Volver ad¨®nde
Siempre puedes volver, pero nunca del todo. Eso es lo que dice Bob Dylan en Mississippi, una canci¨®n excluida de su ¨²ltimo disco, Time out of mind, y su frase me parece una forma extraordinaria de resumirlo todo: la nostalgia, la p¨¦rdida, el ¨®xido del tiempo. La gente regresa a los sitios de los que sali¨®, vuelve a la casa en donde una vez estuvo o camina por la ciudad en que viv¨ªa como si eso no fuera imposible, neg¨¢ndose a aceptar que ni esos lugares son ya los que fueron ni ellos son los mismos. ?Qu¨¦ tiene que ver, por ejemplo, ese Paul McCartney de 57 a?os que ha despedido el milenio tocando en el Cavern Club de Liverpool con el adolescente que empez¨® su carrera en ese local a principios de los sesenta? El nuevo McCartney sigue siendo maravilloso y puede cantar las canciones de entonces, pero hay, al menos, tres cosas de las que nunca podr¨¢ olvidarse: el Cavern Club es s¨®lo una imitaci¨®n, porque el edificio original fue demolido en 1973; los Beatles ya no existen y John Lennon est¨¢ muerto. Nos gusta creer que lo que queda de las cosas es a¨²n una parte de esas cosas, pero no es verdad.La memoria, escribi¨® en alguna parte Borges, consiste en recordar unos hechos que tal vez fueran otros. Si eso es verdad, el retorno es todav¨ªa m¨¢s inveros¨ªmil: no se puede recuperar algo inventado, por muy real que le parezca a quien lo busca, por mucho que le importe o lo prefiera a todo lo que tiene. De eso, entre otras cosas, trata la ¨²ltima novela de Antonio Mu?oz Molina, Carlota Fainberg: un hombre persigue en Buenos Aires el sue?o de otro hombre, intenta encontrar a una mujer que quiz¨¢ es mentira, reconstruir lo que no se sabe si lleva mucho tiempo roto o, en realidad, nunca estuvo armado; la ¨²nica forma de dar con ella es dejar de ser ¨¦l, apartarse de sus h¨¢bitos, convertirse en alguien diferente; pero eso no basta, porque la ciudad tambi¨¦n es ahora distinta, el hotel en el que habita el fantasma de Carlota Fainberg va a ser derribado, los ascentoristas, limpiadoras y botones, a punto de perder su empleo, ya no se comportan con la cortes¨ªa propia del personal de los hoteles caros, sino que tratan a su ¨²ltimo hu¨¦sped con una familiaridad grosera. Da lo mismo que se trate de una persona o de dos personas distintas: no es posible vivir m¨¢s de una vez una misma historia.
Ahora, la Comunidad de Madrid va a intentar recuperar dos esculturas de Francisco P¨¦rez Mateo desaparecidas durante la guerra civil. Parece que el artista las vendi¨®, junto a la casa que ten¨ªa en Cuatro Caminos, poco antes de tomar un fusil para defender a la Rep¨²blica de los b¨¢rbaros y de morir en el frente de Carabanchel; luego, el avance de las tropas de Franco hizo que las dos obras, Lucha grecorromana y Busto de Lenin, fueran ocultadas bajo tierra, en una zanja donde probablemente sigan y de donde se pretende salvarlas, si es que a¨²n permanecen en un agujero cuya oscuridad est¨¢ formada por sesenta a?os de silencio. Ser¨ªa tan hermoso que logaran encontrarlas, que se pudiese devolver a los museos lo que las pistolas de los criminales hicieron echar a las zanjas o exterminaron sus aviones, como ocurri¨® con las obras del gran Alberto S¨¢nchez. Hay, desde luego, algo extra?o en todo esto, algo que sucede al pensar en el Madrid en que fueron sepultadas las esculturas y en el Madrid en que, tal vez, reaparezcan, tan distinto, seguramente tan opuesto al que habr¨ªa sido si no hubiesen derribado la Rep¨²blica, si las calles no hubieran soportado un pasado con Franco y un futuro con el dolor de sus v¨ªctimas.
Siempre es posible volver, pero nunca del todo. Sin embargo, por fortuna, lo contrario de todo no tiene por qu¨¦ ser nada, y es extraordinario tener la esperanza de que cosas como las esculturas de P¨¦rez Mateo puedan resucitar de entre el olvido. Ser¨ªa tambi¨¦n extraordinario que las autoridades mandaran hacer en la ciudad, por ejemplo, alguna de las fuentes alucinantes que dise?¨® Alberto S¨¢nchez y que, con toda seguridad, hab¨ªan existido en esa otra ciudad sin guerra y sin Franco; ser¨ªa casi como ser capaces de regresar al pasado y detener las bombas. Que no se puedan repetir las cosas no significa que no se las pueda rehacer. Es como McCartney cantando en el Cavern Club, como las canciones de Dylan, como la Carlota Fainberg de Mu?oz Molina. Son los actos mediante los cuales la Cultura le vence a la Historia, las estratagemas con las que una puede poner en pie todo lo que la otra ha devastado.
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