Chechenia, en la OSCE
LAS CUMBRES de la Organizaci¨®n para la Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (OSCE), una instituci¨®n tan amplia, diversa y multidisciplinar que a duras penas puede hacer foco, sol¨ªan ser aburridas hasta ayer, cuando Bor¨ªs Yeltsin dio un portazo en Estambul y anticip¨®, airado, su regreso a Mosc¨². El presidente ruso no acepta que los miembros de la OSCE, foro favorito del Kremlin precisamente por su ambig¨¹edad, condenen el asalto militar de Chechenia; o que pretendan vincular la firma de una nueva "carta de seguridad" europea, patrocinada precisamente por Mosc¨², a una clara referencia en la declaraci¨®n de clausura a lo que sucede en la rep¨²blica cauc¨¢sica, como parece que ser¨¢ finalmente. Yeltsin despach¨® en cinco minutos sus entrevistas con Chirac o Schr?der, cr¨ªticos severos de la acci¨®n rusa.En Chechenia han muerto ya miles de inocentes y han sido arrojadas de sus casas un cuarto de mill¨®n de personas. Con ser esto excepcionalmente siniestro, en la zona se ventila algo m¨¢s que una campa?a militar, ahora en su s¨¦ptima semana. La guerra de Chechenia representa una grave amenaza de desestabilizaci¨®n en una regi¨®n tan vol¨¢til y plagada de conflictos como el C¨¢ucaso, que Rusia teme escape a su control y donde se cuecen acuerdos cruciales que abrir¨¢n a Occidente los recursos energ¨¦ticos del mar Caspio; en ¨²ltimo t¨¦rmino, Chechenia puede poner en peligro la inestable democracia del gigante ruso, que afronta elecciones parlamentarias el mes pr¨®ximo y presidenciales en verano, y donde envalentonados generales, subidos al carrusel de la venganza por su derrota hace tres a?os, comienzan a avanzar inequ¨ªvocos signos de insubordinaci¨®n.
Yeltsin descart¨® ayer demag¨®gicamente que pueda negociar con "bandidos" y "asesinos". Pero ni a estas alturas ha sido probado por Mosc¨² que los autores de la sangrienta oleada terrorista del verano fueran chechenos ni, caso de haberlo sido, eso justificar¨ªa el exterminio de un pueblo en nombre de la "amenaza isl¨¢mica". La violencia rusa contra los civiles en la secesionista rep¨²blica cauc¨¢sica es tan indiscriminada y masiva que nadie puede tomar en serio a estas alturas argumentos como los esgrimidos por el err¨¢tico jefe del Estado ruso.
Mosc¨² ha rechazado hasta ahora las peticiones de los l¨ªderes occidentales para que permita llegar ayuda humanitaria a Chechenia y abra la rep¨²blica a una misi¨®n de la OSCE, el foro de 54 pa¨ªses que promueve los derechos civiles y los de las minor¨ªas, el control de armamentos y la resoluci¨®n de conflictos. Anoche, y tras intensas presiones de Washington y sus principales aliados europeos, se perge?aba en Estambul un acuerdo por el que Rusia, finalmente, dar¨¢ su brazo a torcer, aceptando la mediaci¨®n de la OSCE en la asistencia humanitaria y en la apertura de un di¨¢logo pol¨ªtico con la rep¨²blica rebelde.
Rusia no es Serbia, y Occidente no se arriesgar¨¢ a una guerra con una potencia nuclear por ejercer la brutalidad manifiesta en su territorio. Pero lo que s¨ª pueden y deben hacer las potencias que respetan los derechos humanos es condicionar su abultada cooperaci¨®n con Mosc¨² a que Yeltsin declare efectivamente un alto el fuego, abra el di¨¢logo con Grozni -ahora al borde del asalto final- y permita, como se anunciaba anoche, la ayuda internacional a refugiados y heridos. Los miles de millones de d¨®lares del Fondo Monetario no deben servir para financiar la aventura b¨¦lica del Kremlin. La declaraci¨®n que hoy cierra la cumbre -con valor pol¨ªtico, pero no legal- no puede ser ni papel mojado ni un texto c¨®mplice de buenas intenciones para cerrar con ¨¦xito aparente lo que ser¨ªa un fiasco. Lo aut¨¦nticamente importante hoy en Estambul es que Occidente no condone, ni por asomo, la guerra de exterminio que Mosc¨² libra en su flanco sur.
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