Liberalismo realmente inexistente FRANCESC DE CARRERAS
La mera observaci¨®n de lo que sucede en nuestro alrededor m¨¢s inmediato o noticias que nos llegan de los m¨¢s alejados rincones del mundo desmienten cada d¨ªa las verdades oficiales y las ideas dominantes de los ¨²ltimos a?os.Los actuales gestores de la inevitable Telef¨®nica siguen dando que hablar. Lo que sucede en esta compa?¨ªa pone de relieve el verdadero rostro de las pol¨ªticas neoliberales que han aceptado tanto los partidos conservadores como la mayor¨ªa de los socialdem¨®cratas. La combinaci¨®n entre la privatizaci¨®n de empresas p¨²blicas y las pol¨ªticas orientadas a que el Estado disminuya el gasto social, muestran la falacia que suponen las ideas neoliberales imperantes, que benefician especialmente a los ejecutivos que dirigen grandes empresas, los cuales, a trav¨¦s del sistema financiero mundial, obtienen desproporcionados beneficios personales, ficticios beneficios empresariales y causan notorios perjuicios a los seres humanos que, como trabajadores o como consumidores, se relacionan con estas empresas.
El lunes pasado este peri¨®dico daba la noticia de que el plan de regulaci¨®n de empleo de Telef¨®nica costar¨¢ al Estado 185.000 millones de pesetas en los pr¨®ximos 13 a?os. Es s¨®lo un peque?o detalle que indica c¨®mo funciona la econom¨ªa en el capitalismo actual. Por un lado, se privatizan las empresas p¨²blicas con la excusa de que originan un coste financiero que el Estado -debido a la crisis fiscal- no puede asumir. Se defiende esta posici¨®n, adem¨¢s, porque el libre mercado mejorar¨¢ la productividad de las empresas y rebajar¨¢ los precios. En este mundo ideal del neoliberalismo todo parece encajar a la perfecci¨®n. A veces, incluso, los precios al consumidor bajan un poco: pero sabemos que es s¨®lo con la pretensi¨®n de enga?arnos.
En efecto, la realidad aflora por otros lados: lo que las empresas pierden en las ¨ªnfimas rebajas -cuando las hay- a los consumidores, lo recuperan con creces por las ayudas p¨²blicas encubiertas que reciben. Ejemplo claro es esta regulaci¨®n de empleo -eufemismo pol¨ªticamente correcto que no quiere decir otra cosa que plan de despido masivo- de Telef¨®nica, que no s¨®lo la beneficia porque rebaja sus costes laborales, sino que encima la pagamos entre todos a trav¨¦s de los impuestos. Impuestos que, por otra parte, no s¨®lo han aumentado globalmente un 1,5% con el Gobierno PP-CiU-PNV, contrariamente a todas las promesas electorales en nombre del neoliberalismo a la moda, sino que han aumentado para el ciudadano medio -los impuestos indirectos- y han disminuido para las personas f¨ªsicas con rentas altas (clase media-alta con buenos salarios) y para las sociedades (interpuestas, por supuesto). Todo ello, adem¨¢s, ante la inopia general de una izquierda ideol¨®gicamente desarmada, enzarzada en discusiones sobre supuestas terceras v¨ªas que s¨®lo conducen a la misma meta a la que nos quiere llevar la derecha neoliberal triunfante.
Pero la actualidad nos sigue aportando datos de inter¨¦s. Si la noticia del plan de regulaci¨®n de empleo sal¨ªa en El PA?S del lunes pasado, al d¨ªa siguiente, martes, hace dos d¨ªas exactamente, otra noticia nos confirmaba en estas mismas ideas. Seg¨²n un informe de la OCDE -no sospechosa, por cierto, de demagogia izquierdista-, la electricidad que pagan los consumidores dom¨¦sticos espa?oles se encuentra entre las m¨¢s altas de Europa, mientras que la electricidad que pagan las empresas es much¨ªsimo menor: puede ir, seg¨²n el informe, de las cuatro pesetas por kilovatio que pagan los grandes consumidores de energ¨ªa a las 20 que pagan los peque?os consumidores. Ello origina, seg¨²n palabras textuales del citado informe, "que los beneficios para los consumidores industriales son pagados por los consumidores dom¨¦sticos". Todo ello al amparo de un mercado inexistente, monopolizado por dos compa?¨ªas -Endesa e Iberdrola- que controlan el 76%, y con precios tarifados por el Estado. Por otro lado, no debemos olvidar que estas compa?¨ªas han sido autorizadas a recibir ayudas del Estado por valor de 1,3 billones de pesetas en los pr¨®ximos 10 a?os, al objeto de que puedan hacer frente a los costes de transici¨®n a la competencia. El ciudadano medio paga as¨ª un precio exorbitante -comparado con las empresas- por la electricidad que consume y, adem¨¢s, se le har¨¢ pagar tambi¨¦n, mediante impuestos, la factura principal de la transici¨®n a la competencia de un mercado puramente virtual: magn¨ªfica cuadratura, pues, del c¨ªrculo del neoliberalismo realmente existente.
Si del plano local pasamos al internacional los ejemplos siguen: la guerra de Chechenia -con todo lo que significa de miseria y muerte- tiene su verdadera causa en el control del gas y el petr¨®leo siberiano del Caspio por parte de las empresas occidentales, arrebat¨¢ndolo as¨ª al control de Rusia; en la reuni¨®n de Seattle, los gobiernos neoliberales de la Uni¨®n Europea y de Jap¨®n han defendido unas posiciones proteccionistas en agricultura que suponen la negaci¨®n, en perjuicio del Tercer Mundo, de todos los postulados liberales. La actual pol¨ªtica neoliberal refleja, as¨ª, el liberalismo realmente inexistente: sin mercado y sin competencia representa la negaci¨®n de las -quiz¨¢ ingenuas- ideas liberales de Adam Smith y de David Ricardo y, en definitiva, no es m¨¢s que un instrumento de control de los trabajadores y de las peque?as y medianas empresas por parte de un capital financiero transnacional sin apellidos propios, conocido bajo el gen¨¦rico apelativo de mercados financieros, el cual oculta a las personas de carne y hueso que, desde las bambalinas, lo manejan.
El futuro lo ha se?alado Gunther Grass, una de las m¨¢s l¨²cidas conciencias morales de nuestro tiempo, que al recibir el Nobel pronunci¨® anteayer estas palabras, realistas y prof¨¦ticas: "A la riqueza que se acumula responde la pobreza con mayores tasas de crecimiento. El Norte y el Oeste opulentos, ansiosos de seguridad, pueden seguir queriendo protegerse y afirmarse como fortaleza contra el Sur pobre; las corrientes de refugiados los alcanzar¨¢n, sin embargo, y ninguna reja podr¨¢ contener la afluencia de hambrientos".
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