Una agente con doble vida
El Tribunal Supremo ve hoy el recurso de la primera mujer expulsada de la Guardia Civil, acusada de prostituirse De d¨ªa, guardia civil; de noche, prostituta de lujo. Al menos, eso es lo que determin¨® la unidad de Asuntos Internos del instituto armado. Como consecuencia del expediente gubernativo abierto al efecto, el ministro de Defensa, Eduardo Serra, orden¨® hace un a?o su expulsi¨®n a pesar de que, incluso en el supuesto de que fuera cierta, su conducta no es delictiva. Eso s¨ª, el caso no est¨¢ cerrado: el Tribunal Supremo ve hoy el recurso presentado por la afectada. Si fallase que la decisi¨®n del Gobierno tiene fundamento y es ajustada a derecho, la agente quedar¨ªa confirmada como la primera en ser separada del cuerpo fundado por el duque de Ahumada desde que hace once a?os se produjera la incorporaci¨®n de la mujer al mismo.
Un confidente inform¨® a la Guardia Civil que la agente A., de 26 a?os de edad, llevaba una doble vida. El soplo, recibido a mediados de 1997, desencaden¨® que el director general, Santiago L¨®pez Valdivielso, ordenase una investigaci¨®n para aclarar si podr¨ªa estar incurriendo en "conductas gravemente contrarias a la dignidad de la instituci¨®n, que no constituyan delito", en referencia al art¨ªculo 9 de la Ley Disciplinaria.
La operaci¨®n se puso en marcha de inmediato. Miembros de Asuntos Internos empezaron a seguir a la sospechosa. La primera noche vieron c¨®mo, al terminar su trabajo y despojada ya del uniforme verdeoliva, se dirigi¨® a un discreto chal¨¦ -sin estridentes luces de ne¨®n ni llamativos carteles- de la elitista colonia de El Viso, en Madrid. La segunda noche, la guardia lleg¨® a esa vivienda a las nueve de la noche y permaneci¨® en ellas hasta las ocho de la ma?ana siguiente.
D¨ªas despu¨¦s, y ante los indicios acumulados, el operativo policial resolvi¨® estrechar el cerco. Varios guardias de paisano y caracterizados entraron en el local, en el que les fueron presentadas varias mujeres, entre ellas A., a las que las dem¨¢s llamaban Claudia.
Noches m¨¢s tarde, el equipo de seguimiento volvi¨® a ver entrar en el chal¨¦ a su compa?era. Uno de sus integrantes penetr¨® en ¨¦l. Al punto le fueron presentadas varias chicas, entre ellas Claudia, con la que subi¨® a un discreto reservado del piso superior. Seg¨²n declar¨® posteriormente el guardia infiltrado, la joven le facilit¨® una minuciosa descripci¨®n del coste de su compa?¨ªa. El falso cliente le abon¨® supuestamente el precio m¨ªnimo, 20.000 pesetas, tras lo que se inici¨® entre ambos una distendida conversaci¨®n. Cuando la situaci¨®n alcanz¨® mayor temperatura, el agente secreto decidi¨® "dar por concluida la misi¨®n" y abandon¨® la habitaci¨®n aduciendo una disculpa, seg¨²n fuentes del instituto armado. ?stas consideran que ya hab¨ªa suficientes indicios de que la agente A. "observaba conductas gravemente contrarias a la dignidad de la instituci¨®n".
Aparte del testimonio de los hombres de Asuntos Internos, el instructor del expediente tom¨® declaraci¨®n al oficial jefe de la agente. Tanto ¨¦ste como otros mandos de su unidad se refirieron a los "rumores generalizados" de que la joven "pod¨ªa dedicarse a la prostituci¨®n". Tambi¨¦n hicieron notar que A. "recib¨ªa muchas llamadas en su tel¨¦fono m¨®vil, incluso a altas horas de la madrugada". Un sargento dijo que hab¨ªa notado a la guardia "anormalmente cansada" en muchas ocasiones, adem¨¢s de haber visto una vez que ten¨ªa en su mesa "una lista de nombres masculinos".
Frente a tales imputaciones, la expedientada replic¨® que, en efecto, hab¨ªa ido en ocasiones al chal¨¦ de la colonia de El Viso. Pero no para ejercer la prostituci¨®n, aleg¨®, sino para practicar su hob-by de esteticista, hacer limpieza de cutis y vender productos de cosm¨¦tica a las mujeres que trabajan en el local.
A. jura y perjura que jam¨¢s se ha prostituido y aduce haber descubierto la existencia de ese establecimiento a trav¨¦s de una amiga, quien le coment¨® que en ¨¦l ten¨ªa un buen mercado para comercializar sus productos de belleza.
La guardia expedientada insiste en que no hay pruebas contra ella e incluso pone en duda la validez del testimonio prestado por los investigadores de Asuntos Internos. Entre otras razones, dice, porque han prestado declaraci¨®n encubiertos bajo un n¨²mero en clave -sin que ni aun hoy se conozca su identidad-, lo que ha impedido que su versi¨®n pueda ser contrastada con la de ella. Es decir, A. se queja de que no se le haya dado la posibilidad de contradecir y replicar a sus acusadores, que, seg¨²n ella, incurrieron en el tremendo error de confundirla con otra.
Fuentes de la Guardia Civil replican, por su parte, que los miembros del equipo de vigilancia reconocieron a A. "sin ning¨²n g¨¦nero de dudas", puesto que la siguieron desde su puesto de trabajo hasta el chal¨¦ de la colonia de El Viso. Los mismos medios resaltan que esos agentes est¨¢n "lo suficientemente entrenados para memorizar rostros" y, adem¨¢s, debe reconocerse "el valor probatorio" y la "presunci¨®n de veracidad" de sus declaraciones, ya que les resulta inimaginable que act¨²en movidos por alg¨²n tipo de animadversi¨®n.
Pese a reconocer que las declaraciones de jefes y compa?eros de la guardia civil supuestamente indigna no constituyen "elementos de convicci¨®n suficientes", puestas en relaci¨®n con los testimonios de los agentes de Asuntos Internos, "no vienen sino a adverar el hecho cierto de que la encartada se dedicaba a la prostituci¨®n", seg¨²n fuentes del instituto armado.
Tras considerar que existen "elementos probatorios suficientes", el instructor del expediente gubernativo 79/97 concluy¨® que, incluso en el supuesto te¨®rico de que s¨®lo acudiera a la casa de citas de El Viso a vender productos de cosm¨¦tica- la joven habr¨ªa incurrido en una conducta sancionable "al quebrantarse ese plus de eticidad exigible a los miembros del cuerpo".
La Guardia Civil estima, en efecto, que, aunque la mujer fuese al "prost¨ªbulo de lujo" a vender cosm¨¦ticos -una actividad leg¨ªtima-, "ha de reputarse marcadamente deleznable y reprochable en quien ostenta la condici¨®n de guardia civil".
Adem¨¢s de juzgar "indigno" que un agente pueda llevar una doble vida, el departamento de L¨®pez Valdivielso sostiene que habr¨ªa un riesgo evidente para la instituci¨®n si se permitiera que un uniformado se relacionase libremente con las personas que suelen "pulular por los ambientes s¨®rdidos de la prostituci¨®n". Por todo ello, Serra, orden¨® en noviembre del a?o pasado la expulsi¨®n de la guardia.
En medio de un llanto constante, A. mantiene que los hechos que se le imputan son falsos, que no hay pruebas contra ella, que todo es fruto de una persecuci¨®n y que, adem¨¢s, no ha habido un proceso contradictorio como establece la legislaci¨®n, lo que le ha supuesto una clara indefensi¨®n. Por todo ello, present¨® un recurso ante el Tribunal Supremo. La justicia tiene que pronunciar ahora la ¨²ltima palabra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.