N¨¢ufragos
JOS? LUIS FERRIS
Lo le¨ªmos anteayer en la ¨²ltima de este diario: Eli¨¢n Gonz¨¢lez, un ni?o cubano de cinco a?os, sobreviv¨ªa a un naufragio en las aguas del estrecho de Florida tras dos d¨ªas a la deriva agarrado a un neum¨¢tico. La noticia da mucho de s¨ª y provoca evocaciones con sabor necesariamente amargo y hasta gui?os hacia aquel personaje de Garc¨ªa M¨¢rquez que en su Relato de un n¨¢ufrago tambi¨¦n sobrevivi¨® a las ardientes mordeduras del sol, la poderosa zarpa del mar y los s¨ªntomas a veces irreversibles de la deshidrataci¨®n. Pero a este ni?o, a falta de mejor fortuna, no le esperaban las reinas de la belleza para agasajar su feroz af¨¢n de supervivencia, sino la soberbia y el oportunismo humanos reclamando desde ambos lados de las aguas su deportaci¨®n o su asilo. Pero qu¨¦ sabe Eli¨¢n de gobiernos implacables, de ministerios de Relaciones Exteriores, de canciller¨ªas, de fundaciones anticastristas o de pol¨ªticos sin escr¨²pulos. Su madre se hundi¨® ante sus ojos y se ahog¨® para siempre como en un mal sue?o que quiz¨¢ no olvide nunca, y eso no hay ley de Ajuste Cubano o Comunidad de Exilio que lo arregle ni gobierno de la Tierra que lo alivie siquiera. Ah¨ª se metan unos y otros las leyes y las demandas, las exhortaciones y las banderas, las acusaciones de inmigraci¨®n ilegal o las normas migratorias norteamericanas redactadas con tanto acopio de cinismo.
S¨®lo me pido una tarde, por favor, una tarde para jugar con Eli¨¢n. Da lo mismo el lugar del mundo que nos concedan los grandes mandatarios: una calle cualquiera con ¨¢rboles a ser posible, un parque con jard¨ªn y su puesto de golosinas -no estar¨ªa mal- el patio de una escuela con ni?os muy alegres que corran como diablillos detr¨¢s de una pelota. ?Les parecer¨¢ demasiado lo que pido? Una tarde con Eli¨¢n para jugar a muchas cosas, sin m¨¢s sofisticaciones que una espada de madera o unas cuantas canicas. Y si nos sobra tiempo, le tendr¨¦ preparado un buen cuento, de esos que provocan adicci¨®n en los ni?os como ¨¦l, con piratas y sirenas, con islas imposibles y galeones hundidos y tesoros, para que el mar no sea para siempre un trago amargo y se olvide un poco, s¨®lo un poco, de que los ni?os balseros son y han sido ni?os de nadie.
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