Del oscurantismo de nuestro tiempo
La mayor parte de los an¨¢lisis sobre la cumbre de la OMC, celebrada en Seattle, ha coincidido en interpretar el fracaso del lanzamiento de la Ronda del Milenio en t¨¦rminos de vencedores y vencidos. As¨ª, dando por supuesto que en la ciudad norteamericana se libraba una de las primeras y m¨¢s decisivas batallas entre los partidarios de la globalizaci¨®n y sus oponentes, se ha abierto paso la idea de que los pa¨ªses en desarrollo, los proteccionistas de diversa disciplina y los herederos de la ideolog¨ªa radical de los sesenta han logrado imponer su criterio, contrario a la liberalizaci¨®n y a la "conversi¨®n del mundo en mercanc¨ªa". Mientras que una parte de la izquierda ha expresado su satisfacci¨®n por esta derrota del enemigo neoliberal, la izquierda m¨¢s pragm¨¢tica y, junto a ella, los conservadores, se han limitado a lamentar el rechazo de la globalizaci¨®n por parte de quienes, precisamente, m¨¢s tendr¨ªan que ganar con ella.Desde luego, resulta incuestionable que la cumbre de la OMC se ha saldado con vencedores y vencidos. Sin embargo, la insistencia en esta constataci¨®n intrascendente -en realidad, ?no se hubieran intercambiado los papeles en caso de acuerdo?- estar¨ªa ocultando un hecho m¨¢s revelador, en la medida en que cuestiona la idea de globalizaci¨®n vigente hasta ahora. Antes de Seattle se dec¨ªa, en efecto, que la globalizaci¨®n era un fen¨®meno imparable, frente al que no cab¨ªa m¨¢s alternativa que adaptarse o sucumbir. El marco nacional hab¨ªa sido desbordado y, por consiguiente, los Estados carec¨ªan de capacidad de maniobra ante los cambios. Pues bien, quiz¨¢ lo m¨¢s llamativo de cuanto ha sucedido en Seattle no es s¨®lo que esa globalizaci¨®n imparable haya sufrido un rev¨¦s; lo verdaderamente perturbador es que se lo hayan infligido los Gobiernos de los Estados m¨¢s d¨¦biles del planeta.
Vivimos, sin duda, una ¨¦poca extra?a; extra?a y, a la vez, sediciosamente familiar. Tan familiar, tan cargada de viejos ecos bajo una ret¨®rica de radical modernidad que, sorprendentemente, los mejores argumentos para explicar lo que ha pasado en Seattle -ese rev¨¦s infligido a un fen¨®meno que se proclamaba imparable-, no se encuentran en la izquierda m¨¢s rancia y ortodoxa, sino en los escritores que se opusieron a la idea de planificaci¨®n econ¨®mica. Frente a ¨¦sta, Friedrich von Hayek sosten¨ªa, por ejemplo, que "lo importante es saber si este proceso es una consecuencia necesaria del progreso de la tecnolog¨ªa", como afirmaban los economistas de su tiempo, o si se trataba, por el contrario, "del resultado de la pol¨ªtica seguida en casi todos los pa¨ªses". Y a?ad¨ªa: "Se cultiva deliberadamente el mito de que nos vemos embarcados en la nueva direcci¨®n, no por nuestra propia voluntad, sino por los cambios tecnol¨®gicos". Y m¨¢s a¨²n: "Los parlamentos comienzan a ser mirados como ineficaces tertulias, incapaces de realizar las tareas para las que fueron convocados. Crece el convencimiento de que (...) la direcci¨®n (de la econom¨ªa) tiene que quedar fuera de la pol¨ªtica y colocarse en manos de expertos".
Por otra parte, Hayek cuestionaba el convencimiento -tan extendido entonces y tan brutalmente desmentido despu¨¦s- de que la econom¨ªa planificada hab¨ªa de conducir a niveles nunca igualados de prosperidad y bienestar para los ciudadanos. En opini¨®n de Hayek, la planificaci¨®n deb¨ªa "su fuerza presente al hecho de no ser todav¨ªa, en lo fundamental, m¨¢s que una aspiraci¨®n, por lo cual une a casi todos los idealistas de un solo objetivo, a todos los hombres y mujeres que han entregado su vida a una sola preocupaci¨®n". La fe de esos hombres y mujeres en las virtudes de la econom¨ªa planificada, aclaraba Hayek, no era "el resultado de una visi¨®n amplia de la sociedad, sino m¨¢s bien de una visi¨®n muy limitada, y a menudo el resultado de una gran exageraci¨®n de la importancia de los fines que ellos colocan en primer lugar". De ah¨ª que su ¨¦poca asistiese a "uno de los m¨¢s tristes espect¨¢culos" posibles, como era "ver a un gran movimiento democr¨¢tico favoreciendo una pol¨ªtica que tiene que conducir a la destrucci¨®n de la democracia y que, mientras tanto, s¨®lo puede beneficiar a una minor¨ªa".
Como es f¨¢cil advertir, y no sin cierto asombro, las observaciones de Hayek sobre la planificaci¨®n podr¨ªan estar igualmente referidas a la globalizaci¨®n. ?Acaso no se sigue explicando hoy el rumbo de la econom¨ªa en virtud de los avances tecnol¨®gicos, y no de la voluntad de los Gobiernos? ?No se desprecian como en tiempos de Hayek las interferencias pol¨ªticas en las leyes de la racionalidad econ¨®mica? ?Y no se corresponde esto con una "visi¨®n muy limitada" de la sociedad -lo relevante son los flujos financieros, no tanto los comerciales y en absoluto los de trabajadores-, distinta pero equivalente a la de los defensores de la econom¨ªa planificada? Y por lo que se refiere al "triste espect¨¢culo" que se?alaba Hayek, ?c¨®mo va a sobrevivir la democracia cuando el Estado debe retraerse en favor de ONG o empresas transnacionales, cuya actuaci¨®n carece de contrapesos o controles an¨¢logos a los de los poderes p¨²blicos? Las abrumadoras y sorprendentes coincidencias entre el panorama que describe el autor de Camino de servidumbre y el que hoy vivimos deber¨ªan constituir un serio motivo de reflexi¨®n a derecha e izquierda, sobre todo porque conocemos el fin de esa historia.
Si, como explica Hayek, el hecho de que los partidos conservadores aceptasen en su momento la necesidad de la planificaci¨®n econ¨®mica acab¨® facilitando el triunfo de los totalitarismos del siglo XX, habr¨ªa tal vez que interrogarse sobre las consecuencias de que la socialdemocracia acepte hoy las pol¨ªticas que exige la globalizaci¨®n. En este sentido, ?estamos absolutamente seguros de que la globalizaci¨®n deriva de una l¨®gica liberal y no de una l¨®gica distinta, que en el fondo niega y contradice la anterior? ?Bajo la ambigua etiqueta de neoliberalismo no se esconder¨ªa, en realidad, una depreciaci¨®n del individuo y su autonom¨ªa frente a unas fuerzas que se magnifican y se pretenden fuera de cualquier control humano? ?Y acaso no se justifica esta depreciaci¨®n en nombre de un futuro radiante, exactamente como hac¨ªan los partidarios de la planificaci¨®n, involuntario caldo de cultivo -seg¨²n Hayek- para el totalitarismo nazi y sovi¨¦tico? En definitiva, ?puede considerarse liberal una doctrina que no s¨®lo parte de la radical impotencia del ciudadano frente a las "fuerzas globales", sino que adem¨¢s aconseja la adopci¨®n de pol¨ªticas que las favorezcan y consoliden?
Hayek denunci¨® el error de la socialdemocracia de su tiempo cuando confund¨ªa un instrumento econ¨®mico, como era el de la planificaci¨®n, con un fin pol¨ªtico. Hoy los conservadores podr¨ªan estar incurriendo en el error sim¨¦trico, al considerar que la desregulaci¨®n -cualquier desregulaci¨®n
Pasa a la p¨¢gina siguiente
Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao es diplom¨¢tico.
El oscurantismo de nuestro tiempo
Viene de la p¨¢gina anterior y en cualquier contexto- es deseable y positiva. Si este nuevo error ha podido prosperar y llegar tan lejos es porque, primero, la socialdemocracia parece haber olvidado que el liberalismo es parte sustancial de su herencia ideol¨®gica; y segundo, porque el conservadurismo ha aprovechado esa deserci¨®n de la socialdemocracia para hacer pasar por neoliberalismo lo que podr¨ªa no ser otra cosa que una nueva agresi¨®n a la herencia de Locke, de la que -como reconocer¨ªa el propio Keynes- Hayek fue un en¨¦rgico y admirable descendiente. Esto explicar¨ªa la inesperada vigencia que adquieren hoy sus an¨¢lisis; una vigencia distinta y hasta contradictoria con la que reclaman quienes han hecho de Camino de servidumbre un alegato a favor de la globalizaci¨®n.
La cumbre de la OMC se ha saldado, desde luego, con vencedores y vencidos. Pero se ha saldado, adem¨¢s, con una evidencia que no deber¨ªa pasar desapercibida ni, menos a¨²n, caer en el olvido: la globalizaci¨®n -como la planificaci¨®n en su d¨ªa- no es imparable ni depende de los cambios tecnol¨®gicos, sino de la estricta voluntad de los Gobiernos. Gracias a Seattle, gracias en definitiva a la perturbadora contradicci¨®n que han puesto de relieve los Estados m¨¢s d¨¦biles del planeta, a¨²n estar¨ªamos a tiempo de reconocer que el actual paradigma econ¨®mico es sencillamente eso: un paradigma, con sus ventajas y sus inconvenientes. Absolutizarlo, deificarlo, hacer de ¨¦l un fin y no un instrumento, podr¨ªa acabar generando un peligroso cambio de perspectiva que nos alejar¨ªa del liberalismo m¨¢s que acercarnos a ¨¦l, al hacer que las pol¨ªticas econ¨®micas se dirijan a consolidar esas "fuerzas globales" antes que la libertad y la seguridad de los ciudadanos.
Para Hayek, ¨¦se fue el resultado de la planificaci¨®n, y por eso se?alaba que "lo realmente necesario es liberarnos de la peor forma del oscurantismo moderno, el que trata de convencernos de que cuanto hemos hecho en el pasado reciente era, o acertado, o inevitable. No podremos ganar sabidur¨ªa", conclu¨ªa Hayek, " en tanto no comprendamos que mucho de lo que hicimos fueron verdaderas locuras". Una lectura sin prejuicios de Camino de servidumbre lleva a pensar que liberalizar los mercados financieros mientras se mantienen numerosas barreras comerciales y se niegan con violencia derechos b¨¢sicos de los individuos, como la inmigraci¨®n, podr¨ªa ser, quiz¨¢, una de ellas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.