"Nicolae era bueno", cuenta hoy su hermana
El dictador Ceausescu, un aprendiz de zapatero de una familia pobre de Scornicesti, pretend¨ªa extender en todos los vericuetos del poder las ramas de su familia. Con la promoci¨®n de su hijo Nicu estuvo a punto de estrenar la primera dinast¨ªa comunista de Europa. Hoy, esa familia vive olvidada y al margen de la sociedad y del poder, especialmente tras la muerte de Nicu, conocido en otra ¨¦poca por sus violaciones, sus juergas desp¨®ticas y una cirrosis que le mat¨® en 1996.
La hermana de Nicolae Ceausescu, Elena, recibe a EL PA?S en la puerta de su casa, tan grande como espantosa, en un antiguo barrio militar de Bucarest. Junto a ella pululan en el patio algunos cerdos y ovejas. Tiene 79 a?os, y el frondoso cabello gris que asoma de su pa?uelo campesino no puede ocultar el enorme parecido con su difunto hermano. Le faltan algunos dientes y, de los que le quedan, la mayor¨ªa son de oro. Habla con recelo, pero sin ninguna duda. "Este Gobierno ha destruido el pa¨ªs. A m¨ª me han robado todo el m¨¢rmol que ten¨ªa en esta casa, viv¨ªa con ba?os de lujo", cuenta, echando pestes de la democracia. "Y me lo rob¨® la gente a la que yo ayudaba consigui¨¦ndoles pisos cuando gobernaba mi hermano".
Cuenta Elena c¨®mo cuidaba al peque?o Nicolae, all¨¢ en Scornicesti, cuando su madre enferm¨®. "Yo era su segunda madre". All¨ª trabaj¨® como campesina hasta los 22 a?os, cuando se mud¨® a Bucarest. Su hermano Andrutsa hab¨ªa llegado primero, y les fue ayudando a desembarcar en la capital. Elena consigui¨® trabajo como obrera en la f¨¢brica Electromagnetica. "Luego, como sab¨ªa manejar muy bien a la gente, me hicieron directora". Claro, que para entonces su hermano ya estaba en el poder. "Era un hombre bueno, s¨®lo quer¨ªa el bien del pa¨ªs".
La anciana mantiene relaciones con Zoe. La hija de Nicolae y Elena, antes poderosa, es hoy una mujer menuda, enferma del pulm¨®n, que vive con su marido en un humilde apartamento de Bucarest. Ni ella ni el otro hermano, Valent¨ªn, que siempre vivi¨® m¨¢s apartado de la familia, se dejan ver con frecuencia en el cementerio en el que yacen sus padres y Nicu. La tumba de Nicolae, convertida en objeto de culto y peregrinaje de miles de nost¨¢lgicos, est¨¢ separada varios metros de la de su esposa, Elena, que concita hoy todos los odios entre los seguidores del dictador. Ninguna inscripci¨®n en la tumba de Elena. S¨®lo una endeble cruz de madera. S¨ª tiene l¨¢pida, y de m¨¢rmol, su hijo Nicu. As¨ª reposan, separados, desiguales, pero al fin y al cabo muertos, los tres grandes protagonistas de la esperp¨¦ntica dictadura que sufri¨® Ruman¨ªa durante 24 a?os.
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