La canya de la dol?aina
La ca?a es la voz. Y la voz fue el origen. Las vibraciones r¨ªtmicas primordiales generaron el universo. Todo empez¨® con el sonido primigenio, "in principio erat verbum et Deus erat verbum", el verbo con sus temblorosas ondas removiendo y organizando el caos. "El cosmos es un magn¨ªfico concierto", asever¨® Boecio. La m¨²sica, asociada a la armon¨ªa c¨®smica y a la plenitud de los n¨²meros, era divina. Su int¨¦rprete, pues, ejerc¨ªa funciones sacerdotales -recordemos la acogida y agasajos de los m¨²sicos para la fiesta-, de intermediario entre dioses y hombres (El "mal" de Almansa impuso los aires militares de banda y desprestigi¨® al m¨²sico popular convirti¨¦ndolo en m¨¦s perdut o borratxo que un dol?ainer por acompa?ar al pueblo, con lo apol¨ªneo, en lo dionis¨ªaco).Ahora, en la m¨¢gica luna menguante del santo Adviento -hoy mismo d¨ªa de san Sabas del a?o 439, amante de la soledad y el silencio absoluto- es la mejor hora de buen ag¨¹ero para recolectar las ca?as -de un canyar vell- para las gralles, gaites, xirimites o dol?aines, alma del son femenino en un cuerpo masculino de madera de jueu, el brote borde del embrujado algarrobo. Las ca?as nacieron de la arm¨®nica ninfa Eco y del dios melodioso Pan, protegidas por Orfeo y Apolo. El rito impresiona: hay que escoger una jornada (pel desembre, fred) muy helada -el fr¨ªo (pel desembre es gelen les canyes) preserva-, reinando la fecunda Luna y, por si fuera poco en tan espeso simbolismo, la cultura popular exig¨ªa una navaja pura, nueva o reservada para esta funci¨®n, como los f¨¢licos cuchillos de los sacrificios, como las ceremonias con la hoz de oro de los druidas. Remojada la ca?a en el alqu¨ªmico aguardiente ("agua de vida") de la inmortalidad, llorar¨¢ o cantar¨¢ mejor su idioma celeste, sin lenguas ni palabras.
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