Con la ayuda de Alejo Carpentier
Nada de lo escuchado ayer en el monasterio madrile?o de la Encarnaci¨®n hubiera sido posible sin la callada tarea de los music¨®logos americanos y espa?oles que, con su esfuerzo de d¨¦cadas, han permitido esta recuperaci¨®n musical sin precedente, seg¨²n los expertos. Entre aqu¨¦llos figur¨® en primera fila el escritor y music¨®logo cubano Alejo Carpentier, quien, en el a?o 1945, descubri¨® las mejores notaciones del cl¨¦rigo menor y magno m¨²sico Esteban de Salas, cubano mulato, cuyas partituras, escritas entre 1750 y 1803, el coro Exaudi trenz¨® con sus m¨¢s c¨¢lidas voces.En el sur de Am¨¦rica, m¨²sicos como Juan P¨¦rez Bocanegra, al final del siglo XVI, y Roque Ceruti, del XVIII, tintaron con sus mejores trazos unas composiciones germinadas en el propio alma de los pueblos que habitan Per¨², Bolivia y el altiplano y lo expresaron en castellano y quechua. Hanaqpachaq, un canto henchido de emoci¨®n, expresa lo m¨¢s sublime de estos cantos en la lengua arcaica y viva de los Andes, cuya capital m¨²sical es, fuera de dudas, Andahuaylillas, no lejos de la milenaria ciudad de Cusco. Otros compositores an¨®nimos, como los que idearon el Queditito quedo o el villancico Vaya de m¨²sica,Orfeos, nutrieron un rico repertorio para ser cantado bajo las anchas b¨®vedas de los templos continentales. Las trece composiciones contaron con dos violinistas de la talla de Ernesto D¨ªaz, disc¨ªpulo del ruso Vlad¨ªmir Yampolski y de Alfredo Mu?oz; del chelo Alejandro Rodr¨ªguez, del contrabajo Iv¨¢n Valiente, del franc¨¦s Christian Mouyen y de la clavecinista Victoria Collado. Toda una orquesta.
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