Retorno al pasado
Al o¨ªr por la radio que ETA daba por terminada la tregua he sentido en el cuerpo una sensaci¨®n de fatiga hist¨®rica parecida a la que sent¨ª ante las primeras noticias del 23-F. Otra vez, el absurdo regreso al pasado: el sobresalto, la muerte cruel e in¨²til. Puedo imaginarme el abatimiento que habr¨¢ ca¨ªdo la ma?ana del domingo en Euskadi. Despu¨¦s de a?o y medio sin funerales, cada d¨ªa que pasaba parec¨ªa m¨¢s imposible la vuelta atr¨¢s. Quiz¨¢s por eso, ETA ha decidido volver a lo suyo.Los s¨ªntomas indican que ETA ha pillado por sorpresa no s¨®lo al PNV y a EA, sino incluso a la propia HB. Los batasunos acababan de hacer un comunicado que, por primera vez, negaba cobertura pol¨ªtica a la violencia callejera. No parec¨ªa el preludio a una declaraci¨®n de fin de la tregua. El PNV estaba preparando el documento de soberan¨ªa que deb¨ªa sellar el pacto con ETA por la construcci¨®n nacional vasca. La irritaci¨®n de Arzalluz se comprende desde el enorme rev¨¦s que ETA acaba de propinar al nacionalismo moderado. Durante un a?o y medio les ha arrastrado a su orilla y ahora dice que PNV y EA son los culpables del naufragio. As¨ª acaban las amistades peligrosas.
Cuando ETA anunci¨® la tregua, la organizaci¨®n y su entorno pasaban un momento de especial debilidad, acosados por la justicia y aislados pol¨ªticamente. Mayor Oreja sustent¨® desde el principio la tesis de la tregua trampa y hac¨ªa tiempo que advert¨ªa de la posibilidad de que ETA volviera a actuar. Los hechos parecen darle la raz¨®n. ETA abre una semana de espera. El d¨ªa 3 de diciembre, dice, los comandos volver¨¢n a estar operativos. Puede que algunos se agarren a este peque?o margen. Pero este plazo suena m¨¢s a estrategia de propaganda y de omnipresencia pol¨ªtica que a otra cosa.
La tregua siempre ha estado en precario porque en ning¨²n momento ETA ha dado muestras de quererse disolver. La apuesta pol¨ªtica del nacionalismo moderado por la unidad de acci¨®n con Euskal Herritarrok part¨ªa de un presupuesto: que, en alg¨²n momento, ETA delegar¨ªa por completo en la izquierda abertzale e iniciar¨ªa su proceso de desaparici¨®n. De hecho la asunci¨®n de una futura disoluci¨®n de ETA era un elemento indispensable para que empezara la ¨²nica negociaci¨®n posible: un plan de excarcelamiento paulatino de los presos. Ni ha sido as¨ª, ni ETA ha dado muestras de querer que fuera as¨ª. ?Por qu¨¦? Probablemente, porque las cosas no han sucedido como ETA hab¨ªa pensado al dise?ar la estrategia que le condujo a pactar la declaraci¨®n de Estella a cambio de una tregua. ETA pens¨® en el poder de arrastre de la ilusi¨®n del fin de la violencia. Y, sin embargo, un a?o y dos elecciones bastaron para ver que la promesa de fin de la violencia no era suficiente para romper el empate eterno entre nacionalistas y constitucionalistas. Incapaz de asumir la realidad, ETA anuncia la vuelta a las andadas. Los malos presagios que algunos vieron en el anuncio por parte de EH de hacer campa?a por la abstenci¨®n en las pr¨®ximas elecciones generales se confirman. El poder f¨¢ctico decide volver a actuar.
La ¨²nica responsable del fin de la tregua es ETA. No es hora de que los partidos se tiren en cara responsabilidades que s¨®lo son de quien opta por matar. Pero ello no debe impedir la reflexi¨®n sobre el camino recorrido durante este a?o. El PNV, que ha jugado tan fuerte la alianza con Herri Batasuna, tiene motivos para preguntarse si ha ido demasiado lejos poniendo su cr¨¦dito en manos de la estrategia de ETA. La confianza en el PNV queda seriamente tocada. Mucha gente pensaba que si el PNV jugaba tan fuerte la carta de Estella era porque ten¨ªa el final del camino bastante garantizado; ahora se ha visto que hab¨ªa mucho de aventurismo en esa estrategia que rompi¨® el consenso de los partidos democr¨¢ticos.
Al Gobierno se le acusar¨¢ de haber dejado pasar una oportunidad hist¨®rica. Es virtud del gobernante saber aprovechar el momento justo. Se ha criticado el inmovilismo del Gobierno y se han pedido con insistencia soluciones imaginativas. El problema es que cuando se ha preguntado en qu¨¦ pod¨ªan consistir las soluciones imaginativas la respuesta ha sido casi siempre el silencio. A lo sumo se suger¨ªan cuestiones secundarias que pertenecen a los modales en el lenguaje y a las buenas formas en la mesa, como evitar agresividad en el discurso, que dif¨ªcilmente hubieran podido saciar la voracidad etarra. ?Qu¨¦ puede negociar el Gobierno con ETA que no sea un calendario de excarcelaci¨®n de los presos y de retorno de los exilados a cambio de la disoluci¨®n de la organizaci¨®n? Se pod¨ªa haber sido m¨¢s ¨¢gil en el acercamiento de presos, pero sabemos perfectamente que en la balanza del cobro por dejar de matar para ETA esto era insignificante.
El Pa¨ªs Vasco entra en estado de frustraci¨®n social y de desconcierto pol¨ªtico. ?Qu¨¦ va a hacer el Gobierno vasco? Si ETA rompe la tregua, ?puede seguir gobernando con el apoyo de Euskal Herritarrok? ?Qu¨¦ va a pasar en el seno de la coalici¨®n abertzale? ?Es imaginable que, por una vez, los que han simbolizado los nuevos tiempos, con Arnaldo Otegi a la cabeza, tengan el coraje de romper amarras con sus jefes militares?
Cund¨ªa la convicci¨®n de que cada hora que pasaba la paz en Euskadi estaba m¨¢s cerca, por la fuerza de los hechos de cada d¨ªa. ETA ha querido evitar que esta convicci¨®n se impusiera. Y ha vuelto la amargura. S¨®lo cabe esperar que la reacci¨®n ciudadana y la acci¨®n de Gobierno hagan imposible que ETA pase de la palabra a los hechos.
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