Entrega del canal
LA ENTREGA formal por EE UU a Panam¨¢ del canal abierto en 1914 -cumpliendo un acuerdo entre el presidente Carter y el general Torrijos para liquidar una situaci¨®n neocolonial- no s¨®lo pone fin a casi un siglo de protectorado. Marca de hecho el comienzo de la verdadera independencia de un pa¨ªs centroamericano, Panam¨¢, inventado por Estados Unidos en 1903 (desgaj¨¢ndolo de Colombia) con el fin de construir esa estrat¨¦gica v¨ªa de agua de 80 kil¨®metros por la que transita el 4% del comercio mar¨ªtimo mundial.Clinton ha desairado a los paname?os, y a todos los latinoamericanos, al no comparecer (ni tampoco su ministra de Exteriores) a la ceremonia de ayer, preludio de la transferencia t¨¦cnica, que se har¨¢ en la medianoche del 31 de diciembre. La excusa es que nadie mejor que Jimmy Carter representa el esp¨ªritu de la devoluci¨®n. Las razones reales, sin embargo, apuntan en otras direcciones; una es que el presidente saliente no quiere verse en la foto para la posteridad desprendi¨¦ndose de una de las joyas que mejor ha representado a la superpotencia; otra, m¨¢s coyuntural, responde a su deseo de no dar combustible al sector m¨¢s ultra del Congreso, que alimenta una pintoresca campa?a propagand¨ªstica seg¨²n la cual el canal podr¨ªa caer en manos chinas, ya que una firma de Hong Kong bien conectada con Pek¨ªn (Hutchison Whampoa) administra puertos a ambos lados de la v¨ªa de agua.
Panam¨¢ ha vivido su corta historia bajo las grandes alas de EE UU. Por eso, entre sus ciudadanos hay sentimientos mezclados sobre la recuperaci¨®n de una soberan¨ªa que concita orgullo y expectativas de una nueva bonanza econ¨®mica; pero que representa tambi¨¦n el final de muchos puestos de trabajo y del dinero estadounidense, y un temor abierto a que el Gobierno paname?o haga pol¨ªtica con el canal, pese a que estar¨¢ controlado por una entidad independiente, con sus propias leyes laborales y regulaciones fiscales.
Con ser grande, la mayor responsabilidad que adquiere Panam¨¢ es la de garantizar a todos los usuarios que seguir¨¢ manteniendo eficazmente las operaciones de una de las v¨ªas de comunicaci¨®n m¨¢s importantes del planeta. Por la seguridad del canal, por el que transitan 14.000 barcos anualmente, no tiene que preocuparse. Aunque Clinton no lo hubiera corroborado expl¨ªcitamente ayer, nadie puede pensar que EE UU se cruzar¨¢ de brazos ante cualquier posible amenaza contra su obra. Washington ha demostrado, a veces con celo sangriento, hasta qu¨¦ punto considera esta zona del mundo su patio trasero.
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