?rdago
Es algo bien conocido de los aficionados al mus: cuando uno se encuentra en una partida a punto de perder, con poco que exhibir en grande, chica y pares, am¨¦n de un mal juego, el ¨²ltimo recurso consiste en poner al adversario contra la pared, anunciando ¨®rdago. Si el otro rehusa el riesgo, por no estar del todo seguro de sus bazas, se van ganando puntos a favor del farol, repiti¨¦ndose el ardid hasta que tal vez el azar favorezca un vuelco definitivo. Claro que tambi¨¦n puede el osado estrellarse a la primera.Aun antes de que ETA anunciara el final de la tregua, tal era la opci¨®n que hab¨ªan definido por los partidos abertzales firmantes del pacto de Lizarra, despu¨¦s de un a?o largo y de dos citas electorales. Una vez autentificado el pacto celebrado en agosto de 1998, resulta evidente que los dos partidos democr¨¢ticos, PNV y EA, aceptaron entonces pagar por la suspensi¨®n del terror un alt¨ªsimo precio pol¨ªtico, subordinando plenamente tanto sus objetivos como su actuaci¨®n pol¨ªtica a corto plazo a las exigencias del grupo terrorista. La mejor prueba es la redacci¨®n de los art¨ªculos 4 y 5 del acuerdo: por el primero, la tregua se anuncia p¨²blicamente como indefinida, mientras que en el segundo ETA se reserva su continuidad o suspensi¨®n a los cuatro meses si PNV y EA no ajustan su conducta a lo pactado. EA y PNV asum¨ªan nada menos que "el compromiso de dar a partir de hoy los pasos decisivos para crear una instituci¨®n con una estructura ¨²nica y soberana (sic), que acoja en su ser a Vizcaya, Guip¨²zcoa, ?lava, Navarra, Lapurdi y Zuberoa". Es decir, lo que intentar¨¢ ser la fallida Asamblea de Municipios, con el tiempo asimilable a la Constituyente de Ch¨¢vez por encima de las instituciones "vascongadas" que funcionan de acuerdo con el estatuto. Para ese fin, resultaba inexcusable que PNV y ETA rompieran todo acuerdo con PSOE y PP, "los partidos que tienen como objetivo la destrucci¨®n de Euskal Herria". Hasta en el vocabulario era ETA la que controlaba los m¨¢s m¨ªnimos detalles. Consciente o inconscientemente, el PNV se hab¨ªa echado encima ese tutor que ahora rechaza, y un tutor provisto de un l¨¢tigo del que no dudar¨ªa en servirse si las cosas no iban seg¨²n sus previsiones. La tregua no era, pues, el camino de la paz, sino un recurso para reponer fuerzas en la castigada estructura de los comandos y, sobre todo, de lograr la hegemon¨ªa en el campo nacionalista, acerc¨¢ndose al objetivo de la independencia a corto plazo, bloqueado por la v¨ªa de los atentados terroristas.
Las perspectivas de ¨¦xito para la operaci¨®n depend¨ªan sobre todo de que el cuerpo electoral vasco respondiese a lo esperado por el conjunto de fuerzas abertzales. Hab¨ªa que jugar a fondo con el profundo deseo de paz de la gran mayor¨ªa de los vascos, presentando el acuerdo, en su versi¨®n pacto de Lizarra, como ¨²nica garant¨ªa eficaz de que ETA suspendiera definitivamente su acci¨®n terrorista. El voto a los partidos estatuistas equival¨ªa, de acuerdo con este planteamiento, a destruir la esperanza de paz. El t¨¦rmino "ilusiones" encubr¨ªa la doblez en cuanto a las expectativas: fin del terror para la mayor¨ªa social, obtenci¨®n de la independencia para ETA o de la "soberan¨ªa" para Egibar y Arzalluz. Entretanto, la persistencia sabiamente dosificada de las agresiones a partir de los grupos de acci¨®n de Jarrai recordaba d¨ªa a d¨ªa qui¨¦nes eran los enemigos -el PP ante todo, pero tambi¨¦n cualquier dem¨®crata que asomara la oreja en p¨²blico- y a qui¨¦n correspond¨ªa el nuevo monopolio de la violencia. El Gobierno vasco dejaba hacer, en especial cuando qued¨® acordada la alianza con Euskal Herritarrok: el reciente espect¨¢culo de un consejero del Interior vasco protestando contra Madrid por haber sido detenida una etarra en un control de carretera franc¨¦s fue un acto grotesco, pero m¨¢s elocuente que todas las declaraciones sobre el clima de impunidad reinante en Euskadi.
No obstante, a pesar de esa presi¨®n, ni en octubre de 1998 ni en junio de 1999 se registr¨® la oleada de votos nacionalistas que permitieran presentar los comicios como otros tantos plebiscitos por la independencia. Despu¨¦s de junio, al comprobarse la inviabilidad de la v¨ªa municipalista para ese fin con la Asamblea de Electos privada de las capitales y mayores ciudades, era claro que el cauce electoral, con su se?uelo de "democracia vasca", hab¨ªa agotado sus posibilidades.
Parec¨ªa llegada entonces la hora de la reflexi¨®n para el PNV, que adem¨¢s se hab¨ªa dejado votos en el intento, ajustando la conducta pol¨ªtica a lo que indicaban claramente las encuestas de opini¨®n, y comenzaban a pedir desde dentro los sectores fieles a la tradici¨®n democr¨¢tica forjada en los a?os 30. Pero el grupo dirigente radical prefiri¨® una huida hacia delante, anunciando por boca de Egibar la pronta presentaci¨®n de propuestas por la soberan¨ªa, n¨²cleo asimismo de la incre¨ªble ponencia preparada para la pr¨®xima asamblea del partido, con la apolog¨ªa de las peque?as naciones prontas a poblar de Estados enanos -hasta Suiza e Italia dar¨ªan lugar a nueve- el panorama europeo. La denuncia del "inmovilismo" de Madrid hacia el resto, avalando inconscientemente un eventual regreso a las armas de ETA, cosa que sin duda ni deseaban ni esperaban. Pero al mismo tiempo ni PNV ni EA estaban dispuestos a seguir al brazo pol¨ªtico de ETA, EH-HB, en la verdadera huida hacia adelante: negarse a participar en las pr¨®ximas elecciones parlamentarias. Para ETA hab¨ªa llegado el momento de plantarse. Tras el comunicado en que la vuelta a la negociaci¨®n con el Gobierno era presentada en t¨¦rminos de clara provocaci¨®n para hacerla imposible, la amenaza de volver al terror era inminente. Ahora, ah¨ª est¨¢, "hor-dago". El ¨®rdago verbal del PNV ten¨ªa mucho de farol, el de ETA lleva dentro las bazas de sangre, marca de la casa. Ah¨ª est¨¢ y ah¨ª estamos.
El regreso del terror es en s¨ª mismo algo tr¨¢gico, pero casi lo
es tanto la comprobaci¨®n de que ETA se mantiene en una l¨ªnea independentista pura y dura, conquista del Pa¨ªs Vasco-franc¨¦s incluida, despreciando totalmente la cuesti¨®n de los presos, salvo como consigna de agitaci¨®n. El espacio de negociaci¨®n se reduce entonces al m¨ªnimo. Al mismo tiempo, era de esperar en contra de tantas previsiones optimistas, pero resulta triste otra confirmaci¨®n: HB sigue donde estaba antes de Lizarra a la hora de secundar lo que decide el hermano mayor. Su lenguaje se mantiene fiel a las reglas de captaci¨®n e inversi¨®n de los significados propios de nacionalsocialismo: seg¨²n la declaraci¨®n hecha p¨²blica ayer por la Mesa Nacional de HB cualquier reconstrucci¨®n del bloque democr¨¢tico en Euskadi implica un "llamamiento de guerra, de aniquilamiento, de imposici¨®n, fascista en definitiva". Mejor no lo hubiera dicho Goebbels.El mensaje de HB es claro y se dirige, igual que sucediera con el comunicado de ETA, a sus socios, los nacionalistas del Gobierno Vasco. ETA les reprochaba no haber sido consecuentes en su oposici¨®n a ultranza a Madrid, y por eso volver¨¢ a secuestrar y matar. (Los presos, al diablo). Y HB les propone que la alianza que firmaron como subordinados para evitar la sangre se mantenga cuando ¨¦sta vuelva a correr, como si nada hubiese sucedido. Lizarra se justificaba por la suspensi¨®n temporal de la muerte y ahora debe seguir cuando la muerte vuelva. Incre¨ªblemente, la primera acogida a la propuesta por parte del PNV parece positiva. No estar¨ªamos entonces s¨®lo ante una lamentable baza ganada por el terror, sino ante la instalaci¨®n del absurdo como amo y se?or de la pol¨ªtica vasca. Ojal¨¢ no sea as¨ª.
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