Un jesuita espa?ol escribi¨® hace 300 a?os una ¨®pera en Bolivia
Hace casi 300 a?os, a principios del siglo XVIII, un desconocido jesuita espa?ol destinado en las misiones de la selva boliviana escribi¨® el libreto de una ¨®pera dedicada a glosar el ardoroso combate que Ignacio de Loyola libr¨® contra la duda que carcom¨ªa su fe religiosa y a describir la dolorosa separaci¨®n de su bien amado Francisco de Javier. Otros dos misioneros de la Compa?¨ªa de Jes¨²s, el italiano Dom¨¦nico Zipoli y el suizo Martin Schmid, enviados igualmente a lo que se conoci¨® como la Rep¨²blica Jesuita de Paraguay, compusieron m¨¢s tarde la m¨²sica de esta obra dram¨¢tica, verdadera joya del arte sacro amaz¨®nico, que acaba de ser estrenada en Par¨ªs. La ¨®pera fue descubierta a pricipios de los noventa, y desde entonces se ha representado tambi¨¦n en otras ciudades europeas.Pese a los music¨®logos modernos que han negado a los indios la capacidad de crear piezas musicales barrocas, es posible que San Ignacio, la ¨®pera perdida de las misiones jesuitas de la Amazonia, lleve tambi¨¦n la huella de los ind¨ªgenas guaran¨ªs formados por la Compa?¨ªa de Jes¨²s. De hecho, gentes como Gabriel Garrido, director de la composici¨®n mostrada en la capital francesa, y el argentino Bernardo Illari, que recompuso y restituy¨® anteriormente la obra, sostienen que San Ignacio demuestra el nivel intelectual y art¨ªstico de los pobladores de las misiones.
A finales de los a?os cuarenta, inmediatamente despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, el alem¨¢n Hans Hertl, fot¨®grafo del mariscal Rommel y padre de una de las mujeres revolucionarias que compartieron la selva boliviana con Che Guevara, fotografi¨® en Potos¨ª una escena sorprendente en la tribuna de una iglesia. En esa fotograf¨ªa, tan desconcertante entonces, las mujeres del coro est¨¢n acompa?adas por un grupo de m¨²sicos masculinos que con el viol¨ªn apoyado en el ment¨®n leen la partitura. "Hac¨ªan como que le¨ªan", respondieron posteriormente a coro, a la vista de la fotograf¨ªa, todos aquellos que negaban que los indios del lugar pudieran descifrar los signos musicales. El asunto se convirti¨® en un misterio. Desde la dispersi¨®n de las misiones y la expulsi¨®n de los jesuitas en 1767, los nativos no hab¨ªan contado con ninguna ense?anza musical y la ¨²nica explicaci¨®n posible descansaba en la transmisi¨®n oral, en la extraordinaria capacidad de memorizaci¨®n de los ind¨ªgenas bolivianos.
El canto de los nativos
Cuando Hans Hertl recorri¨® el altiplano andino, 200 a?os despu¨¦s de la salida de los jesuitas, descubri¨® asombrado que las construcciones permanec¨ªan todav¨ªa de pie, aunque en estado de decrepitud, y que los nativos segu¨ªan reuni¨¦ndose en las iglesias para cantar y tocar la m¨²sica que sus ancestros hab¨ªan aprendido de boca de los misioneros. Incre¨ªblemente, los armazones de madera y los muros de adobe hab¨ªan resistido a la humedad, al calor y a las termitas del altiplano y soportado los destrozos provocados por los enfrentamientos violentos.La ¨®pera escrita a mayor gloria del fundador de la Compa?¨ªa de Jes¨²s sobrevivi¨® igualmente a los insectos, a las condiciones ambientales y al pillaje que arruin¨® buena parte de las antiguas partituras musicales de la regi¨®n. Dos copias fueron encontradas en los archivos de Chiquitos y en la misi¨®n de San Ignacio de Mozos y exhumadas a principios de los a?os noventa. Seg¨²n los cr¨ªticos de la capital francesa, San Ignacio de la Amazonia es, en su concisi¨®n narrativa, en su austeridad, en su modestia, "armoniosa, refinada, refrescante".
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