Perfumes
JOS? LUIS FERRIS
La Navidad se nos viene encima como un nubarr¨®n espeso que avanza hacia nosotros sin que nada lo remedie. Su presencia es c¨ªclica y a nadie pilla de sorpresa su inminencia devastadora y pertinaz. Son demasiados los indicios que anuncian su llegada, los s¨ªntomas sociales que predicen su aparici¨®n alterando el ritmo de la vida cotidiana hasta extremos alarmantes. La publicidad, sin ir m¨¢s lejos, adquiere un sabor espeso y dulz¨®n y nos empalaga desde los medios con apabullantes sugerencias y otros desmanes que nos convierte en v¨ªctimas del mercantilismo m¨¢s desenfrenado. Se habr¨¢n dado cuenta, supongo, de que los beb¨¦s de Iberia descansan estos d¨ªas para ceder su espacio a los anuncios de cosm¨¦tica. Los turrones y mazapanes ocupan el lugar de los pa?ales m¨¢s absorbentes. Hasta los cereales para el desayuno han sido desbancados por el Cocol¨ªn Tirit¨®n de Famosa, los complementos de la Barby o el MegaM¨®vil de Educa. El Viceroy de Julio Iglesias hace sombra a la ¨²ltima tecnolog¨ªa de Audi y los raperos de la Telefon¨ªa M¨®vil lanza sus incre¨ªbles ofertas al ritmo de los mejores ¨¦xitos del a?o. Pero la oferta estrella de estos d¨ªas son, sin duda alguna, los perfumes. No hay eau de toilete ni esencia con dosificador que no tenga su anuncio, su plano corto con chica irresistible o su var¨®n a pecho descubierto y con est¨®mago plano. No entiendo, cr¨¦anme, esa tendencia obsesiva a rociar el cuerpo con olores ajenos. Maquillar el aroma natural de cada uno con los inagotables inventos de la alquimia me parece tan sacr¨ªlego como estrujar un lim¨®n sin discreci¨®n alguna sobre cualquier alimento que se nos ponga delante. Cada hombre y cada mujer tiene su olor propio, tan esencial e identificativo como las huellas digitales o el ADN. Sin embargo, hay un impulso ancestral que nos conduce a enmascararnos con fragancia de Rochas o perfume de Giorgio Armani para dejar en los dem¨¢s una huella que no nos pertenece y que comparten miles de mortales. Por eso, cuando alguien nos dice con mirada de arrebato que le gusta nuestro olor, el fraude es tan absoluto como andar por el mundo con la m¨¢scara puesta, como fantasmas de una ¨®pera absurda, enamorados enga?osamente de nosotros mismos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.