El Uruguay Real y el Otro
Hace un par de a?os, un an¨®nimo humorista uruguayo perge?¨® una definici¨®n tan desalentadora como veros¨ªmil: "El Uruguay no es un pa¨ªs subdesarrollado sino un pa¨ªs en v¨ªas de subdesarrollo". Con Mercosur o sin Mercosur, con Mercomoon o sin Mercomoon (otros bromistas nombran a la capital uruguaya como Moontevideo), hasta ahora segu¨ªamos igual. Siempre eran Otros los que decid¨ªan. Es cierto que un pa¨ªs peque?o, estrujado entre dos grandes, tiene escasas posibilidades de levantar cabeza y moverse con independencia, sobre todo si sus gobernantes no son demasiado celosos de su soberan¨ªa.No obstante, aun para las naciones menores hay m¨¢rgenes de dignidad que incluso llegan a inspirar respeto. En ese sentido, el Uruguay puede mostrar la figura de Jos¨¦ Batlle y Ord¨®?ez, dos veces presidente (1903-1907 y 1911-1915), el pol¨ªtico m¨¢s eficaz y de mayor talento que ha proporcionado la breve (apenas 169 a?os) historia del pa¨ªs. Despu¨¦s de varios periodos de guerra civil, Batlle y Ord¨®?ez ciment¨® una paz pol¨ªtica interna, impuls¨® leyes sociales que en ese tiempo eran poco menos que inconcebibles, implant¨® el voto secreto, separ¨® la Iglesia del Estado, introdujo el sistema colegiado e hizo p¨²blico su ate¨ªsmo. La ciudadan¨ªa crey¨® y confi¨® en ¨¦l. Cuando muri¨® yo ten¨ªa ocho a?os y todav¨ªa recuerdo su sepelio como algo impresionante.
Pasaron los a?os, y para los gobernantes democr¨¢ticamente electos fueron quedando las responsabilidades m¨¢s o menos triviales, previsibles. Las resoluciones trascendentales, en las que est¨¢n en juego la soberan¨ªa y la justicia social, son asumidas por quienes detentan el verdadero poder: el Fondo Monetario, el Banco Mundial, el Departamento de Estado, etc¨¦tera. Los dos miembros menores del Mercosur, Paraguay y Uruguay, deben someterse a los gigantes colaterales, Brasil y Argentina, pero despu¨¦s de todo ¨¦stos no han de ser tan gigantes, ya que tarde o temprano terminan amold¨¢ndose a los mandatos inapelables de los verdaderos due?os del poder.
Est¨¢ el Pa¨ªs Real y est¨¢ el Otro. Aun con sus bisagras oxidadas, el Pa¨ªs Real trata de moverse, de existir, de respirar. Pero cada vez le es m¨¢s dif¨ªcil. Cada vez tiene m¨¢s presencia el Otro Pa¨ªs, ese en que el mercado es nuestro dios y el confort es su profeta. ?Qu¨¦ queda para las izquierdas en este mundo donde todos se desviven por ser centristas, o sea, el actual sin¨®nimo de la derecha pura y dura? En primer t¨¦rmino extraernos de la derrota y no olvidarnos de dejar en el fondo de ese pozo los dogmatismos, las r¨ªgidas estructuras que impidieron nuestro desarrollo y atrofiaron nuestra sensibilidad. An¨¢lisis no es obligatoriamente contrici¨®n. Despu¨¦s de todo, es preferible haberse equivocado en medio de la brega por la justicia que haber acertado en la lisonja del Imperio.
No olvidemos que, durante varios lustros, el Uruguay, medido en su muy peculiar contexto, fue poco menos que un pa¨ªs de utop¨ªa. Minucioso en su democracia, refugio de pr¨®ximos pr¨®jimos, poseedor de un loable nivel educativo y universitario, con intelectuales que no practicaban eso que el italiano Giordano Bruno Guerri llam¨® alguna vez la "cultura del silencio", defensor sin jactancia (pero con realismo) de su soberan¨ªa, con inesperadas conquistas deportivas a nivel ol¨ªmpico y mundial, con diestros del arte y de la cultura como Quiroga, Rod¨®, Delmira Agustini, Torres Garc¨ªa, Figari, Barradas, Fabini, Felisberto Hern¨¢ndez, Onetti, Frasconi y tantos m¨¢s, el Uruguay Real no precisaba del Otro para tener presencia, modesta pero digna, en la compleja realidad de nuestra Am¨¦rica.
Hoy, en cambio, atornillados en el Pa¨ªs Otro, lavados por la secta Moon y el narcotr¨¢fico, entregada Punta del Este a la patria financiera argentina, una liliputiense (no la gigantesca) globalizaci¨®n nos alude, nos desvirt¨²a y nos hace perder identidad. Aun as¨ª, la izquierda, por m¨¢s que todav¨ªa no ha aprendido a conocerse plenamente, de a poco se repone. De ah¨ª que, como borrador de un renovado Pa¨ªs Real, haya logrado m¨¢s votos que cada partido tradicional por separado, pero el Pa¨ªs Otro, tramposo, precavido y bien asesorado desde fuera, ya incorpor¨® el ballottage y presumiblemente unir¨¢ sus viejas (y aparentementre irreconciliables) mezquindades para atornillarse nuevamente en el poder.
?Qu¨¦ Uruguay queremos? Pues un pa¨ªs modesto, que tenga conciencia de su historia y de su dimensi¨®n, que recupere los rasgos que en un pasado no tan lejano lo hicieron respetable. Entre sus m¨¢s lamentables consecuencias, los doce a?os de dictadura militar nos han dejado un legado de mezquindad, que incluye una falta de solidaridad y una actitud ego¨ªsta en la vida cotidiana. Fuimos un pa¨ªs hospitalario y generoso y nos hemos convertido en otro, levemente s¨®rdido, con ca¨ªdas, cada vez m¨¢s frecuentes, a la corrupci¨®n globalizadora.
Mientras tanto, nuestros desaparecidos no aparecen y tampoco sus hijos. El caso m¨¢s reciente ha sido exhumado por el poeta argentino Juan Gelman, cuya conmovedora carta al presidente Sanguinetti (pidi¨¦ndole informaci¨®n sobre la suerte corrida en Uruguay por su nuera y su nieto o nieta) ha tenido repercusi¨®n internacional. S¨®lo despu¨¦s de que centenares de intelectuales, de distintas nacionalidades, incluidos varios premios Nobel, se dirigieran a Sanguinetti apoyando el reclamo de Gelman, y, tras 150 d¨ªas de un silencio ominoso y asustadizo, el presidente ha respondido diciendo que no hay nada para averiguar. ?Si habr¨¢! Es m¨¢s bien inconcebible que un presidente no tenga ¨¢nimo ni se sienta con suficiente autoridad como para efectuar una investigaci¨®n a fondo sobre un abyecto episodio del que se conoce una apabullante cantidad de datos. Gelman volvi¨® a retrucar, con rabia y todav¨ªa mejores argumentos.
Lo cierto es que estamos entre dos pronunciamientos en las urnas. Los partidos tradicionales (Colorado, Blanco), cuando crearon la nueva Constituci¨®n, que incluye una segunda vuelta entre los dos candidatos m¨¢s votados, lo hicieron con plena conciencia de que su ciclo autoritario llegaba a su fin y que s¨®lo ali¨¢ndose para un ballottage podr¨ªan evitar la asunci¨®n del poder por las fuerzas de izquierda. Con la anterior Constituci¨®n, Tabar¨¦ V¨¢zquez, carism¨¢tico lider del Frente Amplio, ya ser¨ªa presidente. Por lo pronto, dos antiguos rivales, como el colorado Jorge Batlle y el blanco Luis Alberto Lacalle, ya intercambian abrazos y sonrisas, al comp¨¢s de las cuales Lacalle exige tres ministerios a cambio de su apoyo a Batlle en la segunda vuelta del 28 de noviembre.
De todos modos, y aunque se perdiera esa segunda vuelta (un resultado todav¨ªa incierto), el mero hecho de que accedan al Parlamento (ah¨ª no hay ballottage) 12 senadores y 40 diputados del Frente Amplio, significar¨¢ un cambio sustancial, y esperamos que prometedor, en el panorama pol¨ªtico uruguayo. Ojal¨¢ que estas elecciones signifiquen tambi¨¦n un triunfo del Pa¨ªs Real sobre el Pa¨ªs Otro.
Mario Benedetti es escritor uruguayo.
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