Problema de poder
EDUARDO URIARTE ROMERO
Por aproximaci¨®n, ante diferentes contradicciones, ante muchas idas y vueltas, casi por tanteo, nos vamos poco a poco enterando de lo que quiere en la actualidad el nacionalismo vasco. Rara vez ha sido tan radical su reivindicaci¨®n como en estos momentos, precisamente cuando el marco pol¨ªtico espa?ol nos permite sin contradicci¨®n ser vascos y espa?oles a la vez, y el europeo nos permite serlo sin renunciar a ninguna patria por peque?a que ella sea. A los que no son nacionalistas vascos se les piden demasiadas renuncias.
Pero, por encima de tanta verborrea, el problema en el fondo no es de patrias, ni de nacionalidades -habr¨ªa que demostrar que en la actualidad los nacionalismos constituyen naciones aunque su grito las reivindique-; el problema es de poder. El problema estriba en que algunos quieren detentar el poder sin l¨ªmite y para ello la b¨²squeda del marco jur¨ªdico-pol¨ªtico que eternice su potestad. Una gran marcha que en su camino acabe haciendo imposible la alternancia desde la discrepancia, so pena de conflicto b¨¦lico o casi b¨¦lico. Las l¨ªneas de futuro que el nacionalismo esboza nos dirigen hacia un sistema autoritario donde el cambio puede convertirse en una utop¨ªa dif¨ªcil, o una revoluci¨®n si hay voluntariosos.
Solicito permiso para equivocarme. En Ermua muchos nacionalistas moderados sintieron el fin de la h¨¦gira nacionalista; pensaron que de seguir el terrorismo acabar¨ªan descabalgados del poder, y en el trastorno emotivo creyeron que el terrorismo deb¨ªa acabar para conformar una comuni¨®n abertzale que garantizase el futuro dominante de esta opci¨®n. Todo ello sin tener en cuenta la contaminaci¨®n de amenaza terrorista que el proceso iniciado ha supuesto. Lo que no pudieron prever es que la b¨²squeda de la comuni¨®n nacionalista pudiera acelerar su debilitamiento, al menos, el debilitamiento del nacionalismo moderado.
Existe precedente. De hecho, la iniciativa sabiniana que erigi¨® el nacionalismo vasco fue una reacci¨®n ante otras clases emergentes que surg¨ªan ante el fenecer del sistema de producci¨®n tradicional y el desarrollo del capitalismo. Como en una caricatura se puede observar el actual reparto auton¨®mico como el reparto de la tarta para que en las nacionalidades hist¨®ricas mandasen los que sent¨ªan predestinados a hacerlo. En Euskadi les tocaba mandar a los vascos versus nacionalistas vascos. Y eso parec¨ªa quebrarse en Ermua, aunque no fuera cierto.
Renunciando a la ret¨®rica marxista se puede decir que el proletariado tambi¨¦n tiene patria. La gente normal y corriente tambi¨¦n tiene patria, aunque no la pregonen a gritos, aunque se haya portado peor con ellos, o aunque su concepto de patria no sea tan maniqueo. Y tambi¨¦n tienen derecho a ser alternativa pol¨ªtica en su patria. Sin embargo, el mejor invento para que nunca lo puedan ser es promover un proceso de construcci¨®n nacionalista, que puede ir alentado publicitariamente de proceso de paz, para finalizar en un r¨¦gimen autoritario. A lo largo del proceso, como hace veinte a?os pasaba en toda Espa?a, los antis ser¨¢n expulsados. Los antieuskadi, los antieuskara, todos los que se puedan inventar. Los que queden tendr¨¢n que apechugar.
Estas osadas lineas tambi¨¦n son una aproximaci¨®n al problema, posiblemente equivocadas, pol¨ªtica ficci¨®n si se desea, pero ?cu¨¢l ha sido el resultado final de los nacionalismos emergentes en los Balcanes? Ganen o pierdan guerras, atraigan la pobreza y el hundimiento social, s¨®lo la muerte natural acaba con los caudillos nacionalistas porque el proceso de construcci¨®n nacional ha garantizado que as¨ª sea.
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