Pap¨¢ Noel se olvida de los rumanos
Los inmigrantes asentados en San Roque pasaron la Nochevieja bajo una helada y sin turr¨®n
La Navidad en el poblado rumano de San Roque (Fuencarral) es m¨¢s un acto de fe que algo presente. No hay ¨¢rboles con adornos, ni luces; tampoco belenes. S¨®lo fr¨ªo, basura y miseria. La cena de Nochevieja tiene el mismo men¨² que la de cualquier otro d¨ªa del a?o: no hay langostinos, ni cordero, s¨®lo chuletas y longanizas de cerdo, cocinadas en grandes cazuelas a la lumbre de una cocina de gas butano o a la brasa en una hoguera. No hay champ¨¢n, ni cava, ni sidra. Los m¨¢s afortunados abren alguna que otra botella de cerveza de litro. No hace falta frigor¨ªfico porque a la intemperie, y con cero grados de temperatura, la bebida se mantiene bien fresca.A pesar de todo, los inmigrantes no se amilanan y mantienen vivo el esp¨ªritu navide?o en la medida que les es posible. Los ni?os corretean de la mano cantando villancicos en rumano. La ilusi¨®n de una ni?a de cuatro a?os le hace creer que la peque?a rama tronchada de pino que alza en la mano es "un ¨¢rbol de Navidad".
Es la cara triste de la Navidad, la de los m¨¢s pobres entre los pobres: la del m¨¢s de un centenar de rumanos no censados (llegaron a Madrid despu¨¦s del 8 de julio, fecha en la que el Ayuntamiento recogi¨® en un censo a los inmigrantes rumanos), que combate las heladas en tiendas de campa?a cuando, a apenas 20 metros, sus compatriotas censados habitan en los m¨®dulos prefabricados que les ha instalado el consistorio.
Una valla met¨¢lica y un abismo de atenciones separan a los rumanos censados de los no censados. Un simple apret¨®n de manos sirve para distinguir los que viven en una situaci¨®n o en otra. Cuando los primeros dan la mano, la tienen caliente. Y es que en los compartimentos donde viven, en los m¨®dulos prefabricados que les puso el Ayuntamiento, hay calefacci¨®n y mantas suficientes. Los no censados tienden una mano g¨¦lida porque se pasan la mayor parte del tiempo a la intemperie, haga el tiempo que haga, y sus tiendas de campa?a no protegen suficientemente de la fr¨ªa madrugada.
En Nochevieja, los no censados se acurrucaban en torno a las hogueras. Las mujeres y algunos hombres se encargaban de preparar la cena. Alguno de ellos hab¨ªa hecho un esfuerzo para poder disfrutar de un buen fin de a?o: "Me he gastado todo lo que ten¨ªa para cenar hoy [por el d¨ªa 31]. Tengo carne de cerdo, tarta, coca-cola y pan. Hoy tengo de todo. Ma?ana no s¨¦ lo que comer¨¦", se jactaba, entre alegre y preocupado, Val¨ª Vasile, rumano no censado que, a sus 16 a?os y medio, est¨¢ casado y tiene un ni?o. "?Por qu¨¦ no vienen aqu¨ª Pap¨¢ Noel ni los Reyes Magos a darles algo a los ni?os rumanos? No tienen nada y seguro que con lo poco que les den les har¨ªan muy felices", a?adi¨® Vasile con gesto de preocupaci¨®n.
La misma preocupaci¨®n que revelaba la mirada de M¨®nika, de 10 a?os, cuando su padre le dijo que no le iba a regalar nada por Reyes. "Es que no tengo trabajo ni dinero para comprar regalos", afirm¨® Mihail Constantin, de 44 a?os. "No voy a tener ning¨²n regalo. No voy a tener ning¨²n regalo", repet¨ªa, casi obsesionada, la peque?a.
Bengalas
Su amiga, Sophika, de su misma edad, tuvo mejor suerte. Su padre le regal¨® unas bengalas para celebrar la llegada del a?o 2000 y ella las encend¨ªa con moderaci¨®n, consciente de que s¨®lo le quedaban unas pocas para toda la fiesta. Monika y Sophika correteaban con las bengalas en la mano felicitando el nuevo a?o a todo el que se cruzaba a su paso. La primera vez que vieron a los Reyes Magos y a Pap¨¢ Noel fue en el colegio, el ¨²ltimo d¨ªa de clase antes de que les dieran las vacaciones. Eran pesimistas sobre un posible nuevo encuentro con sus majestades: "Aqu¨ª no vienen los Reyes Magos. No van a encontrar las tiendas. Aqu¨ª no viene ni Pap¨¢ Noel, aqu¨ª no viene nadie", se lamentaban.
Ciprian Dregui, de 10 a?os, no ha visto a Pap¨¢ Noel en su vida. Eso le hace perder la sonrisa y cambiar el gesto. Enfundado en un chaquet¨®n de alguna talla m¨¢s y cubierto con un ro¨ªdo gorro de lana, sonre¨ªa con frecuencia y repet¨ªa sin parar: "Yo quiero un bal¨®n de f¨²tbol, yo quiero un bal¨®n de f¨²tbol, que me regalen un bal¨®n de f¨²tbol". Pero sus deseos se congelaron nada m¨¢s salir de su boca. Nadie le escuch¨®. Ni a ¨¦l ni al resto de ni?os del poblado. Sus padres bastante tienen con preocuparse de encontrar comida para alimentar a sus familias cada d¨ªa. "Sin trabajo no hay dinero y sin dinero no hay regalos", concluy¨® Vasile.
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