La cumbre de Castro

LA IX Cumbre Iberoamericana que ayer, tuvo lugar en La Habana, le habr¨¢ servido a Fidel Castro para, 10 a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, presentarse como un superviviente, inamovible e inmovilista. Frente a ¨¦l, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha realizado complicados movimientos de fichas, que poco reportar¨¢n a la larga a la posici¨®n espa?ola para el poscastrismo, y en general, a una pol¨ªtica exterior espa?ola que est¨¢ perdiendo peso en Am¨¦rica Latina cuando, parad¨®jicamente, las empresas espa?olas tienen mayor presencia y dinamismo en la zona.La pol¨ªtica de Aznar hacia Castro ha dado demasiadas vueltas en poco m¨¢s de tres a?os. La ¨²ltima posici¨®n parece apoyarse finalmente en la convicci¨®n, tal vez realista, de que nada va a cambiar en Cuba mientras siga Castro. Pero no parece lo m¨¢s diplom¨¢tico decirlo en p¨²blico horas antes de llegar al pa¨ªs anfitri¨®n y de recibir a un grupo de disidentes. Entre otras cosas, porque su frase tambi¨¦n cabe interpretarla en el sentido de que los cubanos abandonen toda esperanza hasta que el dictador fallezca. De ah¨ª a la resignaci¨®n s¨®lo media un paso.

Aznar apunta, pese a todo, a una posici¨®n m¨¢s compleja que la anterior: critica el embargo de EE UU y la ley Helms-Burton y se aloja en un hotel de la cadena Sol Meli¨¢, amenazada de sanciones desde Washington; hace gui?os al exilio cubano en Miami, al que algo debe; cuida la sensibilidad de su propio electorado; habla con disidentes, y desactiva la posible utilizaci¨®n que pudiera haber hecho el r¨¦gimen de la presencia de los reyes de Espa?a al acompa?arles en un paseo por el casco antiguo de La Habana, de donde Castro alej¨® a las masas, aunque luego agradeciera su presencia.

Es probable que todo hubiera sido m¨¢s sencillo si los Reyes hubiesen realizado su visita de Estado a Cuba cuando correspond¨ªa, el pasado a?o, con ocasi¨®n del centenario del 98. Ahora, todas esta escaramuzas tienen poco sentido. Y la presencia del Rey se ha convertido en una visita demediada; la oficial sigue aplazada hasta que se den las condiciones. Pero don Juan Carlos no pod¨ªa faltar a este foro iberoamericano, en el que siempre ha jugado un papel representativo central y cuya sede eligieron los presidentes.

Estas reuniones crean un sentido de pertenencia a una comunidad y ahora ganar¨¢n continuidad con la Secretar¨ªa permanente de Cooperaci¨®n Iberoamericana, que se instalar¨¢ en Madrid. Su valor est¨¢ m¨¢s en el hecho de que se celebren y en los contactos informales que en los resultados pr¨¢cticos de las declaraciones finales, como la que ha salido de La Habana, llena de buenos principios e intenciones que cada pa¨ªs interpreta como mejor le parece. El Gobierno espa?ol ha conseguido al menos amansar algunos remolinos del caso Pinochet, con una declaraci¨®n sobre los l¨ªmites de la extraterritorialidad de las leyes que resulta presentable a la vez para chilenos, argentinos y espa?oles, y sigue criticando a EE UU por la ley Helms-Burton y el embargo contra Cuba.