Los actores de la radio
A la radio s¨®lo es posible asomarse por la ventanita del o¨ªdo, que se conecta sutilmente con la imaginaci¨®n para ayudar a trazar rostros. Cuando, en ocasiones m¨¢s o menos excepcionales como el 75? aniversario de la Cadena SER, se abre la casa de las ondas de par en par para mostrar la bilis, la presi¨®n arterial y el corazoncito, se desconecta autom¨¢ticamente el cable entre el t¨ªmpano y la fantas¨ªa y se activan resortes reservados para una funci¨®n de teatro. "Yo he hecho teatro aficionado, y tengo la misma sensaci¨®n. Es la radio-teatro", confiesa Gemma Nierga, que ayer dirigi¨® La ventana desde el antiguo teatro ?lvarez Quintero, en Sevilla. Una funci¨®n radiof¨®nica as¨ª obliga a modificar los h¨¢bitos de sus conductores, como Nierga: "Tienes que hacer un esfuerzo para canalizar bien todas las emociones del p¨²blico que est¨¢ en la sala y evitar que el oyente que est¨¢ en Badajoz o Santiago no se sienta excluido". El p¨²blico, que llen¨® ayer el patio de butacas, se convierte en otro invitado m¨¢s del espacio, aunque sin demasiada consciencia de ello. "Y menos mal que no lo son", aduce la periodista.
Nierga dirigi¨® ayer tres horas rebosantes de risas, aplausos y palmas r¨ªtmicas (de acompa?amiento a Triana Pura y Pastora Soler), que finalizaron con una larga sesi¨®n de aut¨®grafos. La experiencia, "irrepetible" para la directora de La ventana por la calidez y la entrega de la gente. Pero el p¨²blico no se fue en absoluto de balde. Las carcajadas se activaron con frecuencia por las intervenciones de Boris Izaguirre, el ¨²ltimo llegado al panorama de los show-man, que ha rentabilizado su habilidad para provocar con descaro e inteligencia y siempre desde su condici¨®n gay.
Izaguirre, en su l¨ªnea, le pregunt¨® al arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, cu¨¢l era el secreto de "su piel fant¨¢stica". Monse?or ri¨® y elev¨® los ojos al cielo -los religiosos no miran hacia arriba- como si quisiera encomendarse a Dios. El prelado, uno de los invitados de La ventana, se sonroj¨® ayer con m¨¢s frecuencia de la que probablemente desear¨ªa. Algo que, de no estar en el teatro, era imposible percibir. Rosa Villacast¨ªn, colaboradora del equipo, le dijo que era muy guapo en plena cara, a lo que Carlos Amigo respondi¨® con un rubor divino. "Comprender¨¢ que su presencia aqu¨ª es de alt¨ªsimo morbo", remach¨® Izaguirre.
Zambullirse entre las arterias de la radio humaniza a sus protagonistas, rodeados siempre por un halo de misterio. Acudir a una sesi¨®n de tres horas de La ventana, por ejemplo, permite averiguar que Gemma Nierga, la periodista que salt¨® a la fama por saber escuchar (en el programa Hablar por hablar de la Cadena SER), tiene tendencia a mordisquear algo -el bol¨ªgrafo o sus u?as- para aliviar la tensi¨®n. Que se tapa la boca cuando rompe a re¨ªr a carcajadas y que sonr¨ªe de forma permanente mientras est¨¢ en el aire. S¨®lo en las pausas publicitarias adopta un ligero tono circunspecto para hablar con su equipo de lo que est¨¢ a punto de suceder. Ayer, confes¨® despu¨¦s, fue incapaz de adoptar "la seriedad o frialdad, a veces necesaria".
En emisiones as¨ª se puede ver ese lenguaje singular que utilizan los hacedores de radio para comunicarse con su equipo. Nierga puede despedir amablemente a una oyente de Valencia, mientras gesticula a una velocidad vertiginosa para ordenar cambios. Lo primero se oye, lo segundo pertenece a los entresijos ocultos del programa. La magia de la radio consiste en su capacidad para tamizar tensiones y nervios de tal forma que se s¨®lo se percibe un acabado perfecto. A esa magia, el alcalde de Sevilla, Alfredo S¨¢nchez Monteseir¨ªn, que hizo una incursi¨®n radiof¨®nica en un programa sobre salud, piensa dedicarle una calle. Ayer lo anunci¨® en directo.
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