Cuatro brit¨¢nicas batallan contra la obligaci¨®n de ponerse falda
La guerra de las faldas ha estallado en el Reino Unido. Primero fue una colegiala, Claire Hall, de 14 a?os, que demand¨® a su escuela por no dejarle llevar pantalones de uniforme. Judy Owen, gerente de la Asociaci¨®n de Golfistas Profesionales, fue la siguiente v¨ªctima. Su jefe le dijo que se pusiera falda, y ella renunci¨® al cargo no sin antes denunciarle por discriminaci¨®n sexual ante un tribunal laboral. Lynn McKay y Debbie Sheen han sido las ¨²ltimas en sumarse a la lista de ca¨ªdos. Son guardas de seguridad de Securitas en el Eurostar, el tren que atraviesa el canal de la Mancha, y prefieren los pantalones para agacharse o perseguir polizones. Despedidas, su caso llegar¨¢ en breve ante los jueces.Claire Hall sabr¨¢ pronto si su obstinaci¨®n ha servido para algo. La comisi¨®n gubernamental que vela por la igualdad de oportunidades apoya su demanda, y la decisi¨®n de los tribunales es inminente. Su escuela es mixta y se siente m¨¢s c¨®moda llevando pantalones, es decir, el mismo uniforme que los chicos. Sus padres la han apoyado desde el principio, y la curiosidad de la prensa ha hecho que sus compa?eras de fatigas hayan recurrido tambi¨¦n a los medios de comunicaci¨®n para hacer valer sus derechos.
Judy Owen reclama algo m¨¢s que el pantal¨®n. Gracias a su sueldo de siete millones de pesetas anuales en la asociaci¨®n de golf, su hija de ocho a?os asist¨ªa a un colegio de pago. Ahora ha tenido que dejarlo. Durante el juicio, todav¨ªa en marcha, ha descrito, adem¨¢s, a su jefe directo, Gerry Paton, como un tipo rudo que fomentaba un ambiente sexista en la oficina. "Llamaba a las mujeres golfistas lesbianas y marimachos, y me dijo que no lograr¨ªa cambiar las normas de la casa por la fuerza". Para su sorpresa, otras 12 empleadas del club han acudido a la vista, todas con falda, y defendiendo a sus jefes.
Debbie Sheen y Lynn McKay, que fueron escoltadas por representantes de la propia compa?¨ªa fuera de la terminal ferroviaria de Waterloo, y privadas de sus pases personales, han puesto su caso en manos de los sindicatos.
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