Violencia gratuita

Un lunes de noviembre de 1999. Tras ir al cine, me decido a dar un paseo por Madrid. En un determinado momento cojo una calle perpendicular a Fuencarral y llego a la plaza de Chueca, centro gay de Madrid y supuesto para¨ªso de la tolerancia. Sin embargo, no pasa mucho tiempo hasta que un muchacho comienza a amenazarme y a darme empujones, con intenciones nada buenas. Asombrado y asustado, huyo como puedo y llego a mi casa con un nudo en el est¨®mago y temblor en las piernas. Como soy persona de letras, resuelvo poner toda esta experiencia en forma de reflexi¨®n y denuncia.En efecto, yo iba completamente solo, y en absoluto soy afeminado (lo que llaman "tener pluma"); por tanto, nadie pod¨ªa decir que yo fuese homo o heterosexual. Pero, no nos enga?emos, la agresi¨®n era claramente hom¨®foba. Esa pandilla de violentos sab¨ªa perfectamente d¨®nde estaba, y si se metieron conmigo fue porque quer¨ªan meter miedo a un "maric¨®n".

El odio y la violencia ciega encuentran chivos expiatorios muy f¨¢cilmente; la homosexualidad es uno de ellos. Es muy f¨¢cil que nuestras frustraciones se proyecten en otros diferentes a nosotros y sean esos otros los culpables. Desgraciadamente, los homosexuales siguen siendo esos bichos raros que no tienen nada que ver con "nosotros" (un nosotros excluyente) y que no pueden traer nada bueno. Con 20 a?os, soy muy idealista, pero hoy he sufrido un varapalo muy fuerte. Hoy he visto c¨®mo siguen vivos los odios y las discordias. - I.