Como en los viejos tiempos sovi¨¦ticos
En tiempos sovi¨¦ticos, los comicios no eran precisamente un ejercicio de democracia partidista, pero s¨ª una fiesta popular que se sustentaba, en buena parte, en que ese d¨ªa se encontraban en los colegios electorales, a precios rid¨ªculos, productos casi imposibles de conseguir fuera del mercado negro o las dolarizadas tiendas para extranjeros.Algo de eso subsiste todav¨ªa. En la Casa Central de Arquitectos, en el barrio de las embajadas, los votantes y el centenar de periodistas que esperaban la llegada del ex primer ministro Yevgueni Primakov pod¨ªan tomar un t¨¦ por un rublo (seis pesetas) o una cerveza de medio litro por nueve. M¨¢s barato que en la calle, lo que explica que m¨¢s de uno se llevara a casa la bolsa llena.
Primakov lleg¨® en torno a las diez de la ma?ana, con cuatro guardaespaldas, y aguard¨® sonriente su turno, rechazando la invitaci¨®n a salt¨¢rselo. Tras recoger sus papeletas (para la Duma, la alcald¨ªa y los consejos vecinales), las estudi¨® mientras hac¨ªa una segunda cola para entrar en una cabina. Deposit¨® su voto en una urna de madera, hizo unas breves declaraciones y se fue.
De 10 personas interrogadas en ese colegio, tres reconocieron haber votado por el bloque de Primakov, Patria-Toda Rusia; dos por los comunistas, dos por Unidad, una por la Uni¨®n de Fuerzas de Derechas, otra por el bloque de Zhirinovski, y otro respondi¨®: "?Y a usted qu¨¦ le importa?".
Este ¨²ltimo era probablemente un simpatizante comunista o de algunos de los grupos nost¨¢lgicos de la URSS que decoraban una papeleta de voto con 26 opciones, o 27 si se cuenta la posibilidad de votar contra todos.
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