Un callej¨®n sin salida
Las luchas electorales alimentan entre los ciudadanos un moderado escepticismo sobre el estricto cumplimiento por los pol¨ªticos de sus promesas de campa?a cuando llegan al Gobierno; la conciencia difusa de esa inevitable brecha entre lo que dice el programa m¨¢ximo de un partido democr¨¢tico (de izquierdas, de derechas o nacionalista) y lo que hacen cotidianamente sus dirigentes contribuye a desdramatizar las asperezas de la vida p¨²blica y a tomar a beneficio de inventario el belicoso lenguaje de sus protagonistas m¨¢s agresivos. Tal vez la err¨®nea aplicaci¨®n al Pa¨ªs Vasco de esas desenga?adas experiencias sea causa involuntaria de la condescendiente actitud de displicente equidistancia entre nacionalistas y constitucionalistas mostrada tras el alto el fuego de ETA por algunos supuestos expertos en terrorismo y polemolog¨ªa que depositaron su fe en Arzalluz, albergaron la esperanza de solucionar el contencioso vasco mediante el Pacto de Estella y practicaron la caridad con los salvajes de la kale borroka.Sin embargo, la historia del siglo XX ense?a que los pronunciamientos doctrinarios de los movimientos antidemocr¨¢ticos (clasistas, fundamentalistas o nacionalistas) no son mera hojarasca ret¨®rica para satisfacer las emociones fuertes de sus seguidores y ser abandonada una vez cubiertas sus demag¨®gicas funciones, sino programas vinculantes para ser cumplidos en su totalidad seg¨²n las circunstancias lo permitan y de acuerdo con un calendario compulsivamente acelerado por la violencia. Tras el suicidio de Hitler y la capitulaci¨®n de la Alemania, la lectura de Mein Kampf a la siniestra luz de los horrores perpetrados por los nazis entre 1933 y 1945 mostr¨® c¨®mo el holocausto jud¨ªo y la devastaci¨®n de la Europa eslava estaban ya anunciados en sus p¨¢ginas. El anuncio el pasado domingo de la ruptura del alto el fuego de ETA tambi¨¦n pone en evidencia que la organizaci¨®n terrorista s¨®lo se ha dedicado durante los pasados catorce meses a vigilar el cumplimiento de sus acuerdos secretos del verano de 1998 -firmados o no- con las formaciones nacionalistas democr¨¢ticas; aunque el PNV y EA creyeron ilusamente haber balizado en Estella un campo de aterrizaje para que el nacionalismo radical dejase las armas, los nacionalistas democr¨¢ticos s¨®lo han sido los subalternos instrumentos de la estrategia puesta en marcha por ETA en el verano de 1998, no para firmar la paz, sino para recuperar fuerzas y rearmarse a fin de continuar la guerra y asegurarse una posici¨®n hegem¨®nica.
Las dos condiones exigidas por ETA para declarar un alto el fuego provisional -destinado a ser roto antes o despu¨¦s- fueron la colaboraci¨®n del PNV y EA a la creaci¨®n de una nueva instituci¨®n representativa de toda Euskal Herria (lo que implicaba l¨®gicamente el abandono a corto o medio plazo de las Cortes Generales y del Parlamento de Vitoria por los nacionalistas) y su ruptura total con los partidos constitucionalistas; la organizaci¨®n terrorista justifica ahora la reanudaci¨®n de su actividad criminal con el argumento de que el nacionalismo democr¨¢tico ha incumplido ambas exigencias. Despu¨¦s de que las elecciones auton¨®micas de octubre de 1998 y las municipales de junio de 1999 confirmaran el equilibrio -cercano al empate- de nacionalistas y constitucionalistas en el Pa¨ªs Vasco, ETA trat¨® sin ¨¦xito de que el PNV y EA apoyaran la consigna de HB de abstenci¨®n activa (una variante de la pr¨¢ctica fascista de romper las urnas) para el Congreso y el Senado. Ese boicoteo electoral marchar¨ªa en paralelo con la estramb¨®tica propuesta -el descalificador adjetivo se debe a Arzalluz- de convocar una asamblea de representantes de las tres provincias del Pa¨ªs Vasco, de Navarra y de los tres peque?os territorios ultrapiren¨¢icos bajo soberan¨ªa francesa como ¨®rgano de la soberan¨ªa territorial de Euskal Herria; aun sin conocerese todav¨ªa los detalles (censo de electores, estructura, competencias, etc.) de la nueva instituci¨®n, es evidente que ese delirio arbitrista borra las fronteras estatales y finge ignorar la existencia de la Uni¨®n Europea.
El comunicado de ETA tambi¨¦n reprocha al PNV y EA el incumplimiento de la segunda condici¨®n acordada en el verano de 1998: la completa y definitiva ruptura de sus relaciones con el PP y el PSOE. Visto en perspectiva, el alto el fuego declarado por la banda terrorista en septiembre de 1998 no fue esa ocasi¨®n perdida de la que hablan los nacionalistas y su s¨¦quito de melifluos equidistantes para censurar el supuesto inmovilismo del Gobierno, sino un callej¨®n sin salida construido por ETA para sus propios fines b¨¦licos.
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