Chequistas
No han esperado mucho los especialistas en carro?a a lanzarse sobre la memoria de Rafael Alberti. Ya en los ¨²ltimos a?os de la vida del autor hubo quien acus¨® al poeta de haber participado en la checa de Bellas Artes. La reacci¨®n de Alberti fue fulminante y el autor de semejante acusaci¨®n se vio obligado a retirarla. Ahora que el escritor ha muerto, vuelve a difundirse la acusaci¨®n, aderezada esta vez con la pimienta de la supuesta intervenci¨®n del poeta en la columna "Al Pared¨®n" del republicano Abc de la ¨¦poca. (Supongo que cuando se llama "incauto" al peri¨®dico quiere decirse "incautado"). En relaci¨®n con lo ¨²ltimo, que se hab¨ªa esgrimido hasta ahora contra Jos¨¦ Bergam¨ªn, la prueba es bien f¨¢cil: mostrar los recibos de las colaboraciones, puesto que el incautado peri¨®dico fue recibido por sus propietarios en 1939 en perfecto estado. Nadie ha ense?ado hasta el momento los recibos y no hay que ser ingenuos: si hubieran existido se habr¨ªan ense?ado; ocasiones sonadas hubo para ello. ?O hemos olvidado aquel art¨ªculo de los a?os sesenta titulado Vuelve el asesino? En relaci¨®n con el asunto de la checa, ni hay una sola prueba ni va a haberla. Porque la cosa es tan de mascarada que s¨®lo la satanizaci¨®n del enemigo practicada cuidadosamente durante la dictadura explica su persistencia.La poes¨ªa de Alberti puede gustar m¨¢s o menos, aunque no escribi¨® s¨®lo Marinero en tierra, sino bastantes libros m¨¢s hasta la guerra civil (entre ellos, La amante, El alba del alhel¨ª, Cal y canto, Sobre los ¨¢ngeles, Sermones y moradas, De un momento a otro), que es donde yo creo se encuentra el n¨²cleo m¨¢s valioso de su obra -y escrito est¨¢ por quien esto firma en la hora misma de su fallecimiento-, pero de eso a considerarlo un asesino media un abismo que nadie deber¨ªa saltar. Pero que se salta, a la vista est¨¢. Y de lo de que se trata -no nos enga?emos- es de poner en la picota determinados valores. Hubo una ¨¦poca, para la derecha autoritaria, en que Lorca era un maric¨®n y un mal poeta; luego se quedaron s¨®lo con lo primero porque lo segundo no hab¨ªa ni que explicarlo: su muerte era la responsable de su fama universal. Hasta se lleg¨® a tratar de involucrar a Alberti entre los responsables indirectos de su asesinato. Ahora, hace ya tiempo, el cuento no funciona, pero queda Alberti para tomarlo como chivo expiatorio. La izquierda, siempre sectaria, como es sabido, no ha esgrimido los Poemas de la best¨ªa y el ¨¢ngel, de Jos¨¦ Mar¨ªa Pem¨¢n, ni el Canto personal, de Leopoldo Panero, ni la Corona de sonetos a Jos¨¦ Antonio, de tantos poetas de derechas. Cuando muri¨® Pem¨¢n, nadie sac¨® a relucir esos versos suyos, ni se adujeron algunas an¨¦cdotas de la actitud en la contienda de don Jos¨¦ Mar¨ªa, cuyo liberalismo posterior no estaba anunciado precisamente por tales versos y tal actitud. Podr¨¢ decirse que porque Pem¨¢n como escritor no va a quedar como un cl¨¢sico. Pues a lo mejor, porque lo que se busca es denigrar, convertir en una bicha al intelectual de izquierdas, y para eso cualquier pretexto es bueno.
Para el m¨¢s radical neoliberalismo triunfante, que no debe confundirse con el liberalismo tradicional, un izquierdista es, sencillamente, un idiota, palabra bien grata a su discurso. Si ese izquierdista ha sido adem¨¢s comunista, es un idiota sanguinario: no es posible haber sido comunista sin tener las manos manchadas de sangre, aunque se puede haber sido fascista, haber asentido a las ejecuciones -esto es, asesinatos- contra enemigos de la dictadura y ocupar altos puestos en la Administraci¨®n sin que nadie utilice ese pasado como arma arrojadiza. No nos enga?emos: el objetivo es el descr¨¦dito de la genuina cultura liberal, y Rafael Alberti, lo mejor de su obra, forma parte de esa cultura. Para ese fin se aprovecha lo que sea. Cada uno puede pensar lo que quiera, pero eso no le da derecho a desacreditar personalmente a quienes de buena fe fueron y a¨²n son comunistas. Entender las razones del otro forma parte de un m¨ªnimo rigor intelectual: satanizarlo, demonizarlo, tiene que ver con las pasiones m¨¢s viles y metalizadas. Porque detr¨¢s del insulto y la calumnia alientan las suculentas cuentas corrientes que confirman al neoliberal en lo acertado de su trayectoria. Ma?ana vamos a inventarle a Miguel Hern¨¢ndez unos cuantos cr¨ªmenes de hombre de Mosc¨², a ver si as¨ª nos quedamos m¨¢s tranquilos con su muerte. Todo sea por la causa. Qu¨¦ asco.
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