El gram¨¢tico a palos
Tengo un joven amigo que, despu¨¦s de diez a?os de estudiar gram¨¢tica, se ha convertido al fin en un analfabeto de lo m¨¢s ilustrado. Se trata de un estudiante de bachillerato de nivel medio, como tantos otros, y aunque tiene dificultades casi insalvables para leer con soltura y criterio el editorial de un peri¨®dico, es capaz sin embargo de analizar sint¨¢cticamente el texto que apenas logra descifrar. Su l¨¦xico culto es pobre, casi de supervivencia, pero eso no le impide despiezar morfol¨®gicamente, como un buen t¨¦cnico que es, las palabras cuyo significado ignora y enumerar luego de corrido los rasgos del lenguaje period¨ªstico, y comentar las per¨ªfrasis verbales y explayarse a¨²n en otras lindezas formales de ese estilo. De puro disparatada, a m¨ª la paradoja me resulta hasta c¨®mica, quiz¨¢ porque, como bien dec¨ªa Bergson, siempre es motivo de risa la teatralidad con que se manifiesta lo que en el hombre hay de r¨ªgido, de mec¨¢nico, de aut¨®mata. O, si se quiere, de deshumanizado. A m¨ª todo esto me recuerda a Charlot en la cadena de montaje, aplicado y absurdo, cautivo en movimientos maquinales de t¨ªtere hasta cuando se rasca la pantorrilla con el empeine del zapato. Este joven no est¨¢ lo que se dice alfabetizado, es cierto, pero s¨ª ampliamente gramaticalizado, y la suya es sin duda una forma bien laboriosa de ignorancia. Podr¨ªamos tambi¨¦n decir que lo que le falta en construcci¨®n y fundamento le sobra sin embargo en presencia y dise?o. Vaya, pues, una cosa por otra.Libros, ha le¨ªdo pocos, y no quiz¨¢ por falta de afici¨®n sino porque ahora en las escuelas se ense?a poca literatura y mucha lengua. Hay que estudiar demasiada gram¨¢tica como para andar perdiendo el tiempo en novelas de caballer¨ªas. Aunque en la teor¨ªa no tiene por qu¨¦ ser as¨ª, la pr¨¢ctica es otra cosa. En la pr¨¢ctica, la literatura est¨¢ pasando incluso a ser una provincia m¨¢s de esa patria com¨²n que es la lengua (o m¨¢s bien de ese Saturno que devora a sus hijos), y donde a menudo ha de convivir, de igual a igual, con esas otras provincias que son el periodismo, la publicidad, la ciencia y la t¨¦cnica, o la jurisprudencia. Ah¨ª, en esa gran democracia, si es que no compadreo, todos alternan y se codean con todos. Y es que, si de lo que se trata es de ense?ar lengua, la verdad es que tanto da diseccionar una lira de fray Luis como el eslogan de una marca de detergente o una receta gastron¨®mica, porque al fin y al cabo la cantidad de gram¨¢tica y de semiolog¨ªa que hay en esos mensajes viene a ser t¨¦cnicamente m¨¢s o menos la misma.
Pero, en fin, todo sea por esa buena y sacrosanta causa que es el aprendizaje de la lengua, puede pensarse. Claro que, luego, uno se pregunta: ?y para qu¨¦ sirve la lengua? ?Para qu¨¦ necesitan saber tantos requilorios gramaticales y semiol¨®gicos nuestros j¨®venes? Porque el objetivo prioritario de esa materia deber¨ªa ser el de aprender a leer y a escribir (y, consecuentemente, a pensar) como Dios manda, y el estudio t¨¦cnico de la lengua, mientras no se demuestre otra cosa, ¨²nicamente sirve para aprender lengua. Es decir: para aprobar ex¨¢menes de lengua. Entre ellos, el de selectividad, por supuesto, que eso son ya palabras mayores. Yo sospecho que, en alg¨²n oscuro departamento de alguna universidad, en el centro de alg¨²n laberinto pedag¨®gico, alguien alimenta el sue?o, o m¨¢s bien la pesadilla, de que alg¨²n d¨ªa habr¨¢ en Espa?a cuarenta millones de fil¨®logos.
El asunto, de cualquier modo, no es de ahora. En 1879, por ejemplo, en el Bolet¨ªn de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza escrib¨ªa Manuel B. Coss¨ªo: "?Por qu¨¦ no suspender el abstracto estudio gramatical de las lenguas hasta el ¨²ltimo a?o de la ense?anza escolar y ejercitar al ni?o en la continua pr¨¢ctica de la espont¨¢nea y libre expresi¨®n de su pensamiento, pr¨¢ctica tan olvidada entre nosotros, donde los ni?os apenas piensan, y los que piensan no saben decir lo que han pensado?" Ciento veinte a?os despu¨¦s, la erudici¨®n gramatical, aunque con distinto ropaje, sigue vigente en las escuelas, y va camino de convertirse poco menos que en una plaga de dimensiones b¨ªblicas.
Lo que le ocurre a mi joven amigo me recuerda mis tiempos de estudiante de Filolog¨ªa Hisp¨¢nica. Yo llegu¨¦ a sufrir a¨²n los excesos, tan rid¨ªculos como estruendosos, de la erudici¨®n. Jam¨¢s en cinco a?os llegamos a comentar ni una sola p¨¢gina de La Celestina, el Lazarillo o el Quijote. Como en aquel relato de Kafka donde el mensajero del emperador no podr¨¢ llegar nunca a su meta porque la inmensidad del propio imperio se lo impide, o por la misma raz¨®n por la que Aquiles no conseguir¨¢ darle alcance a la tortuga, de igual modo tampoco nosotros acced¨ªamos nunca a los textos originarios porque antes hab¨ªa que atravesar un laberinto inacabable de datos, de hip¨®tesis, de averiguaciones, de fechas, de variantes, de teor¨ªas, que (ahora lo s¨¦) no eran un medio para llegar a la obra y enriquecer la lectura sino un fin en s¨ª mismo. Tampoco mi joven amigo sabe bien lo que lee porque, entre ¨¦l y los textos, se interpone siempre la gram¨¢tica, como un bur¨®crata insaciable. Un poco al modo de aquella parodia donde Cort¨¢zar da instrucciones para subir una escalera, tanto mi joven amigo como yo nos quedamos en la higiene de los manuales de uso, sin lograr apenas ascender unos cuantos pelda?os.
No hay esperpento sin un fondo solemne sobre el que destacarse. ?Y qu¨¦ mejor fondo, y de mayor solemnidad, que el de la t¨¦cnica, sobre todo si se le a?ade el aura de un cierto hermetismo? Ante la cosa t¨¦cnica, y la superstici¨®n de lo ¨²til, todos callan y otorgan, como si se tratase del traje nuevo del emperador. Hace ya tiempo que la tecnificaci¨®n del saber lleg¨® tambi¨¦n a las humanidades, culpables acaso de parecer sobrantes y anacr¨®nicas en el mundo de hoy. Uno no tiene nada contra la gram¨¢tica, pero s¨ª contra la intoxicaci¨®n gramatical que est¨¢n sufriendo nuestros j¨®venes. Uno est¨¢ convencido de que, fuera de algunos rudimentos te¨®ricos, la gram¨¢tica se aprende leyendo y escribiendo, y de que quien llegue, por ejemplo, a leer bien una p¨¢gina, entonando bien las oraciones y desentra?ando con la voz el contenido y la m¨²sica del idioma, ¨¦se sabe sintaxis. S¨®lo entonces, como una confirmaci¨®n y un enriquecimiento de lo que b¨¢sicamente ya se sabe, alcanzar¨¢ la teor¨ªa a tener un sentido y a mejorar la competencia ling¨¹¨ªstica del usuario. As¨ª que, quien quiera aprender lengua, que estudie literatura, mucha literatura, porque s¨®lo los buenos libros podr¨¢n remediar la plaga que se nos avecina de los gram¨¢ticos a palos.
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