Papeleras
"Estriada y arm¨®nica se extiende como cuerdas de arpa en el concierto urbano", semejante descripci¨®n, cursi donde las haya, no corresponde a una escultura ni a conjunto monumental alguno. No; quien as¨ª se expresaba pretend¨ªa hacer prosa po¨¦tica empleando como musa de inspiraci¨®n la nueva papelera dise?ada para el Ayuntamiento de Madrid por Marta Vilallonga, la compa?era sentimental de Ricardo Bofill. Al nuevo contenedor, que en n¨²mero de cuarenta mil est¨¢ siendo instalado en las farolas de la ciudad, le han bautizado con el nombre de Arpa a pesar de que el parecido que tiene con ese elegante instrumento musical es el mismo que guardan un huevo y una casta?a. Puede que su dise?o implicara horas de intenso trabajo e imaginativa elucubraci¨®n, pero cualquier profano pensar¨¢ que la Vilallonga no se ha roto demasiado la cabeza para idear el recipiente.El modelo consiste b¨¢sicamente en un simple cubo con una c¨¢nula en la parte frontal y estr¨ªas en ambos laterales. Su mayor originalidad reside quiz¨¢ en el casquete que corona la cuba con el objeto de proteger su interior de aguas pluviales, adem¨¢s de impedir la visi¨®n de los residuos. La tapa deja abierta una ranura para introducir los desperdicios, soluci¨®n geom¨¦trica que pr¨¢cticamente obliga al usuario a meter la mano en su interior para depositar el objeto a desechar, conjurando la extendida pr¨¢ctica del enceste a distancia, cuyo alto nivel de fracaso sembraba habitualmente el entorno de porquer¨ªa.
Lo mejor de ese Arpa, por lo que cuentan, es su capacidad de resistencia ante los ataques vand¨¢licos. No es que la cuba se defienda de los agresores, sino que el polietileno del que est¨¢ fabricada absorbe los golpes sin romperse por fuerte que sea la patada del ac¨¦mila de turno. Ese material adem¨¢s es ign¨ªfugo, as¨ª que no se quedar¨¢ como un churrete daliniano cuando le pegue fuego, y tampoco es f¨¢cil pintarrajear en su superficie porque las famosas "estr¨ªas que se extienden como cuerdas de arpa" incomodar¨¢n en extremo la acci¨®n de los pintamonas. ?sas son las esperanzas que el gobierno municipal ha depositado en los nuevos elementos con los que pretende hacer su revoluci¨®n de la papelera. Un hecho que el concejal de Limpieza no dud¨® en calificar de hist¨®rico y que quiso magnificar con una puesta en escena digna de las grandes ceremonias de Hollywood. En el Palacio de Cristal de la Arganzuela y bajo el art¨ªstico t¨ªtulo de Sinfon¨ªa de papel montaron un aut¨¦ntico espect¨¢culo. Ante un decorado del que pend¨ªa una enorme papelera cual ¨ªdolo de la limpieza al que hubiera que rendir adoraci¨®n, se levantaba un atril. El soporte era la imaginativa conversi¨®n de otra papelera en ara de tan singular liturgia. No hab¨ªa ¨®rgano de viento ni coro de ¨¢ngeles, pero un cuarteto de cuerda inici¨® el acto interpretando a Bach como s¨ªmbolo -seg¨²n dijeron- de serenidad y limpieza. Y as¨ª avanz¨® el rito, hasta que apareci¨® en aquel altar el alcalde investido de gran sacerdote de la higiene urbana. All¨ª, ante el clamor de sus incondicionales que abarrotaban el acristalado templo, declam¨® ?lvarez del Manzano su oda a la papelera.
De pronto y en medio de aquella sublimaci¨®n espiritual de la limpieza, una voz bronca y profana romp¨ªa la m¨ªstica del momento con un her¨¦tico exabrupto, "Madrid es la capital mundial de la mierda". Quien se pronunciaba en tan escatol¨®gicos t¨¦rminos no era otro que el concejal socialista Rafael Merino, cuya opini¨®n sobre la higiene urbana dista mucho de coincidir con la del se?or alcalde.
Es verdad que Madrid no es una ciudad limpia, pero de ninguna forma se merece el calificativo que le dedic¨® el edil del PSOE. La mejora y el incremento en el n¨²mero de contenedores es un esfuerzo incuestionable que no debe ser minusvalorado. Tanta ceremonia, sin embargo, por unas papeleras puede restar protagonismo al factor que mayor incidencia tiene sobre la limpieza urbana, la educaci¨®n ciudadana.
En Tokio no hay casi papeleras en las calles y es dif¨ªcil ver una sola colilla en la v¨ªa p¨²blica. Lo importante es conseguir que los madrile?os se?alemos con el dedo hasta el sonrojo a quienes tiran los papeles al suelo o vac¨ªan los ceniceros del coche junto a los bordillos de la acera. La verg¨¹enza har¨ªa grandes esas papeleras.
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