"Marinero en tierra", por vez primera
Jos¨¦ Ruiz Castillo Basala lo cuenta en su sumamente interesante obra El apasionante mundo del libro (Biblioteca Nueva, Madrid, 1979), que son las memorias de ¨¦l mismo, heredero del editor Jos¨¦ Ruiz-Castillo, su padre, creador de la editorial Biblioteca Nueva. El primer contacto entre Rafael Alberti y la familia Ruiz-Castillo tuvo lugar hacia 1923, al pintar Alberti -que entonces no era poeta, sino un joven pintor- el retrato de Manuel, "Manolo", uno de los hijos del matrimonio Ruiz-Castillo Basala. Lleno de orgullo y satisfacci¨®n, Manolo llev¨® aquel retrato a su casa para que lo admiraran sus padres y hermanos. Pero, en contrario, la impresi¨®n que caus¨® fue "penosa"; tanto que la madre estuvo a punto de desmayarse. Y no por la factura del cuadro, que, seg¨²n Jos¨¦, era "excelente", sino porque, adem¨¢s de la personalidad del retratado, el artista hab¨ªa captado los s¨ªntomas de la enfermedad que destru¨ªa su organismo: la tuberculosis. "Ese semblante", refiere Jos¨¦, "de aire ang¨¦lico caracter¨ªstico de los afectados por la implacable endemia". Hab¨ªa m¨¢s, ya bien producto de la impresi¨®n de los familiares que contemplaban aquel ¨®leo o de la inexplicable intuici¨®n del pintor: "Al propio tiempo trascend¨ªa en el lienzo una premonici¨®n de muerte".Y en efecto, pocos a?os despu¨¦s, Manolo mor¨ªa.
Pero antes de su muerte, unos meses m¨¢s tarde de que Alberti grabara su semblante, Manolo le llev¨® a su padre el manuscrito de Marinero en tierra para que lo publicara. Mar y tierra -que as¨ª se llamaba originariamente el poemario de Alberti- hab¨ªa sido galardonado con el Premio Nacional de Literatura 1924- 1925. Se lo hab¨ªa concedido un jurado compuesto, entre otros, por Antonio Machado, Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal y Gabriel Mir¨®, que, aunque actuaba como secretario y no ten¨ªa voto, s¨ª ten¨ªa voz, y ¨¦sta fue altamente elogiosa para el volumen concursante. Jos¨¦ Ruiz-Castillo tambi¨¦n transcribe un aut¨®grafo que se conserva de Antonio Machado: "Mar y tierra, de Rafael Alberti, es, a mi juicio, el mejor libro de poes¨ªa presentado al concurso".
Mas unas son las razones literarias y otras las comerciales. Jos¨¦ Ruiz-Castillo, padre, declin¨® publicar la obra porque, "trat¨¢ndose de poes¨ªas, no tendr¨ªa viabilidad comercial". Esto es, no se vender¨ªa. Si as¨ª ocurr¨ªa con poetas como Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y el mismo Machado, ?qu¨¦ pod¨ªa esperarse de los poemas de un poeta joven y desconocido, aunque hubiese sido laureado? Manolo no desisti¨® y la pr¨®xima vez se present¨® en su casa-editorial -pues ambas ocupaban la misma vivienda- con su amigo Rafael. ?ste, como es natural, aleg¨® que la extraordinaria calidad de sus creaciones po¨¦ticas, respaldadas por el prestigioso premio que hab¨ªan recibido, garantizar¨ªan la venta del libro, al menos entre esa "minor¨ªa de lectores que era fiel a las novedades po¨¦ticas". Quiz¨¢s apenado, el editor lleg¨® a una soluci¨®n intermedia: la editorial no dispon¨ªa de recursos econ¨®micos para hacerle frente a los gastos de publicaci¨®n; mas si el autor estuviera dispuesto a correr "con el riesgo econ¨®mico de la edici¨®n...".
En las memorias de Rafael Alberti, La arboleda perdida, se halla la respuesta a esta proposici¨®n:
"-Mejor -le dije- continuar in¨¦dito".
Posiblemente, Alberti ten¨ªa dinero para costear la publicaci¨®n, pues hab¨ªa recibido cinco mil pesetas por el premio. Pero no quer¨ªa gast¨¢rselas en autopublicarse, sino que, adem¨¢s de preguntarse "?c¨®mo era posible eso?", pensaba emplear lo que le quedaba de ellas en la compra de libros y en "un viaje en auto, con mi hermano Agust¨ªn, por tierras de Castilla". Seg¨²n el autor de las Memorias de un editor que estamos glosando, "la consideraci¨®n de los juveniles prop¨®sitos frustrados del poeta movi¨® a mi padre a rectificar su actitud negativa"; y seg¨²n el poeta: "Don Jos¨¦, bondadoso y simp¨¢tico, comprendi¨® pronto su error. Editar¨ªa mi manuscrito, corriendo enteramente con los gastos".
Y Marinero en tierra, t¨ªtulo que reemplaz¨® al primitivo de Mar y tierra, sin duda con acierto, como se?ala Ruiz-Castillo, hijo -y seguramente el padre tambi¨¦n aprob¨® el cambio de titulaci¨®n-, apareci¨® en el oto?o de 1925. Nadie mejor para "pintar" el volumen que su autor:
Era una edici¨®n correcta, con el dibujo de V¨¢zquez D¨ªaz -un retrato de Alberti-, la m¨²sica de los Halffter y Gustavo Dur¨¢n, m¨¢s la carta de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez. Una faja amarilla destacaba en grandes letras negras: "Premio Nacional de Literatura 1924-25".
Lamentablemente, el editor ten¨ªa raz¨®n. El libro fue elogiado por la cr¨ªtica, y ayud¨® a darlo a conocer "un par de cientos de ejemplares que regal¨® [Alberti] principalmente entre el muy considerable grupo juvenil de amigos y admiradores". Pero su venta se realiz¨® a cuentagotas. Tanto es as¨ª que "el resto de la edici¨®n, cifrada en mil ejemplares, permaneci¨® casi in¨¦dita de compradores hasta que la incuria del tiempo agot¨® la edici¨®n". Sin duda por esto tuvieron que transcurrir 45 a?os para que Biblioteca Nueva se decidiera a hacer una segunda edici¨®n. Vio la luz en 1970. Conten¨ªa ahora numerosas ilustraciones del propio Alberti pintor, que hermosamente "iluminaban" el libro. Al recibir los primeros ejemplares de esta segunda entrega de su Marinero en tierra, Rafael Alberti escribi¨® a sus editores una nota calificativa del volumen: "He recibido vuestra luminosa edici¨®n". (?nfasis m¨ªo).
C¨¦sar Leante es escritor cubano.
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