V¨¦rtigo en la c¨²spide sagrada
La restauraci¨®n de la c¨²pula de San Francisco el Grande encara su recta final a 70 metros del suelo
En los altos espacios de las c¨²pulas pintadas de los templos esparce su dominio un tipo de v¨¦rtigo inquietante. Inquieta, porque el mal de altura se ti?e all¨¢ arriba de una solemnidad que convierte la beatitud de los rostros de v¨ªrgenes, santos y ¨¢ngeles en un rictus raro y tenso. La tensi¨®n es m¨¢xima cuando se trata de la tercera c¨²pula m¨¢s grande del mundo: la de la iglesia madrile?a de San Francisco el Grande. Los 72 metros de altura de su b¨®veda y la oquedad de 33 metros de su anchura provocan un estremecimiento que desata extra?os silencios. All¨ª, precisamente, acaba de comenzar la ¨²ltima fase de una restauraci¨®n que ha mantenido oculto en andamios el interior del templo durante un cuarto de siglo.Una decena de hombres y mujeres, en su mayor¨ªa j¨®venes restauradores, comienza a culminar la delicada tarea de restablecer, a tanta altura, la rica decoraci¨®n pict¨®rica del gran templo madrile?o, da?ada por siglos de humedad, de restauraciones deficientes o de simple abandono. El equipo ha sido informado, motivado y dirigido por Antonio S¨¢nchez Barriga, del Instituto del Patrimonio Hist¨®rico Espa?ol. Conocedor del amplio templo franciscano desde que comenzara a ser reparado cinco lustros atr¨¢s, ¨¦l es el responsable de la actuaci¨®n.
La restauraci¨®n se aplica sobre seis de los ocho grandes cuarteles, separados por nervios con molduras doradas, en los que la c¨²pula se desgaja. La rehabilitaci¨®n consiste en la limpieza de la decoraci¨®n pict¨®rica y escult¨®rica que abarca todo el espacio abovedado, la reposici¨®n de la base o el mortero en las zonas donde falta, la reintegraci¨®n del color y el trazo donde se han perdido y la protecci¨®n, con una capa de cobertura final, de la superficie tratada: 1.600 metros cuadrados de superficie enrevesadamente compleja para trabajar sobre ella. Es, quiz¨¢, la restauraci¨®n m¨¢s amplia de cuantas se han acometido en Madrid en el ¨²ltimo siglo.
Va a costar 23,7 millones de pesetas culminar esta ¨²ltima fase, la s¨¦ptima en 25 a?os, de combate contra la erosi¨®n y el desdibujamiento de las im¨¢genes pintadas y de sus molduras. S¨¢nchez Barriga, que ha restaurado tambi¨¦n el templete romano de Bramante, canon arquitect¨®nico universal renacentista, no ha escatimado aqu¨ª sentido del ahorro para culminar el remate de San Francisco el Grande. "Hemos empleado buena parte de los planos ya trazados, levantados en las numerosas restauraciones anteriores", dice. "?Por qu¨¦ hacerlos de nuevo?", a?ade con una sonrisa, compartida por Mar¨ªa ?ngeles G¨®mez, de la empresa Geocisa, enfundada en su bata blanca para la restauraci¨®n. Sus palabras suenan de una forma especial all¨ª arriba, a setenta metros del suelo, desde donde las largas bancadas de los reclinatorios de madera apenas ocupan el tama?o de media u?a humana. Los ¨²nicos fieles que rezan abajo se asemejan a simples hormigas, mientras que los angelotes y los santos pintados al ¨®leo, que decoran el yeso abovedado de los ocho gajos de la c¨²pula, parecen titanes mudos en aparente di¨¢logo, tenso y callado, con la divinidad. A ella parecen rendirle cuentas en lo alto, mientras abajo, las luces de los sagrarios titilan silenciosamente impregnando el espacio de penumbra amatista.
A pesar de todo, Miguel ?ngel Gonz¨¢lez, Isabel Fern¨¢ndez, Nany Boronet, algunos de los j¨®venes restauradores que all¨ª trabajan, caminan entre los andamios como si hubieran perdido el miedo al v¨¦rtigo. Pero, en su actuar, quiz¨¢ por las potentes l¨¢mparas que les alumbran en su tarea, sus miradas parecen mantener el m¨®rbido destello que vive en un paraje sacral de tan elevado porte, cuya atm¨®sfera pareciera sujeta a otro tipo de gravedad, no f¨ªsica: la del rigor de los ce?os de santos y beatos, flotantes all¨ª arriba desde que los pintores Casto Plasencia, Jover, Mart¨ªnez Cubells y Dom¨ªnguez les encumbraran con la firme aplicaci¨®n de sus pinceles sobre el yeso, para invitar a la reflexi¨®n a los fieles que elevan su rezo al cielo. Tal ha sido el ornato sacro del que fuera durante siglos, hasta la construcci¨®n de la catedral de la Almudena, el mayor de los templos cat¨®licos de Madrid. Su c¨²pula es m¨¢s grande a¨²n que las de la catedral de San Pablo, en Londres, y la de los Inv¨¢lidos, en Par¨ªs, dicen los expertos.
Caminos angostos de andamios con el suelo de tablas de madera flexible circundan la c¨²pula enfundados en pl¨¢sticos. Con tes¨®n, los restauradores observan primero los muros que han de tratar y luego, minuciosamente, realizan sus mezclas: agua, acetona y amoniaco para la limpieza; goma de gran dureza; morteros para combatir las exfoliaciones, esos abarquillamientos que la p¨¢tina de pintura adopta cuando pierde la pugna contra el agua de la lluvia, que se filtra incesantemente despu¨¦s de cada tormenta. Con la espalda sujeta por los tubos met¨¢licos de los andamios y la mirada fija en las anchas paredes decoradas sobre el yeso, los brazos de los artistas encuentran a¨²n, pese a la amenazante estrechez en la que se mueven, soltura holgada para resta?ar con mimo las heridas de los pa?os donde la erosi¨®n m¨¢s se ha cebado. La qu¨ªmica, su oficio y su ingenio dar¨¢n su resultado en abril. Entonces, los andamios abrir¨¢n paso a la luz.
Sinfon¨ªa de arte monumental en el coraz¨®n de Madrid
Sobre el solar de San Francisco el Grande hubo un monasterio medieval cuya fundaci¨®n la leyenda atribuye a Francisco de As¨ªs, creador de la orden de su nombre. Pese a la proclamada austeridad franciscana, su iglesia g¨®tica cobij¨® durante siglos pinturas y estatuas de gran valor, al igual que enterramientos y cenotafios de la reina Juana de Portugal, Rui Gonz¨¢lez de Clavijo y Enrique de Villena. Todo ello desapareci¨® al ser demolida la iglesia en 1760.Se le encomend¨® entonces a Ventura Rodr¨ªguez un nuevo templo. Pero su proyecto fue rechazado por los frailes, que decidieron asign¨¢rselo a fray Francisco de Cabezas. Cabezas marr¨® en su intento. Al poco de iniciar sus obras, amenazaron ruina inminente. Siete a?os despu¨¦s quiso consolidarlas Antonio Plo, con el disgusto del clero. Tom¨® cartas en el asunto el rey Carlos III. Encarg¨® la reconstrucci¨®n a Francisco Sabatini, quien, con la ayuda de Miguel Hern¨¢ndez, disc¨ªpulo de Ventura, resucit¨® la iglesia, de planta circular y jalonada por siete capillas. Fue Hern¨¢ndez el autor de su convexa fachada neocl¨¢sica, d¨®rica en su primer cuerpo, j¨®nica en el segundo y apuntada con un remate triangular. Seis estatuas de santos coronan su balaustrada y dos campanarios laterales flanquean la magn¨ªfica c¨²pula de 72 metros de altura por 33 metros de anchura. Su interior, no menos ub¨¦rrimo, est¨¢ espl¨¦ndidamente porticado en madera tallada por Miguel Rosado. P¨²lpitos florentinos enmarcan una grader¨ªa de m¨¢rmol que da acceso al altar mayor, de tabern¨¢culo renacentista en bronce, con una siller¨ªa tra¨ªda del monasterio de El Paular. Con vidrieras de Guinea, sus capillas albergan cuadros de Zurbar¨¢n, Cano, Rizzi, Ribalta, Jord¨¢n, Pacheco y Herrera, m¨¢s estatuas de Bellver y Benlliure. Goya, con su San Bernardino de Sena, regala esplendor al templo.
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