LA CR?NICA Con M¨¦xico en el coraz¨®n ENRIQUE VILA-MATAS
Ya parece una condena feliz. De nuevo, el m¨¢s exc¨¦ntrico de los pa¨ªses de este mundo me ha estremecido y atrapado, pues tiene su laberinto de la soledad el raro h¨¢bito de convertir al visitante en un ser innumerable, infinito y an¨®nimo. Todo all¨ª en M¨¦xico es raro y es exc¨¦ntrico. Raros los haik¨²s que te recitan ("Ola que va, / ola que viene. / Ola terrible, / ola fatal. / Ola, qu¨¦ tal"), raro lo que te cuentan de los otros ("se pas¨® once a?os en un balc¨®n..."), raro todo ("Distrito Federal, ciudad envenenada, se lleva la palma"), pero no surrealista como pretend¨ªa Andr¨¦ Breton, sino extravagante y sentimentosa. Y excepcional. Como excepcional ha sido el aire mariachi de las fiestas que en Guadalajara han celebrado los premios de la Feria del Libro (la m¨¢s importante del mundo de habla hispana) a la brasile?a Beatriz de Moura y al mexicano Sergio Pitol, dos geniales y entra?ables seres para los que Barcelona, la ciudad nerviosa, siempre fue algo m¨¢s que una ciudad.Con M¨¦xico en el coraz¨®n, que dec¨ªa Pablo Neruda. Y Guadalajara en un llano. Con una expectaci¨®n impresionante y una sala abarrotada hasta los topes, con la presencia de la viuda de Salvador Allende -ovacionada en medio de una emoci¨®n desgarradora-, recib¨ªa Sergio Pitol el premio Juan Rulfo de este a?o, un Pitol que, de tan alterado que estaba por las felicitaciones, termin¨® dando las gracias al p¨²blico "por su ausencia". Lo nunca o¨ªdo. Al d¨ªa siguiente, desvel¨¢bamos el busto de Pitol en la universidad, un busto severo que para la posteridad va a descansar all¨ª, en compa?¨ªa, entre otros, del no menos raro -por irreconocible- solemne busto de Juan Mars¨¦, premio Rulfo de 1997.
Si "felicis¨ªsimo" dec¨ªa sentirse Pitol, no menos radiante estaba Beatriz, que, al recibir el Reconocimiento al M¨¦rito Editorial por su trabajo como fundadora y directora de Tusquets, rindi¨® justo homenaje a Antonio L¨®pez, colaborador fundamental en la lenta y dif¨ªcil implantaci¨®n de la editorial en Am¨¦rica Latina. Como una loca se re¨ªa Beatriz cuando, en la mesa redonda que precedi¨® a la entrega del premio, record¨¦ que yo hab¨ªa empezado a escribir en un manicomio -el de Melilla, en fallida estrategia por eludir el servicio militar- y que, cuando sal¨ª de ¨¦l con mi primer libro escrito, el inter¨¦s de Beatriz por public¨¢rmelo cambi¨® mi vida al orientar hacia la literatura mi destino. Y a¨²n m¨¢s risas hubo -la de Beatriz es contagiosa- cuando record¨¦ que, al aparecer escrito al rev¨¦s mi nombre en la rara portada de aquel mi primer libro y protestarle esto a Beatriz, ella, tras una larga discusi¨®n, acab¨® dici¨¦ndome: "Pero, ?para qu¨¦ quieres que se lea tu nombre si no te conoce nadie?".
"La vida que me espera es pelirroja", dir¨ªa al d¨ªa siguiente Gonzalo Rojas, el gran poeta chileno, excepcional cantor de las cosas y tal vez el mejor poeta vivo en lengua espa?ola, l¨ªrico que confirma a cada paso que la poes¨ªa es un destino de Am¨¦rica, pues los poetas de este continente registran como nadie el trauma primario de lo natural que est¨¢ en las piedras, en lo arb¨®reo, en lo prodigioso de las sierras y las cordilleras, en la violencia de las tormentas oce¨¢nicas, en la lluvia, en el coraz¨®n.
Con M¨¦xico en el coraz¨®n. De pronto, a algunos se les ocurri¨® hacerme entrevistas. Nunca llegaban solos ni en grupo, sino uno tras otro. Cada cual aparec¨ªa con sus preguntas, unos con grabadora, otros con c¨¢mara de cine, otros con papel y l¨¢piz; me preguntaban por qu¨¦ escribo, qu¨¦ me parece Saramago, c¨®mo lo hago para tener sentido del humor. Y me preguntaban, sobre todo, por Beatriz y por Pitol. Luego se fueron, se fueron todos, y ya nadie volvi¨® a hacerme una sola pregunta en el resto de la feria. Un misterio m¨¢s de la vida cotidiana, de esa vida que est¨¢ ah¨ª y que Rojas dice que es pelirroja. Me acord¨¦ de un gran cronista mexicano, Jorge Ibarg¨¹engoitia, al que una vez un periodista le dijo: "Sabemos que usted es uno de los personajes m¨¢s notables de la ciudad. ?Podr¨ªa decirnos a qu¨¦ se dedica?".
Le habl¨¦ de Ibarg¨¹engoitia al enviado del Ministerio de Cultura espa?ol. El a?o que viene el pa¨ªs invitado es Espa?a. Le habl¨¦ del gran cronista mexicano y el hombre no movi¨® un solo m¨²sculo de la cara. Un hombre serio y seco, un adusto caballero del partido del Gobierno. Poco despu¨¦s, Pitol le confund¨ªa con un novelista espa?ol y le preguntaba por qu¨¦ estaba tan serio. "Es que soy funcionario", respondi¨® el caballero, y la risa contagiosa de Beatriz par¨® el tiempo.
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