El temor a la revancha comunista permite la reelecci¨®n de Kuchma en Ucrania
Como los rusos en julio de 1996, los ucranios tuvieron que elegir ayer entre lo malo y lo peor. Y, pese a estar desencantados con un presidente, Leonid Kuchma, durante cuyo mandato han florecido la pobreza, la desigualdad y la corrupci¨®n, prefirieron volver a votarle antes que dar el salto en el vac¨ªo que hubiese supuesto elegir al comunista Piotr Simonenko. Se impuso el voto del miedo. Esta madrugada, con el 82% de los votos escrutados, Kuchma, con un 56,23%, superaba en casi 20 puntos a su rival (37,86%). La participaci¨®n fue superior al 73%.
Por la ma?ana, cuando emiti¨® su sufragio, el presidente prometi¨® que, en caso de ser reelegido, continuar¨ªa con su pol¨ªtica de reformas, y amenaz¨® con que, si el Parlamento la bloqueaba, no dudar¨ªa en disolverlo. Incluso dio a entender que podr¨ªa convocar un refer¨¦ndum para crear una segunda C¨¢mara que act¨²e como contrapeso a la ahora ¨²nica, dominada por sus enemigos, desde las legislativas de marzo de 1998.En el Oeste del pa¨ªs, cuna del nacionalismo, y que la URSS se trag¨® con el pacto Hitler-Stalin de 1939, la disyuntiva se planteaba en t¨¦rminos dram¨¢ticos: mejor solos que con Rusia. Simonenko sufri¨® en carne propia este temor: apenas si arrancaba all¨ª el 5% de los votos.
Vasili Stepanovich Kuibida, de 41 a?os, alcalde de Lvov, la capital de Ucrania Occidental, y miembro del partido nacionalista Ruj (Movimiento), que jug¨® un papel decisivo en la lucha por la independencia, explicaba poco antes de abrirse los colegios electorales por qu¨¦ se votar¨ªa en masa en su ciudad contra Simonenko: porque su victoria no se aceptar¨ªa y pondr¨ªa en peligro la unidad del pa¨ªs. Lo ilustraba con su caso personal que, afirma, no es muy distinto del de una de cada tres familias de la regi¨®n: "A mi abuelo lo mat¨® el NKVD [la polic¨ªa pol¨ªtica]. Mi padre y mi madre fueron condenados a 10 a?os de reclusi¨®n en Siberia. Ella qued¨® inv¨¢lida. Mi suegro recibi¨® una sentencia de 15 a?os. Su delito fue no pensar como el poder sovi¨¦tico. Mi mujer y yo nacimos en Siberia. ?Le parecer¨ªa l¨®gico que yo me quedase sentado, sin hacer nada para evitar que a mis hijos los mandasen al Gulag [campos de concentraci¨®n]?".
El 'opresor ruso'
Ni siquiera el terror dobleg¨® nunca del todo a esta regi¨®n, cat¨®lica hasta el tu¨¦tano pese a que Stalin redujo a esta confesi¨®n a las catacumbas, y que gusta de mirar hacia la Uni¨®n Europea e incluso Polonia antes que hacia el Norte y el Este del antiguo opresor ruso. Para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n de Ucrania Occidental resultaba aterrador el fantasma que evocaba Simonenko de recrear en parte la URSS, sum¨¢ndose a la uni¨®n de Rusia y Bielorrusia.
Los nuevos ucranios que, al igual que en Rusia, al rebufo de la corrupci¨®n y el expolio de los bienes estatales, con la tolerancia cuando menos de Kuchma, se han enriquecido escandalosamente en los ¨²ltimos a?os, ten¨ªan ayer preparadas las maletas para volar hacia Espa?a u otros "para¨ªsos occidentales" en el caso de que ganase Simonenko. Un dirigente de la campa?a del presidente aseguraba, medio en serio medio en broma, que esperar¨ªa el resultado al otro lado de la frontera con Polonia. Ya puede volver a casa. Pas¨® el peligro.
El temor a recibir la factura por los excesos de los ¨²ltimos a?os coexist¨ªa con la convicci¨®n de que, despu¨¦s de todo, Simonenko no pod¨ªa ganar, a pesar de haber conseguido para la segunda vuelta el apoyo de los candidatos clasificados en tercero y cuarto lugar en la primera vuelta: el socialdem¨®crata Alexandr Moroz y la socialista radical (m¨¢s roja que el propio candidato comunista) Natalia Vitrenko.
Kuchma, por su parte, repiti¨® la jugada de Yeltsin en 1996, y nombr¨® jefe del Consejo de Seguridad Nacional al ex primer ministro Yevhen Marchuk, con la esperanza de atraerse su 8% de votos. Entonces, Kuchma obtuvo el 36%, y Simonenko el 22%.
Parad¨®jicamente, Kuchma, que ahora enarbola la bandera nacionalista, jug¨® la carta contraria en las elecciones de 1994, cuando dijo que convertir¨ªa al ruso en el segundo idioma oficial. No cumpli¨® su promesa, pero su castigo por hacerla fue lograr tan s¨®lo el 4% de los votos emitidos en Lvov. Entonces, ni siquiera hablaba bien ucraniano. Todav¨ªa hoy, pese a ser ¨¦se el idioma que utiliza en p¨²blico, se nota que mam¨® el ruso desde la cuna. En tiempos de la URSS fue tan sovi¨¦tico como el que m¨¢s, un jefazo del complejo militar-industrial. Y se movi¨® como pez en el agua por las filas del partido comunista. Luego, como la mayor¨ªa de quienes hoy ostentan el poder pol¨ªtico y econ¨®mico en Ucrania, cambi¨® sin despeinarse la bandera roja por la amarilla y azul.
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