Los cr¨¦ditos perdidos
La desafecci¨®n de los ciudadanos por la pol¨ªtica, que con tanta raz¨®n criticamos, encuentra en su ejercicio cotidiano -l¨ªderes, Gobiernos, partidos- sustento permanente para la persistencia y extensi¨®n de su descr¨¦dito. Brevemente tres ejemplos en el ¨¢mbito internacional. La guerra de la OTAN en Kosovo, que pudo haber sido una primera prueba de la eficacia de las acciones metanacionales en defensa de los derechos humanos, ha tenido tantos efectos perversos que se ha convertido en la contrafigura de su prop¨®sito. La definitiva descalificaci¨®n de las Naciones Unidas en las grandes decisiones b¨¦licas: la generalizaci¨®n de las matanzas serbias que la arrogancia y la brutalidad de los impunes bombardeos de la OTAN ten¨ªan que producir; la lamentable confusi¨®n entre intervenciones humanitarias e intervenciones militares que esta guerra consagr¨® y, sobre todo, la limpieza ¨¦tnica albanesa, sobrea?adida a la limpieza ¨¦tnica serbia, han sido realidades resultantes absolutamente desconsoladoras.Hoy, la constituci¨®n en Kosovo de una administraci¨®n conjunta de las Naciones Unidas y de los partidios albaneses ha bendecido el triunfo de la doctrina de Milosevic: una Yugoslavia panserbia o un explosivo agregado de irreconciliables guetos ¨¦tnicos.
El segundo ejemplo es el del cinismo pol¨ªtico que se?orea la pol¨ªtica europea. Comenzando por su Parlamento, desertado por los l¨ªderes nacionales de los grandes partidos, pocos meses despu¨¦s de haber encabezado sus candidaturas y de habernos prometido su presencia permanente en Estrasburgo. Yo les he visto durante la campa?a en la televisi¨®n francesa -Fran?ois Hollande, Nicolas Sarkozy, Robert Hue-, pero los espa?oles tampoco podemos, por razones obvias, echar la primera piedra, proclamando con convicci¨®n y entusiasmo su entrega total a la futura condici¨®n de europarlamentarios. Ni hasta Navidades han llegado. Y los que quedan ya nos lo han hecho saber: ni van a empe?arse en la creaci¨®n de verdaderos partidos europeos, supuesto liminar de la Europa pol¨ªtica; han renunciado ya al control del presupuesto comunitario en los pa¨ªses miembros, que es donde importa y donde duele, y no van a resistir al desmantelamiento de la Europa comunitaria que han iniciado de consuno el Consejo y la Comisi¨®n. Pues ?c¨®mo interpretar de otra manera la fagocitaci¨®n de los comisarios Patten y Verheugen por Javier Solana, es decir, por los Estados; c¨®mo entender el abandono por parte de Prodi de la concreta y practicable Agenda 2000 y su masiva y difusa ampliaci¨®n a 25 candidatos acompa?ada de una urgida macrorreforma institucional, cuando simult¨¢neamente los proyectos del vicepresidente Kinnock para transformar las estructuras de la Comisi¨®n apuntan inequ¨ªvocamente a la reducci¨®n de los recursos financieros y de los efectivos humanos, as¨ª como al abandono de funciones y cometidos confiados a agencias exteriores e incluso a la renacionalizaci¨®n de su funcionariado? ?Se trata de inconsecuente frivolidad o es un meditado designio de reducir la Uni¨®n a un espacio econ¨®mico com¨²n lo que late tras esta inquietante contradicci¨®n?
Las causas de las guerras son, en la inmensa mayor¨ªa de los casos, siniestras. Pero nunca hab¨ªamos llegado a conferir al ejercicio b¨¦lico un estatus tan escarnecedor. Todos hemos sido testigos humillados del macabro vodevil que han protagonizado la oralidad clintoniana, su becaria y las proezas militares de Estados Unidos. La secuencia temporal de las interacciones de estos tres componentes ha sido penosa, repugnante. Estas ¨²ltimas semanas estamos asistiendo a la insoportable carnicer¨ªa de Chechenia para que Yeltsin y su equipo sigan en el poder. Le Monde titulaba Una guerra para ganar las elecciones. Pero no se trata de mejorar posiciones en la Duma; el objetivo es garantizar el bot¨ªn de la familia. ?A cu¨¢nto sale el patriota checheno o el soldadito ruso? Tal vez, parad¨®jicamente, la sociedad civil, si incorpora la dimensi¨®n p¨²blica y si sus grandes actores colectivos no se dejan seducir ni por el se?uelo neocorporatista ni por los medradores de turno, pueda devolverle a la pol¨ªtica su cr¨¦dito perdido.
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