Bellini, a medio gas

La f¨®rmula de un espect¨¢culo oper¨ªstico centrado alrededor de un autor, enlazando algunos de los fragmentos m¨¢s conocidos de su obra, y articulando una estructura dramat¨²rgica que posibilite una contextualizaci¨®n hist¨®rica por medio de actores, dio un resultado m¨¢s que notable el a?o pasado con Una furtiva l¨¢grima, de Donizetti. Ahora se repite la experiencia con Bellini.El hilo que une ambas propuestas es la presencia del tenor l¨ªrico Enrique Viana, un cantante que ha tenido en 1999 tal vez su a?o m¨¢s redondo. El ¨¦xito de su reciente disco dedicado a Donizetti en el sello Calando confirma su estado de gracia.

A te, Bellini no est¨¢, en cualquier caso, al mismo nivel que Una furtiva l¨¢grima. Ello no es debido a que Bellini sea m¨¢s complejo que Donizetti. M¨¢s bien creo que no se acaba de alcanzar en esta ocasi¨®n el grado de depuraci¨®n musical, teatral e intelectual que un trabajo de estas caracter¨ªsticas reclama. La primera parte, sobre todo, transmite una inc¨®moda sensaci¨®n de frialdad. Se parte de una escenograf¨ªa muy sugerente de C¨¦sar Omar, con la tumba de Bellini y un ambiente de ¨¢rboles con hojas oto?ales ca¨ªdas, donde se sit¨²a el sexteto instrumental y su director, pero ni la actriz que encarna el personaje de Mar¨ªa Malibr¨¢n, de bella voz y buena presencia, consigue la suficiente claridad e incisividad, ni los instrumentistas transmiten en ning¨²n momento la emoci¨®n mel¨®dica que Bellini pide a gritos, ni el director musical concerta siempre adecuadamente la escena con los m¨²sicos (a los cantantes pr¨¢cticamente no les mira), ni las voces logran evitar la sensaci¨®n de que est¨¢n sobre el escenario un poco perdidas. Falta engrase, quiz¨¢ ensayos, quiz¨¢ un punto de definici¨®n o de identificaci¨®n con la idea del espect¨¢culo. Sobra rigidez. Los momentos m¨¢s satisfactorios se logran en Il pirata.

Las cosas fueron mejor en la segunda parte, especialmente en los fragmentos de I puritani. Los cantantes se encontraban mucho m¨¢s entonados y transmitieron desenvoltura e incluso un puntito de iron¨ªa. Apareci¨®, al fin, el humor.

El tenor Enrique Viana volvi¨® a cautivar a sus incondicionales con su valent¨ªa en los agudos o con su fraseo belcantista. Helena Gallardo fue ganando en empaque y arrojo conforme la velada transcurr¨ªa. Cumplieron con solvencia el resto de los cantantes. El sexteto instrumentista y su director dejaron bastante que desear.