La "Novena sinfon¨ªa" como himno mundial

Si alguien preguntara alguna vez cu¨¢l es el himno universal de los siglos XIX y XX, la mayor¨ªa se pronunciar¨¢ por la Novena sinfon¨ªa, de Beethoven. Texto y m¨²sica enaltecen los sentimientos de libertad, fraternidad, alegr¨ªa y amistad, pero -como sucede siempre en m¨²sica- la autenticidad y categor¨ªa de los pentagramas deciden la perdurabilidad y significaci¨®n del mensaje.La Novena sinfon¨ªa (como el Orfeo, de Monteverdi; la Misa en si menor, de Bach, o La consagraci¨®n de la primavera) se estrena cada vez que se escucha: tal es la potencia y la capacidad de sorpresa de estas creaciones egregias. Fr¨¹hbeck estableci¨®, durante su prolongado mandato sobre la Orquesta Nacional, el h¨¢bito de cantar la Novena durante los d¨ªas finales de cada a?o y, con una u otra formaci¨®n, no ha dejado de acudir a su propia cita. Esta vez, la Sinf¨®nica con el coro natural para estos menesteres, el Orfe¨®n Donostiarra, colm¨® el Auditorio de oyentes c¨¢lidos y estusiastas. Se sigui¨® la liturgia human¨ªstica y, por la versi¨®n del maestro burgal¨¦s, nos encontramos con los m¨²ltiples valores de una partitura avasallante. En la Novena, del modo m¨¢s visible, evidente y multitudinario, Beethoven rompe las ataduras tradicionales de la forma y su contenido y prepara el largo camino todav¨ªa sin agotar.

La serie de referencias tem¨¢ticas y mot¨ªvicas, la trabaz¨®n interna de la espl¨¦ndida continuidad, las voces emergentes de la orquesta, que m¨¢s que entonar gritan fervorosamente las estrofas de Schiller, el peliagudo papel de los cuatro solistas -salvado esta vez con digno nivel-, la flexibilidad de los tempi, el definido impacto de los acentos, el orden, casi secreto, de las pulsaciones, todo contribuy¨® al m¨¢s hermoso resultado. Esta m¨²sica puede con todo e incluso es capaz de sustituir el efecto 2000 por el efecto Beethoven, que, a ciencia cierta, perdurar¨¢ en el siglo XXI.