Cantaores de raza

Nano es gitano, Chano payo. Cuando hablo de cantaores de raza no me estoy refiriendo a sus etnias biol¨®gicas, sino a esos flamencos que llevan el cante en los genes como si fuera un elemento m¨¢s, y no el de menor importancia, de sus seres. Flamencos de la cabeza a los pies. Nano y Chano pertenecen a esa raza de cantaores -en v¨ªas de extinci¨®n, nos tememos- que son antes que nada flamencos. Si adem¨¢s cantan con inspiraci¨®n y duende, o¨ªrles es una fiesta. Esta noche cantaron, ?vaya si cantaron! A Nano de Jerez hac¨ªa tiempo que no le o¨ªamos tan convincente en palos del m¨¢s grande respeto, como soleares y siguiriyas. Se le vio cantando a gusto, con la voz llena y redonda, calando hondo en el coraz¨®n de los cantes para ofrecernos sus esencias m¨¢s rec¨®nditas, que son las m¨¢s entra?ables.

Y Chano fue el de siempre, es decir, un cantaor que hasta contando un chiste malo es flamenco. Porque habla con frecuencia entre cante y cante, y lo que cuenta lo hace ¨¦l casi tan sustantivo como lo que canta. La otra noche nos dijo la an¨¦cdota de un guitarrista japon¨¦s que hac¨ªa todo lo de Paco de Luc¨ªa a la perfecci¨®n, pero le faltaba "ese majao" que hace de lo flamenco algo intransferible e inexplicable. Chano Lobato le puso a su cante todo el "majao" que hac¨ªa falta y m¨¢s. Convoc¨® en su voz a ¨¢ngeles y duendes gaditanos y todos nos emborrachamos un poco de arte de la mejor ley. No es lo que canta, ni siquiera c¨®mo lo canta; es la forma de lanzar el cante, de vocalizar los tercios, de recrear constantemente entonaciones que nos parecen siempre nuevas.