S¨®lo hay un culpable
LA ORGANIZACI?N terrorista ETA ha hecho suyo el peor de los pron¨®sticos: la tregua no era una oferta de paz. Su propio comunicado desmiente que hubiera aceptado entrar en un proceso de pacificaci¨®n; era s¨®lo otra forma de imponer su programa de "construcci¨®n nacional" vasca. Y visto que no lo consegu¨ªa ni en las urnas ni en las instituciones, ha vuelto al ¨²nico territorio que conoce: al terrorismo. Menos mal que, ante este lamentable anuncio, todas las fuerzas democr¨¢ticas, nacionalistas o no, han coincidido al menos en se?alar a la propia ETA como la ¨²nica responsable de la vuelta a la violencia. En contra de la voluntad casi un¨¢nime de los ciudadanos, especialmente de los vascos, que han podido al fin vivir a?o y medio sin atentados.
Al error de volver donde sol¨ªa ETA a?ade el de pensar que las cosas pueden ser como antes. A?o y medio sin atentados ha roto la inercia social que consideraba inevitable la presencia de los terroristas. Si se consideraba improbable su vuelta era precisamente por la imposibilidad de imaginar un pretexto que la justificara. Ante la poblaci¨®n en general, pero sobre todo ante sus aliados nacionalistas. Ayer, tanto el PNV como EA dejaron claro que las divergencias sobre el proceso de paz no justifican el asesinato.
En el fondo, las razones esgrimidas por ETA podr¨ªan reducirse a una: la gente se estaba acostumbrando a vivir sin violencia, pero tambi¨¦n sin concesiones a ETA. Se trata, pues, del reconocimiento de una impotencia. Sin la coacci¨®n de los atentados, los ciudadanos se resisten a obedecer: no votan como ETA esperaba e incluso cuestionan la necesidad de esa organizaci¨®n. Y aunque el PNV y EA han hecho grandes concesiones, justific¨¢ndolas en nombre del proceso de paz, ya no pueden ir mucho m¨¢s all¨¢ sin renunciar a su condici¨®n de partidos democr¨¢ticos. ETA lo sabe y por eso ha dado por cancelado este periodo.
Otras veces, el comunicado ha llegado por carta bomba. En esta ocasi¨®n ha elegido una forma m¨¢s alambicada, tal vez para dejar a sus aliados nacionalistas alguna duda acerca de si deben romper ya toda relaci¨®n, como se comprometieron si volv¨ªa la violencia, o pueden seguir confraternizando a la espera de que ocurra algo. Pero ya se ha visto que la llamada apuesta inequ¨ªvoca por las v¨ªas pol¨ªticas ten¨ªa l¨ªmites: ETA aceptaba circular por ellas siempre que se le garantizase que lo que persegu¨ªa a tiros podr¨ªa alcanzarlo ahora s¨®lo con la amenaza de volver a disparar.
Tal vez la escasa resistencia con que los nacionalistas se adaptaron al lenguaje y los t¨®picos del mundo radical -sobre el nuevo marco que supere el estatuto, el ¨¢mbito vasco de decisi¨®n, la construcci¨®n nacional, la territorialidad- convencieron a Mikel Antza de que en dos a?os el lehendakari ser¨ªa ¨¦l. Pero los ciudadanos, en tanto que electores, desmintieron esa fantas¨ªa. No hay motivos para no creer a Arzalluz cuando desmiente que su partido firmara un compromiso con ETA. Pero, una vez m¨¢s, el problema es que los nacionalistas no violentos actuaron de manera que ETA pudiera interpretarlo as¨ª. Como ocurri¨® en su d¨ªa con los polimilis, que interpretaron que les animaban a seguir, o como en la famosa par¨¢bola de los que mueven el ¨¢rbol y los que recogen las nueces.
En su ¨²ltima propuesta, desvelada ahora, ETA propon¨ªa a los dem¨¢s nacionalistas la convocatoria unilateral de unas elecciones constituyentes a celebrar simult¨¢neamente en las actuales comunidades vasca y navarra y en los territorios vascos del sur de Francia, que conformar¨ªan una circunscripci¨®n ¨²nica. As¨ª de f¨¢cil; pasando por encima de siglos de historia y por la evidencia de que la mayor¨ªa de los habitantes de esos territorios no tiene una identificaci¨®n ¨²nica con ese marco. De hecho, no hace mucho, en las europeas de junio, hubo elecciones simult¨¢neas en ellos: las fuerzas nacionalistas fueron ligeramente mayoritarias en Euskadi, pero no superaron el 20% en Navarra ni alcanzaron el 10% en el Pa¨ªs Vasco franc¨¦s.
Por ello hay cierta confusi¨®n en la argumentaci¨®n que ayer expuso Arzalluz citando a Ibarretxe: no es que los resultados electorales alarmasen a Madrid sobre la existencia de una mayor¨ªa abertzale. Lo que demostraron es que no resulta posible un consenso sobre bases diferentes a las de la autonom¨ªa. La idea de una paz sobre premisas soberanistas fue desautorizada por los electores. Y eso explica seguramente la decisi¨®n de boicotear las elecciones legislativas. El brazo pol¨ªtico de ETA consigui¨®, tras la tregua, los mejores resultados de su historia, pero no s¨®lo no pudo imponer un nuevo marco pol¨ªtico cre¨ªble, sino que se vio obligado a dar su apoyo a la investidura de Ibarretxe. Tuvo que hacerlo porque su abstenci¨®n hubiera abierto paso a la elecci¨®n de un lehendakari no nacionalista. Ahora evita someterse a escrutinio electoral tras la ruptura de la tregua.
ETA ha mantenido el alto el fuego m¨¢s tiempo de los cuatro meses previstos. Lo que ha conseguido en este plazo es que su agenda -presos, soberanismo, territorialidad- sea asumida como normal por todo el nacionalismo: como si fuera su propio programa. Pero le han fallado los electores. La idea de que el pluralismo reflejado una y otra vez en las elecciones es una anormalidad a superar evidencia una visi¨®n no democr¨¢tica e ilusoria: la cosa no cambiar¨¢ en un horizonte previsible. ETA intenta de nuevo cambiarla a tiros.
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