S¨ª
Nos reunimos en La vi?a del se?or (taberna honrada) para despedir a Ferr¨¢n. Cada a?o mi colega da un curso de filosof¨ªa en Bogot¨¢ que le sirve, de paso, para olvidar la fr¨ªa violencia de nuestra ciudad y descansar en la violencia caliente de la capital americana. Comparadas con la destrucci¨®n silenciosa, invisible, de las sociedades controladas, las bombas son casi humanas. All¨ª me encontr¨¦ con Florit, impecable jugador de rugby que todav¨ªa hoy, pasada la cincuentena, puede derribar un novillo de un pu?etazo. Pero no mata becerros, ense?a historia moderna. Y a Jordi. La ¨²ltima vez andaba te?ido de rubio, ahora su melena blanca le da un aire senatorial. Comentamos la vitalidad de los denominados "antifascistas", a quienes quiz¨¢s ser¨ªa m¨¢s exacto llamar "neoespartakistas". Luego me reprendi¨® por utilizar en exceso la iron¨ªa. "Has de escribir algo m¨¢s afirmativo", dijo. Tambi¨¦n estaban Neus y Ana, Eduardo y Javier, con libros y edificios girando como sat¨¦lites en torno a sus cabezas. Y la boina de V¨ªctor, tapadera popular de un cr¨¢neo cargado con dinamita. Ve¨ªa yo a mis amigos de hace 30 a?os, consideraba sus vidas, y me repet¨ªa la frase de Jordi: "Escribe algo afirmativo".La afirmaci¨®n es un "s¨ª" a la creaci¨®n. Afirmar es admitir que hay algo digno (pero no muerto), capaz de redimir la caricatura de nuestro mundo, algo que vence a la resignaci¨®n. Sin duda el ir¨®nico reconoce su incapacidad para derrotar a los gestores de la destrucci¨®n. El ir¨®nico ya no espera una fiesta de la raz¨®n. ?Qu¨¦ fiesta (o bomba) podr¨ªa calentar el charco helado y sus joviales ranas archicapitalistas? Durante el regreso a casa son¨® en el coche un disco que Harmonia Mundi regala a sus amigos. Un grupo de almas cantaba: "Alegr¨¦monos, alabad el d¨ªa". Yo estaba alegre y alab¨¦ el d¨ªa. Era una m¨²sica adecuada y exacta que certificaba la excelencia del d¨ªa y la noche transcurridos. En cierto modo garantizaba su continuidad.
Lo gratuito es, por definici¨®n, impagable e inmune al fracaso. ?Qu¨¦ podemos hacer para cazar ese instante que es una gracia, un regalo inesperado? Poco. No agacharse cuando pasa, supongo. Las vidas ejemplares son tambi¨¦n gratuitas, no tienen precio, no se pueden comprar, son un regalo a veces tr¨¢gico pero siempre afirmativo. Por lo menos la otra noche, volviendo a casa, habr¨ªa jurado que as¨ª es.
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