Perd¨®n navide?o para la abuela esp¨ªa
Melita Norwood llev¨® durante a?os una doble vida. Para sus vecinos ingleses era una madre de familia y una secretaria normal y corriente que trabajaba en la Asociaci¨®n de Investigaci¨®n en Materiales no Ferrosos, pero para un c¨ªrculo de ¨ªntimos colaboradores era una concienciada comunista brit¨¢nica y diestra esp¨ªa que proporcion¨® a la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica documentaci¨®n relacionada con la bomba at¨®mica durante los a?os cuarenta. Los archivos del KGB identifican a Melita Norwood bajo el popular vocablo espa?ol "Hola".La traici¨®n de la agente secreta Hola, que trabaj¨® durante 40 a?os para los sovi¨¦ticos, cogi¨® por sorpresa al Gobierno brit¨¢nico y al p¨²blico en general. Los servicios de Inteligencia del pa¨ªs sospechaban de sus actividades extraoficiales desde mediados del milenio, pero archivaron el dossier sin informar a sus superiores en el Ministerio del Interior. Fue necesario que un disidente sovi¨¦tico, Vasili Mitrokhin, escapara en 1992 a occidente con archivos del KGB para que se levantara el revuelo.
Siete a?os despu¨¦s de la huida del ex oficial ruso, y con un libro sobre sus comprometedores hallazgos en las librer¨ªas del Reino Unido, el Gobierno laborista de Tony Blair ha dado un carpetazo al cap¨ªtulo de los agentes de la guerra fr¨ªa. Melita Norwood y otros cuatro ex colabadoradores de la Uni¨®n Sovi¨¦tica no pasar¨¢n por los tribunales. As¨ª lo dio a conocer esta semana el fiscal general del Estado, Ross Cranston, en el Parlamento de Westminster. El fiscal teme que los procesos judiciales fallen por falta de pruebas o que los jueces los desestimen dado el largo periodo de tiempo que ha transcurrido desde que los cinco traicionaron al Estado.
"Es el mejor regalo de Navidades que he recibido jam¨¢s", se?al¨® Norwood, veterana abuela de 87 a?os, al conocer la decisi¨®n del Gobierno. "Este asunto me ha tenido muy preocupada y estoy realmente aliviada". La ex esp¨ªa tiene la conciencia tranquila y no se arrepiente de haber ayudado a la causa comunista pasando documentos ultrasecretos al Este. "S¨¦ que lo que hice est¨¢ mal seg¨²n la ley, pero todav¨ªa creo que lo hice por las razones correctas", explic¨® esta semana. "Pero", continu¨®, "hoy no lo har¨ªa. Ese asunto de Chechenia me parece bastante malvado".
En cierta forma, la honestidad y falta de arrepentimiento han salvado a la esp¨ªa de pasar el resto de su vejez entre rejas. En v¨ªsperas de la publicaci¨®n del libro de Mitrokhin, hace unos meses, la prensa acorral¨® la vivienda de Norwood, en el condado sure?o de Kent. La anciana comunista gan¨® fuerza con la creciente intromisi¨®n en su vida pasada y dio la cara para confesar p¨²blicamente sus pecados. Estas informaciones, alega el fiscal general, ser¨ªan ahora inadmisibles en los tribunales. Los conservadores parecen olvidar que gobernaban cuando los servicios secretos revisaron los archivos de Mitrokhin. Dejaron pasar la ocasi¨®n id¨®nea de juzgar a los esp¨ªas pero denuncian abiertamente la actitud tomada ahora por sus rivales pol¨ªticos. "La decisi¨®n de no juzgar actos de traici¨®n mayor, las m¨¢s despreciables acciones que se pueden cometer, es muy poco convincente. El Gobierno est¨¢ actuando con evasivas y demostrando debilidad. No hay duda de que los esp¨ªas tendr¨¢n unas buenas Navidades", critic¨® la conservadora Ann Widdecombe. Desde su cargo como ministra en la sombra de Interior, Widdecombe ha declarado que deber¨ªan ser los jueces y no el Gobierno quienes deber¨ªan decidir si hay pruebas suficientes para condenar a los antiguos agentes del KGB.
La abuela Norwood no es la ¨²nica que tiene un regalo inmejorable bajo su ¨¢rbol de Navidad. Entre sus compa?eros de profesi¨®n extraoficial se encuentra el profesor universitario Robin Pearson, de 44 a?os, que presuntamente pas¨® informes a la polic¨ªa secreta alemana. Tambi¨¦n se salva de pasar por los tribunales John Symonds, de 64 a?os en la actualidad, cuya presunta labor para la Europa comunista provoca ahora sonrisas. En tiempos de la guerra fr¨ªa, Symonds era un agente de polic¨ªa responsable aparentemente de seducir y llevarse a la cama al mayor n¨²mero posibles de funcionarios y oficiales que trabajaban en embajadas por todos los confines del mundo. D¨¦cadas m¨¢s tarde, la prensa brit¨¢nica le reconoce como el Romeo de los servicios de inteligencia sovi¨¦ticos. "No me importar¨ªa tener este trabajo", dec¨ªan ayer algunos oyentes de la BBC. El Gobierno se reserva la identidad de otros dos presuntos esp¨ªas que, desde esta semana, podr¨¢n dormir tranquilos.
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