El sistema m¨¦trico decimal, legado de la Revoluci¨®n Francesa, cumple 200 a?os
Libertad, igualdad, fraternidad y sistema m¨¦trico decimal. Tal puede ser considerado el legado de la Revoluci¨®n Francesa. La adopci¨®n de un sistema de mediciones unificado, decimal y universal, basado en una nueva medida, el metro, acaba de cumplir 200 a?os y fue considerado en aquella ¨¦poca un s¨ªmbolo de la igualdad entre los seres humanos. Por ello mismo, su adopci¨®n en otros pa¨ªses tuvo que luchar no s¨®lo contra los sistemas tradicionales de medida, fuertemente arraigados en la poblaci¨®n, sino tambi¨¦n contra los prejuicios pol¨ªticos que su g¨¦nesis revolucionaria suscitaba.
Hoy estamos habituados a pensar en metros, kil¨®metros, kilogramos o litros sin mayor problema, pero quien haya tenido que vivir en un pa¨ªs anglosaj¨®n, donde persisten medidas tradicionales, como la pulgada, el pie, la milla o el gal¨®n, habr¨¢ reflexionado sobre las ventajas de un sistema com¨²n entre la mayor parte de los pa¨ªses y en el cual resulta sencillo convertir medidas a diferentes magnitudes (de mil¨ªmetros a metros o de ¨¦stos a kil¨®metros).Estos pa¨ªses se mantienen aferrados a su sistema en parte por orgullo brit¨¢nico y en parte por las ventajas comerciales que durante el siglo XIX y gran parte del XX les proporcion¨® el que sus medidas se usaran en amplias zonas de Asia. Pero en su pecado llevan la penitencia, como ha comprobado la NASA recientemente al perder la nave Mars Climate Orbiter por la falta de unificaci¨®n de los sistemas de medida.
La confusi¨®n debida a la coexistencia de diferentes medidas ha sido una constante en la historia de la humanidad. Cada pa¨ªs, cada regi¨®n, e incluso cada aldea, utilizaba hasta no hace mucho sus propias medidas (leguas, varas, pies, arrobas...) y su definici¨®n era con frecuencia tan ambigua que era imposible determinarlas con precisi¨®n. Adem¨¢s, cada cosa ten¨ªa su propio sistema de medida, incluso para una misma magnitud. As¨ª, la vara serv¨ªa para medir la longitud de las telas, pero no un mueble o la distancia a otro pueblo, donde se utilizaba el pie, la l¨ªnea o la legua. En otras ocasiones, como en el caso de la fanega, una misma unidad serv¨ªa para medir una superficie agraria y un volumen de grano. La explicaci¨®n es que una fanega de superficie era el terreno necesario para producir una fanega de trigo.
Dos varas de medir
?Cab¨ªa mayor confusi¨®n? Pues s¨ª. En muchos lugares exist¨ªan aut¨¦nticamente dos varas de medir; no era lo mismo una misma medida al por mayor que al por menor. La ganancia de los comerciantes, poco dados a calcular porcentajes, no se hallaba en la diferencia de precio entre el g¨¦nero comprado y el vendido, sino en la diferencia de medida; no era lo mismo una vara comprada al fabricante que vendida al consumidor. El precio se consideraba algo m¨¢s estable que la medida.
La situaci¨®n era especialmente penosa para las clases populares, tanto por su menor nivel de instrucci¨®n como por sus relaciones de dependencia. La falta de una definici¨®n clara permit¨ªa que las medidas se convirtieran en un instrumento de dominaci¨®n. "El m¨¢s poderoso pod¨ªa imponer sus propias unidades, y as¨ª se explica que en el siglo XVIII se llegaran a censar hasta 391 valores diferentes para la libra [de peso]", dice Jos¨¦ Antonio de Lorenzo Pardo, autor de la obra La revoluci¨®n del metro (Celeste, 1998).
Por eso, entre las demandas sociales suscitadas durante los confusos tiempos de la Revoluci¨®n Francesa se encontraba la de la unificaci¨®n de las medidas y el establecimiento de controles objetivos que garantizasen la exactitud de las mismas. En 1790, la Asamblea Nacional aprob¨® la reforma del sistema de medidas, y el 1 de agosto de 1793, la Convenci¨®n fij¨® un metro provisional. Pero fueron decisiones sin contenido pr¨¢ctico hasta que Napole¨®n, reci¨¦n nombrado primer c¨®nsul, tom¨® la decisi¨®n de firmar el decreto que determinaba la longitud exacta del metro el 10 de diciembre de 1799.
El metro fue la base del nuevo sistema de medida y la misma elecci¨®n del nombre declaraba su prop¨®sito de servir de sistema de referencia universal, ya que metro procede del lat¨ªn metrum, que significa precisamente medida. En pleno siglo del racionalismo y el fervor cient¨ªfico, la determinaci¨®n de la medida exacta quiso tambi¨¦n tener una base cient¨ªfica. La referencia del metro se busc¨® en la medida de la propia Tierra: exactamente, la diezmillon¨¦sima parte de un cuadrante de meridiano terrestre, esto es, de la distancia entre el Polo y el Ecuador.
Para determinar esta distancia se aprovecharon las mediciones llevadas a cabo por dos expediciones cient¨ªficas realizadas en Per¨² y Laponia 60 a?os atr¨¢s. Los trabajos de triangulaci¨®n prosiguieron despu¨¦s, permitiendo afinar cada vez dicha longitud. La determinaci¨®n de adoptar la longitud del meridiano como base para definir el metro hab¨ªa sido tomada ya en marzo de 1791, y en 1798 se reuni¨® una comisi¨®n de sabios internacional (a la que, seg¨²n De Lorenzo Pardo, s¨®lo acudieron los pa¨ªses aliados de Francia, entre ellos Espa?a, representada por Gabriel Ciscar y Agust¨ªn Pedrayes), que present¨® al legislativo franc¨¦s los prototipos del metro y del kilogramo y que fueron los impuestos por el decreto napole¨®nico.
Pese a todo, su implantaci¨®n real tard¨® casi medio siglo en ser efectiva en Francia, donde entretanto se hab¨ªan popularizado medidas intermedias. En 1812 se aceptaron m¨²ltiplos o fracciones no decimales con nombres tradicionales: el medio kilo, por ejemplo, se denominaba libra. La obligatoriedad definitiva no lleg¨® a Francia hasta julio de 1840.
Pol¨ªticamente peligroso
En otros pa¨ªses la cosa fue a¨²n m¨¢s lenta. "A finales del XVIII, el metro no era visto como una vara de medir m¨¢s. Siempre se tuvo en cuenta que era fruto de la Revoluci¨®n, y como tal, se consider¨® pol¨ªticamente peligroso", dice Jos¨¦ Antonio de Lorenzo. En Espa?a, Isabel II estableci¨® en 1849 su obligatoriedad a partir de enero de 1853, pero sucesivos aplazamientos retrasaron su efectiva entrada en vigor hasta el 1 de julio de 1880.
Incluso en la vida cotidiana actual persisten rasgos de viejos sistemas de medidas. Ocurre con la ropa y los zapatos, donde las tallas cambian con frecuencia seg¨²n el fabricante y no suelen basarse en medidas m¨¦tricas decimales; o en las imprentas, donde las medidas tipogr¨¢ficas son especiales. El caso m¨¢s notorio es el de la medici¨®n del tiempo, donde se define la hora como 1/24 del tiempo de rotaci¨®n de la Tierra y las unidades menores son sexagesimales.
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