Alguien miente
Si hab¨ªa algo que no le gustaba a Rafael Alberti eran las discusiones: yo le vi una y otra vez escapar de ellas como alma que lleva el diablo. No s¨¦ si ser¨¢ por influencia suya, pero la verdad es que yo tambi¨¦n detesto cualquier tipo de pol¨¦mica tombolera. Por eso no he vuelto a escribir una sola palabra sobre Rafael Alberti despu¨¦s de mi art¨ªculo en EL PA?S del 29 de octubre, Mi vida junto a Alberti, y de un poema titulado Lo mismo y lo contrario, que public¨® el 7 de noviembre "El Cultural" del diario El Mundo. Cre¨ª entonces que un texto en prosa y otro en verso resum¨ªan suficientemente todo lo que ten¨ªa que decir sobre el tema y mantuve ese criterio despu¨¦s de leer el comunicado hecho p¨²blico por la viuda de Alberti en el que negaba que existiesen las alteraciones de la obra de su esposo denunciadas en mi texto y en otro de Luis Garc¨ªa Montero aparecido el 17 de noviembre en este mismo peri¨®dico. En su comunicado, la viuda desmiente que se haya tocado la obra de Alberti, asegura que las cr¨ªticas vertidas sobre esa supuesta manipulaci¨®n son "opiniones interesadas y sesgadas", que "no existe manipulaci¨®n alguna" y que "las afirmaciones en sentido contrario son simplemente infundios". Como sigue sin estar en mi ¨¢nimo mantener ninguna clase de debate con personas que no me interesan lo m¨¢s m¨ªnimo, me voy a limitar a poner algunos ejemplos concretos de lo que s¨®lo suger¨ª en mi primer -y espero que pen¨²ltimo- art¨ªculo. Cualquier lector puede comprobar lo que voy a decir si compara las primeras ediciones del segundo tomo de las memorias de Alberti, La arboleda perdida, publicadas cuando el escritor a¨²n estaba en plenitud de facultades por Seix Barral (1987) o el C¨ªrculo de Lectores (1988), con las retocadas posteriormente, que son las de Muchnik y Alianza (1998).Aparte de cuestiones menores, no s¨¦ si debidas a erratas o a criterios de impresi¨®n distintos, como son el que haya desaparecido la numeraci¨®n original, en caracteres romanos, de los cap¨ªtulos, o que su hija Aitana sea m¨¢s dif¨ªcil de localizar en las nuevas versiones, puesto que, aunque se reproduzcan sus ocho apariciones en el texto, en el ¨ªndice onom¨¢stico de Alianza s¨®lo aparece citada tres veces, las modificaciones esenciales de la autobiograf¨ªa de Alberti consisten en depurar de sus p¨¢ginas el nombre de algunos de sus familiares y amigos m¨¢s cercanos. Sin duda, quien se ocup¨® de la limpieza lo hizo con la eficacia de un verdugo y el fanatismo de un inquisidor. Veamos, por ejemplo, el relato que hac¨ªa Rafael Alberti, en la versi¨®n de Seix Barral, del accidente de coche que tuvimos en 1987. Las palabras que aparecen entre corchetes han sido censuradas y las que aparecen en cursiva, a?adidas: "Y he aqu¨ª que llega la noche del 18 de julio, fecha del alzamiento militar contra la Rep¨²blica, coincidente con la verbena del diario EL PA?S. Convenc¨ª a unos amigos, entre los que se encontraba Elisa, mi amiga arabista, de que di¨¦semos una vuelta por ella. Luego de tomar un wisky con Juan Luis Cebri¨¢n, el alcalde de Madrid y otros amigos, decidimos volver pronto a nuestra casa. Grand¨ªsima confusi¨®n de autom¨®viles por la calle de Alcal¨¢. Hubo un lento sem¨¢foro que nos hizo detener, apretados de otros coches. Ni qu¨¦ decir tiene que no regresamos aquella noche a nuestra casa, por lo menos yo. Muy pocos d¨ªas despu¨¦s apareci¨® en el mismo peri¨®dico la siguiente nota: "El escritor gaditano Rafael Alberti, que se encuentra internado desde que el pasado 18 de julio sufriera un accidente de tr¨¢fico, ha escrito -desde lo que ¨¦l llama "el lecho del torero herido"- en el hospital un poema en el que relata lo pasado. Alberti, que rompi¨® el cristal del coche con la cabeza, y se fractur¨® una pierna, deber¨¢ seguir hospitalizado por un tiempo. El poema, titulado "Accidente" , dice as¨ª". Tras el soneto -del que, por cierto, tambi¨¦n han sido borrados actualmente los nombres de los tres amigos a los que nos lo dedic¨® y que s¨ª aparec¨ªan en EL PA?S, en la edici¨®n pr¨ªncipe de ?ngel Caffarena (M¨¢laga, 1987), y en la Obra completa de la editorial Aguilar (1988)-, Rafael cuenta algunos detalles del golpe -en los que vuelve a desaparecer mi nombre-, y luego relata su estancia en casa de su sobrina Teresa S¨¢nchez Alberti: "Por fin sal¨ª del hospital y me vine a proseguir el florecimiento de mi pierna izquierda a casa de mi sobrina , esperando ver brotar geranios de colores en cada dedo de mi pie...". Y, al final de la obra, recuerda c¨®mo empez¨® a trabajar en ese volumen de su autobiograf¨ªa a cuya reelaboraci¨®n -recordemos que sus cap¨ªtulos fueron publicados semanalmente en EL PA?S y que en el manuscrito hab¨ªa, por tanto, multitud de ausencias y repeticiones- yo le ayudaba yendo cada d¨ªa, de cinco de la tarde a nueve de la noche, a casa de su abnegada sobrina, leyendo entre los dos cada cap¨ªtulo y discutiendo qu¨¦ episodios deber¨ªa, tal vez, a?adir y cu¨¢les de esas repeticiones subsanar. "Mis primeras jornadas no han podido ser m¨¢s fruct¨ªferas -dice Alberti-, consistiendo en la construcci¨®n de estos libros tercero y cuarto de La arboleda perdida, preparados minuciosamente para darles al fin el orden definitivo."
Luego, se extiende en detalles de su convalecencia y traza un cari?os¨ªsimo retrato de los cinco hijos de Teresa Alberti, que tambi¨¦n ha sido eliminado: "Como sigo y sigo remolcando mi pie alrededor de la mesa, de su caoba espejante, encuentro a veces en ella reflejos muy atrayentes de la todav¨ªa frondosa arboleda de mi vida, que conf¨ªo poder relatar de aqu¨ª al a?o 2000". Lo mismo se puede decir de la repetida exclusi¨®n de Luis Garc¨ªa Montero, por ejemplo en el recuerdo de un viaje a Granada: "Hoy yo, entre el coro de los innumerables puros, y menos puros, amigos -o entre el de los turbios y avivados explotadores de su imagen-, llegaba sencillamente para recordar a Federico s¨®lo a trav¨¦s de lo que escrib¨ª a todo lo largo de mi vida y recogido en un libro bajo el t¨ªtulo "Federico Garc¨ªa Lorca, poeta y amigo".
Son unas m¨ªnimas muestras de la revisi¨®n a la que ha sido sometida la obra de Rafael Alberti, pero ser¨ªa muy f¨¢cil dar algunas m¨¢s. ?Es cierto o no que esa obra ha sido manipulada? Aqu¨ª alguien miente, y pueden estar seguros de que no soy yo. Con esos antecedentes, o con los datos tremendos que aporta el editor Mario Muchnik con respecto al tercer volumen de La arboleda perdida, supuestamente escrito por Alberti, y sobre el que Muchnik guarda pruebas de que hasta el nombre de Aitana, la hija del poeta, fue tachado de los dos o tres cap¨ªtulos que Alberti hab¨ªa escrito personalmente, es l¨®gico que el futuro de su obra suscite grandes temores. Convertido el antiguo poeta del pueblo en una empresa y en una marca registrada, repartida y controlada f¨¦rreamente su obra y, por el momento, desaparecida sin dejar rastro la mayor parte de un patrimonio que cuando vino a Espa?a desde su casa de Roma para ser legado "al pueblo de C¨¢diz", constaba de m¨¢s de mil setecientos objetos y piezas de arte, parece que el porvernir del creador de Sobre los ¨¢ngeles va a estar lleno de tormentas y oscuridad. ?Qu¨¦ va a ocurrir con ese patrimonio que, al parecer, no se especifica en su testamento y que s¨®lo en lo referido a creadores pl¨¢sticos incluye, en el inventario que se hizo de ¨¦l, obras de Pablo Picasso, Joan Mir¨®, Jos¨¦ Ortega, Antoni T¨¤pies, Antonio Saura, Orellana, Genov¨¦s, Guayasam¨ªn, Carlo Quatrucci, Delia del Carril, Lucio Mu?oz, Spilimbergo, Joan Brossa, Guinovart, Siqueiros, Jos¨¦ Caballero, Luis Seoane, Eduardo Arroyo, Gregorio Prieto o Juan Barjola hasta llegar, insisto, a las mil setecientas referencias? Habr¨¢ quien crea que todo eso no significa nada m¨¢s que una cosa: dinero. Otros pensamos que es una parte de nuestra Historia, un derecho de todos que no puede ser abolido por quienes s¨®lo busquen satisfacer sus ambiciones, tal vez porque no se dan cuenta del valor de las cosas, sino nada m¨¢s que de su precio.
Babelia
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