Pego
MIGUEL ?NGEL VILLENA
Vista desde el resto de Espa?a, la Comunidad Valenciana aparece como un lugar pl¨¢cido y luminoso, recostado sobre las azules aguas del Mediterr¨¢neo y apenas salpicado por unos cuantos cr¨ªmenes espeluznantes. Si bien es cierto que los valencianos no figuran a la cabeza en n¨²mero de delitos sangrientos por habitante, no deja de resultar evidente que las cr¨®nicas de sucesos de la prensa nacional suelen estar te?idas de un rojo con denominaci¨®n de origen en Valencia, Alicante o Castell¨®n. Desde aquella casa de los horrores de la capital de La Plana a la terror¨ªfica residencia de ancianos de Formentera del Segura, descubierta estos d¨ªas, pasando por la contaminaci¨®n de hepatitis en el hospital La Fe las comarcas valencianas ofrecen un amplio cat¨¢logo de homicidas, desaprensivos, navajeros y agresores de diversos pelajes. As¨ª las cosas, no es extra?o que el pr¨®ximo lunes comience en Valencia una reuni¨®n internacional sobre psic¨®patas y asesinos en serie. Suena a co?a, pero es rigurosamente verdadero.
Los expertos acostumbran a barajar algunas razones para explicar este car¨¢cter caliente de los valencianos. Se habla de una sociedad marcada por la lucha ancestral por la tierra, se argumentan los excesos achacables a un clima c¨¢lido y h¨²medo, se alega la condici¨®n valenciana de tierra de paso de gentes muy diversas, se recuerda la existencia de puertos industriales... Pero, que yo sepa, nadie se ha puesto a investigar los motivos profundos del alma de un pa¨ªs -si existen- que llevan, por ejemplo, a las intolerables declaraciones contra las mujeres del alcalde de Pego. Porque cabr¨¢ recordar que el independiente Carlos Pascual alcanz¨® la alcald¨ªa el pasado mes de junio aupado por la mayor¨ªa absoluta de los vecinos de este pueblo agr¨ªcola del Pa¨ªs Valenciano profundo. Distante apenas unos kil¨®metros geogr¨¢ficos de la costa, pero a a?os luz de las sociedades abiertas al mar, algo repulsivo debe anidar en el subconsciente colectivo de localidades como Pego para que sus habitantes no hayan desalojado a un tipo como Pascual del sill¨®n de la alcald¨ªa.
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