso me ha llevado escapar de la grisura de la realidad y perderme en libros de investigaci¨®n cient¨ªfica, libros que me han situado en un mundo fascinante que muy atrapado me tiene, por mucho que he descubierto que todos esos libros -el magn¨ªfico, por ejemplo, La estructura de la realidad, de David Deutsch, Anagrama 1999- acaban siempre igual, diciendo que, ateni¨¦ndonos a los hechos m¨¢s simples y a las consecuencias que de ellos se derivan, estamos seguros de muy pocas cosas, pues -como dice Peebles en La evoluci¨®n del universo, Scientific American, febrero 1998- no sabemos por qu¨¦ hubo un Big Bang o qu¨¦ puede haber existido antes, no sabemos si el universo tiene hermanos (otras regiones en expansi¨®n fuera de nuestro horizonte observable), ni comprendemos por qu¨¦ las constantes de la naturaleza tienen los valores que tienen. En definitiva, que no sabemos nada. Pero eso no me quita las ganas de, con tal de olvidarme de la mediocridad reinante -que si nacionalismo o no, por ejemplo...-, seguir tan campante, viajando por el universo, leyendo todos los libros cient¨ªficos que encuentro. No he perdido las ganas de seguir viajando en el espacio, ni siquiera cuando el otro d¨ªa descubr¨ª que el profesor Rees acababa de pasar por Barcelona, donde se hab¨ªa comido un gran plato de rovellons. Reconozco que, por unos instantes, volv¨ª a la realidad, pero s¨®lo por unos momentos porque de inmediato activ¨¦ mi sistema de defensas y me acord¨¦ de que en realidad la raza humana no es m¨¢s que escoria qu¨ªmica sobre un planeta de dimensiones discretas, el cual orbita alrededor de una estrella nada notable en el borde de una galaxia que no se distingue en absoluto de los cientos de miles de millones de galaxias restantes. Creo que esto ha de hacernos comprender mejor que a veces Rivaldo se sienta triste. Y yo con ¨¦l. No faltar¨ªa m¨¢s.
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