ETA contra los vascos
Quiz¨¢s se podr¨ªan haber ara?ado algunos meses m¨¢s. Quiz¨¢s habr¨ªa sido factible un acercamiento de los presos m¨¢s firme. Pero si la causa de la tregua era el proyecto nacionalista de imponer la independencia a costa de la mitad de los vascos su fin era inevitable. Con todo, estos 14 meses distan mucho de haber sido in¨²tiles. Pues aunque yo tambi¨¦n creo que la tregua era una trampa lo ha sido tambi¨¦n para ellos mismos. ETA hizo en septiembre de 1998 lo que, tras los sucesos de Ermua y la ca¨ªda de la mesa de HB y la de Egin, no pod¨ªa dejar de hacer; a saber, jugar la carta de la pol¨ªtica agotada la v¨ªa militar. Y regresa en noviembre de 1999 porque, despu¨¦s de agotar la v¨ªa pol¨ªtica, no tiene ya alternativa. Si la tregua fue una prueba de debilidad, su fin la confirma. Y eso significa, de una parte, que ya no tiene iniciativa. Y de otra, que, aunque puede volver a matar, su legitimidad est¨¢ hecha jirones. ETA es v¨ªctima de un disparatado an¨¢lisis de la realidad, se ha cre¨ªdo lo que dice y hoy descubre que su principal problema son los mismos vascos.Pues, una vez pasada la ventaja de quien toma la iniciativa, el tiempo ha jugado siempre a su contra. Cada d¨ªa ganado a la paz se afianzaba la seguridad y se desvanec¨ªa el miedo, al tiempo que los propios militantes y los presos redescubr¨ªan la esperanza, tej¨ªan nuevas redes, la fisura abierta a trav¨¦s de la sociedad vasca se hac¨ªa porosa y el odio y su ceguera se cuarteaban. Ganar tiempo ha sido nuestra principal baza, que ha evidenciado que ETA solo cuenta mientras mata y cuando deja de hacerlo a nadie interesa. Los vascos comprenden hoy mejor que nunca que la paz es, simplemente, que ETA no mate, y no depende ni de Madrid ni de Par¨ªs. Y comprenden mejor que nunca que cualquier objetivo, la independencia, la soberan¨ªa, la autonom¨ªa, el que sea, debe alcanzarse por v¨ªas democr¨¢ticas.
Pero es que, adem¨¢s, ETA ha visto desvanecerse su sue?o pol¨ªtico. Las esperanzas que Lizarra pudo levantar en una "v¨ªa real" insurreccional flanqueada por el PNV y EA se desvanecieron ya en las elecciones auton¨®micas y m¨¢s a¨²n en las municipales. Con poco mas (o menos) de un 50% de nacionalistas, muchos de los cuales rechazan toda aventura independentista, el camino de Lizarra es un capricho de ni?o mal criado que pide lo que le viene en gana (Navarra, el Pa¨ªs Vasco franc¨¦s y quien sabe qu¨¦ m¨¢s) sin darse cuenta de que pierde lo que tiene a mano. ?lava, por ejemplo. Y, sobre todo, el Gobierno vasco. La pol¨ªtica en Euskadi es de una enorme complejidad y la complejidad genera azar. Para ETA, Lizarra deb¨ªa empujar al nacionalismo moderado por la v¨ªa insurreccional; llevar al PNV al monte. Puede que ocurra, pues la partida sigue abierta. Pero, de ser as¨ª, ser¨¢ por la v¨ªa de la desobediencia civil y no por la de la lucha armada. Pues Lizarra (tambi¨¦n) ha conducido al nacionalismo radical, por la v¨ªa de las instituciones, hasta el mismo Gobierno vasco. Lo bueno del Estado de derecho es que uno pronto se acostumbra a ¨¦l. Incluso la liberaci¨®n de la Mesa de HB ha jugado a favor de las instituciones.
Y, as¨ª, la mejor noticia que llega del Norte en mucho tiempo es que el nacionalismo radical se aleja de ETA para cumplir el acuerdo de Lizarra (ausencia permanente de todas las expresiones de violencia del conflicto) y, sobre todo, el acuerdo de bases de gobierno que en su d¨ªa firm¨® con el lehendakari (desaparici¨®n plena de todas las acciones y manifestaciones de violencia y de todo tipo de acciones y reacciones vulneradoras de derechos individuales y colectivos). Unas y otras declaraciones fueron recibidas -incluso por quien esto escribe- con recelo m¨¢s que justificado. Puede que sea hora de matizar esa opini¨®n, aunque sea s¨®lo en la esperanza de generar una profec¨ªa que se autocumpla.
S¨®lo hay un modo de construir una Euskadi independiente frente a la mayor¨ªa de su poblaci¨®n: por el terror. Pero esa imposici¨®n masiva de terror no es viable en un Estado moderno, como record¨® Jon Id¨ªgoras horas antes de que ETA cambiara de opini¨®n. La brillante idea de conseguir votos poni¨¦ndole bombas a los electores no figura en los manuales de marketing pol¨ªtico. Si ETA mata se matar¨¢ ella misma como proyecto pol¨ªtico hiriendo de muerte incluso al mismo nacionalismo.
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